Incesto biológico

Katrina Clark


En varias ciudades pequeñas de Australia, decenas de mujeres  han tenido hijos del mismo donante de semen, con el riesgo real de que en un futuro, hermanos con un padre común se conozcan y se casen (incesto biológico).

Pero una persona probeta posee también riesgos psíquicos y físicos. La bióloga Natalia L. Moratalla explica que, en muchos casos, son los pediatras los que están alertando sobre ello ya que las clínicas de reproducción asistida, una vez conseguido el embarazo, se desentienden de la salud del hijo/s.

La causa es que la concepción artificial fuerza fecundaciones con óvulos y espermatozoides de poca calidad o inmaduros. Se produce la implantación de varios embriones con tasas muy altas de embarazos múltiples y partos prematuros, además de problemas en el desarrollo embrional. También se abortan injustamente a los embriones sobrantes.

El psiquiatra José Cabrera ha declarado que los niños probeta, cuando crecen "sufren una depresión permanente o al menos una tristeza generalizada por el modo de haber sido concebidos, ausente el acto de amor que sería propio". Si ha intervenido el semen de un donante, "se les condena a la orfandad, se preguntan por sus raíces y si no habrán sido fabricados para cubrir una necesidad obsesiva". La  industria de la reproducción asistida mueve millones de euros para imponer la pobreza emocional perpetua, cuando no malformaciones, retraso mental y secuelas neurológicas diversas a los niños así concebidos, por un deseo, erigido en derecho que mina el futuro de los menores.

Un ejemplo es el de Katrina Clark quien afirmaba haberse sentido "rara" al saberse persona-probeta: "Una sensación de vacío cayó sobre mí. Me di cuenta de que nunca tendría un padre. Por fin entendí lo que significaba ser concebida por un donante; y lo odié. Cuando leo lo que dicen algunas mujeres sobre su opción de maternidad, me siento degradada a poco más que una ampolla de semen congelado." Otro caso es el de Margaret Brown que alegaba: "Soy una persona que nunca conocerá la mitad de su identidad. Lo que resulta más sorprendente en la actitud de la sociedad, es que las decisiones sobre inseminación artificial se toman en interés de los padres y del médico, no en interés del niño. Los hijos no son bienes de consumo o posesiones.".

Se ha llegado al punto en que la fabricación de huérfanos, (para madres solteras), o la reproducción asistida en madres-abuelas de más de 50 o 60 años, son habituales. El derecho al hijo sano justifica la eliminación de los enfermos. Existe el derecho a un hijo a medida, eligiendo el de un sexo y eliminando a los del otro (lo que se empieza a pedir y legitimar), o seleccionando a un donante según su estatus social o apariencia física.

Al final, eliminar a Dios del acto supremo creador del que el hombre, desde su amor, es capaz, trae graves consecuencias en su progenie por un egoísmo radical en el que los hijos son poco más que vulgares mascotas