Rezamos el rosario y no abortó



Pedro y Felipe (dos jóvenes de la Unión Seglar) están delante de un centro abortista, repartiendo folletos explicativos de lo que es un aborto. Llevan un buen rato.

Un coche se detiene y de él baja una guapísima joven de unos 20 años con su madre. Los rostros serios de ambas, anuncian a Pedro y a Felipe el seguro drama que sufren sus conciencias. Para entrar en el matadero, pasan junto a Felipe, que le entrega el folleto explicativo de lo que van a cometer y, pensando en la hermosa criaturita que está a punto de ser asesinada, le dice a la joven: ¡No lo hagas!

…¡No lo hagas! Le repite ante la duda de ella, mirando profundamente sus hermosos ojos.
Y se quedó mirándola mientras entraba con su madre, camino del inframundo. Había dudado, lo vio en sus ojos.

Pedro y Felipe estaban anonadados, pues la seriedad de ambas denotaba que no ignoraban la maldad del acto que pensaban realizar pero ¿Qué más podían ellos hacer para salvarles del drama que allí iba a acontecer? Solo orar.

Decidieron rezar el Santo Rosario para pedir a Nuestra Madre que intercediese en sus corazones por la criaturita. Y lo rezaron entero. Y un segundo rosario tras el primero. Y puesto que no salían, un tercero… y por fin salieron ¡Y cómo salieron!

La chica se le acerca a Pedro y sonriendo, literalmente le dice: “Tranquilo, no lo he hecho”.
Pedro no se lo cree y pregunta vehementemente ¿Cómo? ¿Qué me has dicho? ¿Qué no lo has hecho? ¡Repítemelo!

…Que no lo he hecho.

¿Qué no lo has hecho? ¿De verdad?

Y ella alegre, lo repite: De verdad, ¡Que no le he hecho!

¡Dios te bendiga! Ya verás, no te arrepentirás jamás ¡Dios te bendiga! ¡Qué alegría me das!... Pero no era menos la alegría que la mirada de la chica demostraba.

¿Y qué queréis que os diga? Luego me fui a nuestra primera concentración unitaria contra el aborto, que fue un éxito, pero que mejor os cuento en otro artículo, porque ante este pequeño gran milagro que vivimos y ante la inmensa alegría de saber que por nuestras oraciones, un hermoso niño vivirá y una preciosa madre no destrozará su vida para siempre. Francamente, como que todo son minucias.


Efrén de Pablos

PD: No sería justo que olvidara deciros lo que Pedro no se cansó de repetirme: Fue el Santo Rosario... ¡Fue el Santo Rosario!