Salvan la vida en la guerra por un rosario

Glenn Hockton, de 19 años, estaba de patrulla en Afganistán.

Su madre, Sheri, cuenta la 'anécdota' al Daily Mail:
Sintió como si le diesen una palmadita en la espalda. Se cayó el rosario y se agachó para ver si se había roto. Al inclinarse se dio cuenta de que había pisado una mina.
Glenn permaneció aterradamente inmóvil los 45 minutos que sus compañeros tardaron en desactivar el artefacto y salvarle la vida. El rosario se lo había dado su madre. Parece que tradición familiar.

Su bisabuelo, Joseph 'Sunny' Truman, hace 65 años vivió una experiencia similar. En plena II Guerra Mundial, fue capturado. Cuando estaba en marcha se agachó para recoger el rosario caído. Explotó una bomba, la postura le salvó de la misma horrorosa muerte que se llevó a la mitad del pelotón.

Habrá quien crea en las coincidencias, allá él. Es como una de las historias de Los Milagros de Ntra. Señora, de Berceo, aunque aquellas son más bellas porque hablan de la salvación del alma. De grandes pecadores que tuvieron en su juventud pequeños momentos de gran amor a Su Madre. Y ella vino al rescate cuando lo necesitaron.

Y me vienen a la cabeza otras dos citas de literatos sobre el Rosario, tomadas del libro de Messori: Hipótesis sobre María (negritas mías):
Una es de Lacordaire (1802-1861), dominico, sí, pero también escritor y orador tan estimado como para ser acogido en L'Académie Frangaise. A quienes objetaban por la repetición de cincuenta (mejor, ciento cincuenta) veces las mismas expresiones, el mismo Ave María, Lacordaire le replicaba: «El amor no conoce más que una palabra. Diciéndola siempre, nunca la repite».
Y ahora, la cita de otro immortel de la Académie, Francois Mauriac: «Apretar en el puño el rosario es como coger de la mano a la madre que nos guía para cruzar la calle».

Juanjo Romero
ReL