*Irás al Purgatorio?





cementerio“El Purgatorio es el lugar de las almas amigas de Dios que se consideran indignas de su abrazo”. 

María Simma, mujer sencilla fallecida en 2004, tuvo el carisma  de  algunos santos: comunicar con determinadas almas del purgatorio, quizá porque desde niña rezó muchísimo en su favor. Ella cuenta la primera vez: Un “hombre” se apareció en su habitación. Ella, sin asustarse le preguntó que cómo había entrado en su casa, pero no obtuvo respuesta. Al final intentó asirlo y se dio cuenta de que era “aire”. Se lo consultó a su director espiritual, quien le aconsejó que la próxima vez le preguntara al aparecido qué es lo que quería.
En efecto, el visitante volvió  con un ruego: “Mande celebrar tres Misas y seré liberado” María comprendió entonces que se trataba de un alma del purgatorio. 

En un libro publicado con sus experiencias, se explican diversas realidades, por ejemplo que, al morir, son las mismas almas quienes quieren ir al Purgatorio para purificarse del lastre de sus pecados, porque se ven en un estado lamentable, incompatible con la pureza inconmensurable del Cielo. En el momento de morir no ven a Dios en toda su majestad, pero basta su reflejo para provocar un anhelo irreprimible que les hace desear su unión con Él. Esta imposibilidad es la gran pena de las almas del Purgatorio: no poder consumar la unión amorosa con el terrible amante divino. 
María cuenta, que los familiares de una difunta que había llevado una vida abominable y que creían condenada, le pidieron su parecer. Ella les dijo que su pariente, que había fallecido a consecuencia de un accidente al bajar del tren, se había salvado. Antes de morir se dirigió a Dios de este modo: “Tienes razón en quitarme la vida, porque así ya no seguiré ofendiéndote”. Y en ese momento borró todos sus pecados; en un instante de humildad y arrepentimiento se ganó el corazón de Dios. 

Había un hombre que no creía en la vida eterna; enfermó entrando en estado de coma. Él se vio a sí mismo en una habitación; todas sus obras, buenas y malas estaban escritas en una gran pizarra. Entonces todo desapareció y se encontró de repente en un lugar infinitamente hermoso. En ese momento despertó del coma y decidió cambiar de vida.  
Afirma María Simma, que estas almas no están solas: reciben la visita reconfortante de la Madre de Dios y de su ángel custodio particular. Ellas rezan constantemente por los habitantes de la tierra y anhelan nuestras oraciones y, sobre todo, Misas en su favor, para acortar su tiempo de purificación. Dios mismo desea ardientemente su liberación para poder unirlas a sí, en un abrazo que durará toda una eternidad. Por tanto, encomendar estas almas y ofrecer por ellas los sufrimientos inevitables que conlleva la vida es un deber de caridad de primer orden.  

El Purgatorio es una cita inevitable para todos, y es que no nos preocupamos del más allá, será porque vivimos centrados en el más acá.