El iPad o los libros sagrados
TheJournal.ie los llama «ipriest». Lo hace para designar a los cada vez más numerosos sacerdotes católicos que usan el iPad
para decir la misa, leer el breviario, descargar oraciones o también
para actividades «menos sacras» como la consulta de sus cuentas de Twitter, Facebook o correo electrónico (cf. Growing number of ‘iPRIESTS’ now using ipads on altar, 27.07.2012).
«Sólo la copia impresa en forma
oficial del Misal Romano puede ser usada durante la misa y las otras
liturgias de la Iglesia». Con esta determinación la Conferencia de Obispos Católicos de Nueva Zelanda cerró disciplinarmente la cuestión acerca del uso del iPad para la misa.
¿Qué motivación estuvo a la base
de esta decisión de los obispos católicos neozelandeses? «Todas las
religiones tienen libros sagrados que están reservados para aquellos
ritos y aquellas actividades que están al corazón de la fe. La Iglesia
católica no es indiferente, y el Misal Romano es uno de nuestros libros
sagrados. Su forma física indica su papel especial en nuestro culto. El
Misal está reservado para el uso durante la liturgia de la Iglesia. El iPad
y los otros instrumentos electrónicos tienen una variedad de usos, como
por ejemplo jugar, navegar en internet, mirar videos y revisar el
correo electrónico. Ya de por sí esto hace inapropiado su uso para la
liturgia», dice la carta.
En los últimos años se han desarrolla aplicaciones para e-readers, teléfonos, tablets o smartphones
que facilitan a los sacerdotes la descarga de programas para la lectura
de la liturgia de las horas, oraciones devocionales y también el Misal
Romano. La facilidad para encontrar en los más variados idiomas todos
esos recursos, unida a la cada vez mayor difusión de aparatos que
posibilitan el acceso, ha hecho que esas aplicaciones se masifiquen y
sean cada vez más usadas.
El 35,9% de los sacerdotes del mundo usan al
menos una vez por semana internet para rezar la liturgia de las horas,
mientras que hasta un 17,5% lo hace diariamente. Y entonces, ¿cómo
valorar la decisión de los obispos neozelandeses?
Ponderando la motivación de
fondo se pregunta qué han advertido los prelados. Y se responde: «Que
con la expansión de la lectura digital el «texto» se separa de manera
definitiva de su anclaje sólido a la realidad material de la «página»
[digital, ndr]. ¿De hecho, en qué consiste el reto puesto por
las pantallas a los «textos sagrados»? Primero que todo, en el hecho de
que el texto se convierte en un «objeto» fluido: exactamente lo opuesto
de las «tablas de la ley» y del así llamado scripta manent. Pero no sólo: el texto litúrgico puede fácilmente desaparecer del soporte para dejar espacio al video, al mail, a las páginas web
o a otras aplicaciones. El «texto» se separa de la realidad material de
la «página» para «flotar» sobre la pantalla pero sin coincidir jamás
con ella».
Y más adelante añade: «sobre los
soportes digitales la «página» no es más un «icono» pintado
sobre pergamino, como sucedía en la época de las grandes Biblias
“iluminadas”, sino sobre una «pantalla». La veneración ha sido
trasladada completamente del mensaje: la página se convierte en algo
provisorio, el libro en accesorio.
De la carta de los obispos
neozelandeses se evidencia, por el contrario, que la liturgia piensa la
página sagrada como un icono. La página del Evangelio, incluso si no
está ricamente miniada como en alguna ocasión, queda como parte
integrante de la acción ritual de la comunidad cristiana. No es
imaginable, para entendernos, que se lleve en procesión un iPad
o una computadora portátil o que en una liturgia un monitor sea
solemnemente incenciado o besado. La liturgia, entonces, es un baluarte
de «resistencia» de la relación texto-página contra la volatilidad del
texto desencarnado de una página de tinta; el contexto en el cual la
página queda como el «cuerpo» de un texto».