*El confesor puede ayudar o destruir un alma





35   Oh, si hubiera tenido al director espiritual desde el principio, no hubiera malgastado tantas gracias de Dios.  El confesor puede ayudar mucho al alma, pero también puede destruir mucho.  Oh, como los confesores deben prestar atención a la actuación de la gracia de Dios en las almas de sus penitentes.  Es una cuestión de gran importancia.  De las gracias que hay en el alma se puede conocer su estrecha relación con Dios.



36   Una vez fui llamada al juicio de Dios.  Me presenté delante del Señor, a solas.  Jesús se veía como durante la Pasión.  Después de un momento, estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y en el costado.  Inmediatamente vi. todo el estado de mi alma tal y como Dios la ve.  Vi claramente todo lo que no agrada a Dios.  No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas.  ¡Que momento!  ¿Quién podrá describirlo?  Presentarse delante del tres veces Santo, Jesús me preguntó:  ¿Quién eres?  Contesté: Soy Tu sierva, Señor.  Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio.   Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y dijo:  ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra?  Contesté:   Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin del mundo.  Jesús dijo:  Es suficiente una cosa.  Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis deseos.  Un fiel siervo Mío te ayudará a cumplirla. 

Ahora, pon la cabeza sobre Mi pecho, sobre Mi Corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra parte.  Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste.  Yo estoy contigo.



41     Una vez vi a un siervo de Dios en el peligro del pecado grave que iba a ser cometido un momento después.  Empecé a pedir a Dios que me cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer el pecado.  Jesús escuchó mi súplica y en un momento sentí en la cabeza la corona de espinas.  Las espinas de la corona penetraron hasta mi cerebro.  Esto duró tres horas.  El siervo de Dios fue liberado de aquel pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.

Del diario de Sta Faustina