*El copón del milagro


Ermita del milagro de los peces

En una noche de verano de 1348, el párroco de Alboraya, (pequeño lugar cercano a Valencia) llevaba el Viático a un moribundo, llamado Masamardá, que vivía en una alquería al otro lado del barranco de Carraixet. 

Como era un sacerdote muy fervoroso, no se arredró ante la tormenta que amenazaba.
Cuando regresaba, descargó una fuerte tormenta. El sacerdote agarró el Copón fuertemente junto a su pecho. 

La tormenta arreciaba y el camino estaba oscuro y embarrado. Al llegar al barranco de Carraixet, el agua, que estaba muy subida, hizo perder el equilibrio a la mula que montaba, y cayó el Copón al torrente.

Aunque se lanzó valientemente al agua para rescatar las tres Hostias que llevaba, fue inútilmente: Las aguas se tragaron el Copón.

Fue al pueblo para avisar y se presentaron muchos hombres, trabajando toda la noche para ayudar al rescate. Sólo encontraron el Copón, pero vacío. ¡Se habían perdido las tres Hostias que contenía!  

Los vecinos de Alboraya, sin desanimarse, redoblaron sus esfuerzos. Llegaron hasta su desembocadura en el mar, y allí vieron con asombro tres grandes peces que, con las cabezas levantadas, mostraban en sus bocas las Formas que tan afanosamente venían buscando.

Mientras unos caían de rodillas, otros corrieron a llamar al párroco. 
Los tres peces siguieron inmóviles en medio de la corriente hasta que el sacerdote, revestido de ornamentos sagrados, se acercó a la ribera. 
Mientras todos cantaban al Señor, los tres peces, uno tras otro, fueron depositando las tres Formas en un hermoso cáliz que doña Teresa Gil de Vidaurre, tercera esposa del rey D. Jaime el conquistador, había regalado a la iglesia de Alboraya.

Organizaron espontáneamente una procesión para trasladar el Santísimo hasta la iglesia del pueblo. 

El párroco celebró a continuación una solemne Misa, en la que consumió las Formas.
Al terminarla, dio cuenta del milagroso suceso a D. Hugo de Fenollet, Obispo de Valencia, quien mandó formar el correspondiente informe ante Notario eclesiástico, que confirmaron más tarde Escolano, Ballester y otros cronistas que se inspiraron en el proceso original instruido en el año 1349.  

El Copón del milagro se conserva todavía como perpetuo recuerdo del milagro. En él se han grabado las siguientes palabras: "¿Quién negará de este Pan el Misterio, cuando un mudo pez nos predica la fe?"