Un reciente estudio de la Unidad de las Ciencias de Salud
Mental de la University College London Medical School publicado en el British
Journal of Psychiatry y firmado por Michael King, Louise Marston, Sally
McManus, Terry Brugha, Howard Meltzer y Paul Bebbington, concluye que las
personas que se consideran espirituales pero no ligadas a la regularidad y
disciplina de una religión sufren más neurosis, adicciones, desórdenes de
alimentación y fobias.
El estudio se ha realizado a partir de 7.000 entrevistas en
Gran Bretaña. Un 35% declaraban tener "una visión religiosa de la
vida"; un 19% se autoconsideraba "espiritual pero no religioso"
y un 46% se declaraba indiferente, es decir, "ni espiritual ni
religioso".
Los resultados son interesantes. Los
"espirituales" adictos a las drogas doblan a los
"religiosos" drogodependientes. Los "espirituales" tienen
un riesgo un 25% mayor que los "religiosos" de desarrollar un
trastorno de ansiedad. Los "espirituales" tienen hasta un 70% más
posibilidades de tener fobias que los "religiosos". Algo parecido
sucede con desórdenes de alimentación (anorexia y bulimia) y con los desórdenes
neuróticos. La conclusión final del estudio se resume en una frase: “Las
personas que tienen una comprensión espiritual de la vida en la ausencia de un
marco religioso son más vulnerables a la enfermedad mental”.
Las reacciones a estas conclusiones han sido igualmente
interesantes. Michael King, investigador principal del proyecto, ha comentado
que después de publicar el estudio recibió una gran cantidad de correos
electrónicos agresivos e insultantes. Pero se mantiene firme en sus resultados,
pues insiste en que las enormes diferencias entre un colectivo y otro “son
diferencias muy obvias”. Y esa furia de los comentarios contra un resultado
científico no deja de ser reveladora.
¿Qué significa eso de ser "espiritual pero no
religioso"? En Gran Bretaña, que es donde se ha hecho el estudio, los
"espirituales no religiosos" son sobre todo agnósticos con
inquietudes filosóficas, personas vagamente deístas o panteístas, cristianos no
practicantes o no vinculados a ninguna iglesia, variantes diversas de New Age,
reiki, orientalismo, yogas, relajaciones, etc.
Está claro que el estudio muestra una correlación, no
necesariamente un fenómeno de causa y efecto. Pero alguna vinculación parece
haber. La psicóloga Tanya Luhrmann, antropóloga y profesora en la Universidad
Stanford, explicó a la CNN que, al menos en Occidente, la religiosidad estable
y disciplinada (como ir a la iglesia con periodicidad) tiene efectos benéficos
que se pueden medir sociológicamente, pues suponen pertenecer a una red de
apoyo social, tener una creencia firme y eficaz en un Dios que nos pide hacer
el bien, y hay además una práctica organizada de la oración. Y las tres cosas
ayudan al bienestar psicológico. “Cuando eres espiritual pero no religioso,
pierdes los primeros dos puntos y la mayoría de las personas
espirituales-no-religiosas no practican el tercero”, dijo Luhrmann. “Lo que funciona
no es sólo una creencia genérica en Dios. Lo que funciona son las prácticas
específicas”.
Hay otros estudios similares, como los de Robert Putnam y
Chaeyoon Lim, que fueron publicados en la American Sociological Review, y
señalan que la religiosidad da beneficios claros en forma de felicidad, mayor
salud mental, estabilidad y protección frente a las adicciones, siempre que se
cumplan algunas condiciones, como reunirse regular y frecuentemente, compartir
algo espiritual y coincidir con gente a la que se conoce por su nombre y se
aprecia.
Está claro que la religión no es una simple práctica que
aporta beneficios sociológicos y psicológicos, sino mucho más. Pero viene bien
saber que ser creyente practicante trae consigo muchas cosas positivas para el
carácter y la psicología de las personas, pues hay demasiada gente empeñada en
decir, sin sustento científico alguno, que la religión provoca problemas
psicológicos, cuando la evidencia de los investigadores es más bien contraria.
Alfonso Aguiló
Hacer Familia
|