Donde Pedro fue enterrado, los cristianos antiguos
edificaron el altar mayor, monumentos y edificios. Allí están los huesos de un
varón robusto del siglo I que murió con unos 70 años de edad.
Zenit 1 abril 2013
En la tarde del Lunes de Pascua, el Santo Padre Francisco
visitó, de forma privada, las excavaciones de la necrópolis vaticana situada
bajo la basílica de San Pedro, y se detuvo en oración ante la tumba de San
Pedro, el primer obispo de Roma y razón por la que la Iglesia católica edificó
sucesivas basílicas en el mismo lugar.
El Papa fue acompañado por el cardenal Angelo Comastri,
arcipreste de la Basilica Vaticana, el delegado de la Fábrica de San Pedro,
monseñor Vittorio Lanzani, el secretario papal Alfred Xuereb y los responsables
de la necrópolis vaticana, Pietro Zander y Mario Bosco.
Un Papa (¡vivo!) en la necrópolis
Primer papa que baja a las excavaciones de la necrópolis
vaticana, Francisco recorrió toda la vía central de la necrópolis, que se
encuentra bajo la basílica y las grutas vaticanas, escuchando las explicaciones
del cardenal Comastri y del doctor Zander, acercándose así –en ligera
pendiente- al lugar donde se encuentra la tumba de san Pedro, exactamente bajo
el altar central y la cúpula de la basílica.
En la Capilla Clementina, el lugar más cercano a la tumba
del primer obispo de Roma, el Papa se detuvo en oración silenciosa, en
recogimiento profundo y conmovido.
La visita concluyó en las grutas vaticanas, rindiendo
homenaje a las tumbas de los papas del siglo pasado que allí se encuentran:
Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo I.
Saliendo de las grutas, el papa saludó al personal presente
y regresó a pie a Santa Marta, tal como había venido, también a pie, hasta la
entrada de las excavaciones en el lado izquierdo de la basílica. La visita empezó
a las 17 horas y acabó a las 17,45.
El hallazgo de la tumba de Pedro
Aunque la tradición decía que Pedro estaba allí, no había
evidencia científica de ello. En 1942, monseñor Ludwig Kaas, encontró restos en
una tumba de la colina vaticana. Pensó que podrían ser los huesos de san Pedro
y le preocupaba que la reliquia no fueran tratada con el respeto que merecía,
por lo que decidió, en secreto, trasladar los restos a otro lugar dentro de la
necrópolis.
Tras la muerte de Kaas, la profesora Margherita Guarducci,
arqueóloga italiana, descubrió estos restos por casualidad, mientras descifraba
unas grafitos escritos en el muro denominado G (de color blanco); y en el
adyacente (de color rojo). Los grafitos decían: “Pedro, ruega por los
cristianos que estamos sepultados junto a tu cuerpo”. “Pedro está aquí”.
También halló una especie de firma, parecida a la letra “P”,
y en el palo vertical tres rayas horizontales en forma de llave. Al excavar
descubrió un nicho forrado de mármol blanco, que contenía huesos. Informó al
papa Pablo VI de que, según sus conclusiones, los restos eran los de san Pedro.
La responsabilidad de estudiar estos huesos recayó en
Venerato Correnti, profesor y catedrático de antropología de la Universidad de
Palermo. Este llegó a la conclusión de que en el nicho había huesos humanos y
de un ratón. Con respecto al animal, supuso que se coló por alguna rendija y
murió allí. Los huesos humanos son de la misma persona, un individuo varón
robusto, de avanzada edad (posiblemente setenta años), y del primer siglo.
El 26 de junio de 1968, Pablo VI anunció al mundo que se
habían hallado los restos de san Pedro. La Librería Editorial Vaticana publicó
el resultado de la investigación de la profesora Guarducci con el título Las
reliquias de san Pedro.
Se sabía que la tumba de Pedro tenía que estar allí porque
en aquél preciso lugar de la colina vaticana, antiguos jardines del palacio del
emperador Nerón, se fueron edificando una serie de extraordinarios y ricos
monumentos, indicando que algo muy valioso ocultaba su subsuelo.
“Pedro vino a Roma; aquí encontró el martirio durante la
persecución de Nerón; después sus restos fueron recogidos por los cristianos,
porque la ley romana permitía recuperar los cuerpos de los condenados para
darles sepultura. Pedro fue trasladado al punto donde hoy se yergue el altar
papal. Allí fue enterrado y se puede decir que desde hace dos mil años ese
lugar es la justificación de la presencia del obispo de Roma junto a la tumba
de Pedro, esto es, del papa”, explica el cardenal Comastri, arcipreste de la
basílica vaticana.