Sacerdotes sin hábito
Un hábito apropiado
De
lo alto han sido impartidas disposiciones con relación al hábito
sacerdotal. Mis sacerdotes, viviendo en el mundo han sido segregados del
mundo.
Quiero
a mis sacerdotes distintos de los laicos, no sólo por un tenor de vida
espiritual más perfecta, sino también exteriormente deben distinguirse
con su hábito propio.
¡Cuántos escándalos, cuántos abusos y cuántas ocasiones más de pecado y cuántos pecados más!
¡Qué
inadmisible condescendencia por parte de los que tienen el poder de
legislar! Y junto con el poder, tienen también el deber de hacer
respetar sus leyes. ¿Porqué no se hace?
Lo sé: las molestias no serían pocas. Pero Yo no he prometido jamás a nadie una vida fácil, cómoda, exenta de disgustos.
Quizá teman reacciones contraproducentes. No, el relajamiento provoca un mayor relajamiento.
Funcionarios
estatales, de empresas, de entes militares visten su uniforme. Muchos
sacerdotes míos se avergüenzan, contraviniendo las disposiciones,
compitiendo en coquetería con los mundanos.
¿Cómo, hijo, puedo no dolerme amorosamente? Quien no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho.
¿Qué
decir, luego, del modo en que se administran mis Sacramentos por tantos
de mis sacerdotes? Se va al confesionario en mangas de camisa, y no
siempre con la camisa, sin estola.
Si
se debe hacer una visita a una familia de respeto, se ponen la
chaqueta, pero la casa de Dios es mucho más que cualquier familia de
respeto.
También
está prescrito vestido talar para el ejercicio del propio ministerio:
asistencia a los enfermos, enseñanza en las escuelas, visitas a los
hospitales, celebración de la Santa Misa, administración de los
Sacramentos. ¿Quién se pone ahora el vestido talar para todo esto?
Esto, hijo mío, es indisciplina que roza en la anarquía.
¿Que
decirte de tantos sacerdotes míos que no tienen tiempo de rezar,
atosigados como están en tantas actividades inútiles, aunque
aparentemente santas?
Actividades inútiles porque les falta su alma, porque les falta mi presencia. Donde Yo no estoy no hay fecundidad espiritual.
Pero
cuántos sacerdotes tienen tiempo para ir a ver películas inmorales y
pornográficas, con el pretexto de que se necesita conocer para juzgar.
Esta justificación es satánica.
Los santos sacerdotes, que jamás se permitirían tales inmoralidades, no serían hábiles para orientar y aconsejar a las almas...
No sus palabras
En
Mi Iglesia hay sacerdotes que se predican a sí mismos. En el
rebuscamiento del lenguaje, en la elegancia del decir, y con otros cien
recursos, buscan llamar la atención de los oyentes para hacerlos
converger sobre sí.
Es
verdad que mi palabra es por sí misma eficaz, ¡pero mi Palabra, no su
palabra!. Mi Palabra, antes de ser anunciada ha de ser leída, meditada y
absorbida; después dada con humildad y simplicidad.
En mi Cuerpo Místico hay focos de infección, hay llagas purulentas.
En
los seminarios hay gente infectada que contamina a aquellos que deben
ser mis ministros del mañana ¿quién puede valorar el mal?
Si
en una clínica o en una comunidad se manifiesta una enfermedad
contagiosa, se recurre a los remedios con gran solicitud, con
informaciones y aislamientos, con medidas enérgicas y repentinas. En mi
Cuerpo Místico se manifiestan males mucho más graves, y hay aquiescencia
como si nada estuviera pasando. Miedos y temores injustificados, se
dice.
¡No es amor, no es caridad el permitir difundirse los males que llevan a las almas a la perdición!
Hay abuso exagerado de la Misericordia de Dios como, si con la Misericordia, no coexistiese la Justicia...
Quién
está investido de responsabilidad, actuando con rectitud, no debe
preocuparse por las consecuencias cuando necesita tomar medidas para
cortar el mal en curso.
Hijo,
¿qué decir luego de tantos sacerdotes míos, del modo del todo
irresponsable con el que llevan a cabo una tarea delicadísima, como es
la de la enseñanza religiosa en las escuelas?
De
acuerdo que no faltan sacerdotes bien formados y conscientes, que
cumplen sus deberes de la mejor manera. Pero junto a los buenos,
¡cuántos superficiales, inconscientes, incluso corruptos! Han hecho y
hacen un mal inmenso, en lugar del bien, a los jóvenes, tan necesitados
de ser ayudados moral y espiritualmente.
La comprensión para estos sacerdotes míos no debe justificar licencia.
Jesus a Ottavio Michelini, 1975