*Jesús habla del hábito sacerdotal


Toronto priests Fr. Roberto Ubertino, left, and Fr. Hernan Astudillo after their meeting at St. John's Bakery.Sacerdotes sin hábito


Un hábito apropiado

De lo alto han sido impartidas disposiciones con relación al hábito sacerdotal. Mis sacerdotes, viviendo en el mundo han sido segregados del mundo.

Quiero a mis sacerdotes distintos de los laicos, no sólo por un tenor de vida espiritual más perfecta, sino también exteriormente deben distinguirse con su hábito propio.
¡Cuántos escándalos, cuántos abusos y cuántas ocasiones más de pecado y cuántos pecados más! 

¡Qué inadmisible condescendencia por parte de los que tienen el poder de legislar! Y junto con el poder, tienen también el deber de hacer respetar sus leyes.  ¿Porqué no se hace?
Lo sé: las molestias no serían pocas. Pero Yo no he prometido jamás a nadie una vida fácil, cómoda, exenta de disgustos.

Quizá teman reacciones contraproducentes. No, el relajamiento provoca  un mayor relajamiento.

Funcionarios estatales, de empresas, de entes militares visten su uniforme. Muchos sacerdotes míos se avergüenzan, contraviniendo las disposiciones, compitiendo en coquetería con los mundanos.

¿Cómo, hijo, puedo no dolerme amorosamente? Quien no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho.

¿Qué decir, luego, del modo en que se administran mis Sacramentos por tantos de mis sacerdotes?  Se va al confesionario en mangas de camisa, y no siempre con la camisa, sin estola. 

Si se debe hacer una visita a una familia de respeto, se ponen la chaqueta, pero la casa de Dios es mucho más que cualquier familia de respeto.

También está prescrito vestido talar para el ejercicio del propio ministerio: asistencia a los enfermos, enseñanza en las escuelas, visitas a los hospitales, celebración de la Santa Misa, administración de los Sacramentos. ¿Quién se pone ahora el vestido talar para todo esto? 

Esto, hijo mío, es indisciplina que roza en la anarquía.

¿Que decirte de tantos sacerdotes míos que no tienen tiempo de rezar, atosigados  como están en tantas actividades inútiles, aunque aparentemente santas? 

Actividades inútiles porque les falta su alma, porque les falta mi presencia. Donde Yo no estoy no hay fecundidad espiritual. 

Pero cuántos sacerdotes tienen tiempo para ir a ver películas inmorales y pornográficas, con el pretexto de que se necesita conocer para juzgar. Esta justificación es satánica.
Los santos sacerdotes, que jamás se permitirían tales inmoralidades, no serían hábiles para orientar y aconsejar a las almas... 

No sus palabras

En Mi Iglesia hay sacerdotes que se predican a sí mismos. En el rebuscamiento del lenguaje, en la elegancia del decir, y con otros cien recursos, buscan llamar la atención de los oyentes para hacerlos converger sobre sí. 

Es verdad que mi palabra es por sí misma eficaz, ¡pero mi Palabra, no su palabra!. Mi Palabra, antes de ser anunciada ha de ser leída, meditada y absorbida; después dada con humildad y simplicidad.

En mi Cuerpo Místico hay focos de infección, hay llagas purulentas. 

En los seminarios hay gente infectada que contamina a aquellos que deben ser mis ministros del mañana ¿quién puede valorar el mal? 
Si en una clínica o en una comunidad se manifiesta una enfermedad contagiosa, se recurre a los remedios con gran solicitud, con informaciones y aislamientos, con medidas enérgicas y repentinas. En mi Cuerpo Místico se manifiestan males mucho más graves, y hay aquiescencia como si nada estuviera pasando. Miedos y temores injustificados, se dice.

¡No es amor, no es caridad el permitir difundirse los males que llevan a las almas a la perdición!

Hay abuso exagerado de la Misericordia de Dios como, si con la Misericordia, no coexistiese la Justicia... 

Quién está investido de responsabilidad, actuando con rectitud, no debe preocuparse por las consecuencias cuando necesita tomar medidas para cortar el mal en curso.

Hijo, ¿qué decir luego de tantos sacerdotes míos, del modo del todo irresponsable con el que llevan a cabo una tarea delicadísima, como es la de la enseñanza religiosa en las escuelas?

De acuerdo que no faltan sacerdotes bien formados y conscientes, que cumplen sus deberes de la mejor manera. Pero junto a los buenos, ¡cuántos superficiales, inconscientes, incluso corruptos! Han hecho y hacen un mal inmenso, en lugar del bien, a los jóvenes, tan necesitados de ser ayudados moral y espiritualmente. 

La comprensión para estos sacerdotes míos no debe justificar licencia.

Jesus a Ottavio Michelini, 1975