*Los masones y el papa Francisco






Traducción de Yoalán Vera




El Gran Oriente Democrático saluda al nuevo Papa Francisco y le pide que se corrija a sí mismo, antes que a la Santa Iglesia Romana. Haciéndolo así, podrá ser quizá el artífice de la regeneración de la Catolicidad. En caso contrario, se anuncia a un Pontífice “Gattopardo”[1]: llegado a cambiar todo para no cambiar nada.

El Gran Oriente Democrático saluda afectuosamente a Jorge Mario Bergoglio y se congratula con él también por la adecuada selección del nombre papal: “Francisco”: un homenaje (el primero que conjunta de un modo tan explícito de parte del sumo vértice eclesiástico, después de tantos siglos) al Santo de Asís, desde siempre símbolo de sobriedad, dulzura, simplicidad, desprecio de las pompas mundanas carentes de sustancia evangélica, amor apasionado por la naturaleza y sus criaturas, espiritualidad intensa y auténtica.

Es más, Bergoglio es el primer papa jesuita de la historia.

Como sabemos, la historia de los jesuitas era muy distinta antes de que se convirtiera en Prepósito General Pedro Arrupe (1907-1991, prepósito de 1965 a 1983); otra muy distinta aún bajo la guía de este extraordinario “Papa Negro” (así se llama comúnmente al Superior General de la Compañía de Jesús) progresista; aún más distinta desde el abandono de Arrupe y hasta el 2008 (Prepósito General de 1983 al 2000: Peter Hans Kolvenbach, un conservador moderado); de nuevo bajo una línea potencialmente progresista con el Generalato actual de Adolfo Nicolás Pachón.

En resumen, si durante tantos siglos que van del XVI a la primera mitad del XX, los Jesuitas han representado siempre una vanguardia cultural y diplomática refinadísima en la reelaboración de las conquistas de la modernidad en clave doctrinal y pastoral antimodernista y tradicionalista, constituyéndose de hecho como la “Quinta Columna” reaccionaria de la Iglesia Católica, a partir de la guía de Pedro Arrupe (hijo e intérprete auténtico del Concilio Vaticano II), la música ha cambiado.

Teología de la Liberación aparte (la cual tendremos que precisar un poco mejor algún día), los Jesuitas se han transformado en la Orden religiosa mejor preparada, cultural y espiritualmente, para dialogar con la sociedad abierta contemporánea: es decir, con una sociedad laica, liberal, pluralista, tolerante y democrática, al menos en Occidente y sus alrededores. 


Por lo tanto, si añadimos la ascendencia simbólica con la tradición franciscana (la elección de llamarse Francisco, el primer Papa con este nombre) y también la ascendencia efectiva con la Compañía de Jesús de fines de siglo XX, el pontificado de Jorge Mario Bergoglio parece haber comenzado bajo los auspicios más idóneos.

Sin embargo, no faltan las sombras.

En el ámbito del Gran Oriente Democrático podemos decir en breve que existen en este momento tres posturas con respecto al nuevo obispo de Roma y pontífice Francisco.

La primera posición es aquella de los que consideran que será un Papa innovador y progresista.

Para sostener esta tesis, algunos Hermanos cercanos al GOD (Gran Oriente Democrático) aseguran haber contribuido de alguna forma, indirectamente, incluso al interior del cónclave por medio de “amigos fraternos”, para que se eligiera a un hombre capaz de regenerar la Iglesia Católica y de beneficiar a la sociedad humana planetaria [sic] en su totalidad.

Estos precisan que el Cardenal Bergoglio había sido patrocinado en el cónclave del 2005, ni más ni menos que por el Cardenal Carlo Maria Martini: "Ahora que las celebraciones retóricas y las condolencias altisonantes han dejado lugar al silencio y a la metabolización del luto, Gran Oriente Democrático saluda con afecto al Hermano Carlo Maria Martini, que ha pasado al Oriente Eterno." - Ver AQUÍ.

El silogismo es el siguiente: si el ciertamente progresista Martini apoyaba a Bergoglio, entonces también Bergoglio será reformador e innovador de diversas cuestiones relevantes, como lo habría sido Martini si alguna vez hubiera obtenido la tiara (en sentido simbólico: esta toca de tres coronas no se utiliza ya desde 1963).

La segunda postura es más o menos la nuestra, la de algunos Hermanos que están escribiendo eventualmente y/o en cada caso, aprobando directamente este artículo.

Nosotros sostenemos que Jorge Mario Bergoglio tiene mucho que corregirse a sí mismo, antes de poder acceder de un modo increíble a algún programa regenerador de la Santa Iglesia Romana.

Y no nos referimos solamente a cuanto se declara en el siguiente artículo: El nuevo Papa Bergoglio: la dictadura el pasado, artículo del 13 de marzo de 2012 por Angela Nocioni para IL FATTO QUOTIDIANO [2], sino también a las palabras tontas e infames empleadas por el mismo Cardenal Bergoglio durante la aprobación, por parte del Parlamento argentino, de la normativa que introduce la posibilidad del matrimonio homosexual. Citamos las declaraciones del entonces Arzobispo de Buenos Aires en Wikipedia (que en este caso se refiere puntualmente a las fuentes mencionadas):

“Bergoglio ha tenido forma de expresar su posición sobre la homosexualidad y la enseñanza de la Iglesia Católica en materia de prácticas homosexuales, considerándolas como intrínsecamente inmorales. El entonces cardenal, junto con la condena de tal comportamiento, subrayó también la importancia de mantener el respeto por las personas homosexuales.[33]

 
En el 2010, con ocasión de la nueva normativa sostenida por el gobierno argentino, que volvió a dar equivalencia legar entre los matrimonios heterosexuales y los de compañeros homosexuales, el arzobispo de Buenos Aires se opuso firmemente al proyecto definiendo la ley como un “gesto del diablo” y afirmando que estaba en juego la identidad y la supervivencia de la familia misma, compuesta por padre, madre e hijos [34][35]. En una carta las Hermanas Carmelitas de Buenos Aires, Bergolgio escribió [36][37][38]:

«El pueblo argentino se tendrá que enfrentar en las próximas semanas a una situación, cuyo éxito puede herir gravemente a la familia (…), el proyecto de ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Está en juego la identidad y la supervivencia de la familia: padre, madre e hijos. Se pone en juego la vida de tantos niños discriminados por anticipado, pues están privados del crecimiento humano que Dios ha querido dar por medio de un padre y una madre. Se pone en juego un rechazo explícito de la ley de Dios, incrustada en nuestros corazones.»

«No debemos ser ingenuos: no es sólo una lucha política, es la afirmación destructiva del plan de Dios. No es sólo un proyecto de ley (esto es sólo el instrumento), sino un gesto del padre de la Mentira que busca confundir y engañar a los hijos de Dios. Hoy el país necesita de la asistencia especial del Espíritu Santo, que ponga la luz de la verdad frente a las tinieblas del error. (…) Santa Teresa suplique al Señor que envíe Su Espíritu Santo sobre los senadores que deben dar su voto. (…) Recordemos lo que Dios dijo a su pueblo en un momento de gran angustia: esta guerra no es suya, sino de Dios”».

Hélo aquí.

¿Puede un individuo que se expresa con este estilo y con este contenido ser el pionero de una renovación de la Catolicidad?

¿Puede ser considerado como progresista, quien aún se opone a reconocer los derechos civiles universales de los individuos, a prescindir del sexo y de la orientación sexual?

¿Qué tan creíble es que el Espíritu Santo sople vigorosamente sobre la cabeza de quien, como mínimo (porque como máximo, según las investigaciones del influyente periodista Horacio Verbitsky, tendría una responsabilidad mucho más vergonzosa) no declaró fuerte y claro su desacuerdo en la época de la dictadura argentina de Videla, Massera & Company?

Todas las cuestiones, sobre las que no queremos dar respuesta definitiva, nos dejan muy perplejos y pesimistas sobre el futuro del nuevo pontificado.

De hecho es posible que aquello que realmente se quiere sea sólo un poco de retórica neo-franciscana, condimentada con reiterados paternalismos moralizantes contra el dinero, el poder y la corrupción generalizada del Mundo que habría contaminado también a la Iglesia, a lo cual se añadiría quizá alguna acción estridente y con un efecto tal que pudiera complacer a los fieles más imbéciles y bobalicones.

Cualquier medida y cualquier acción imprevista pseudo-edificante que, al igual que la obra multisecular y ejemplar de algunos exponentes (aunque no todos) de la Orden Franciscana instituida en 1209, pudiera sostener eficazmente a la todavía más arrogante de las jerarquías eclesiásticas en perseguir la hegemonía e influencia a nivel temporal.

De hecho, para regenerarse verdaderamente, la Iglesia Católica necesitaría renovar y actualizar en un sentido todavía más progresista el patrimonio espiritual y filosófico del Concilio Vaticano II.

Lo cual significaría implementar una Iglesia caracterizada por el amor incondicional hacia todos: por la bienvenida, la promoción y la defensa de la diversidad; por la generosidad desinteresada; por la facultad del matrimonio y/o de una vida sexual libre para los sacerdotes; por un patrimonio doctrinal menos “sexofóbico” [sic] y misógino (que genera monstruos, infelicidad afectiva e hipocresía); por la igualdad de mujeres y hombres para acceder al sacerdocio, al episcopado e inclusive al papado; por la reconsideración en su totalidad de las diferentes posiciones asumidas con relación a los problemas tales como la fecundación asistida, la eutanasia, la libertad de la investigación científica, varios derechos civiles negados, la tolerancia a la herejía y de la heterodoxia, etc.; por la reorganización en forma de asamblea, pluralista y democrática de todo el Cuerpo Místico de Cristo, abandonando para siempre la ideología del “Papa Rey Absoluto”.

¿Un proyecto como este se encuentra en las verdaderas intenciones del Papa Francisco? Es lícito dudarlo.

La tercera postura, entre Nosotros [sic], es sobre todo la del Hermano Gioele Magaldi, quien sostiene muy pragmáticamente, “Poco importa, si no sólo de manera historiográfica, disertar largamente sobre lo que el jesuita Jorge Mario Bergoglio ha sido o no ha sido hasta aquí, ha hecho o no ha hecho hasta aquí. Yo me reservo la valoración sobre lo que hará o no hará en el presente o en el futuro. Si habrá sido un farsante, no dejaré de denunciarlo; si, al contrario, se revela como un revolucionario/reformador positivo de las teorías y de las prácticas que actualmente conducen mal a la Iglesia, no dejaré de alabarlo y de apreciarlo”.

Por el momento, suspendamos nuestro análisis con las palabras salomónicas del venerabilísimo Maestro Magaldi [sic].

Y para complementar nuestras ideas, remitimos a nuestros lectores a meditar también las siguientes, interesantes contribuciones:

“Forza Papa Francesco”, articolo del 14 marzo 2013 by Francesco Maria Toscano per IL MORALISTA.

“Dalla Fine del Mondo”, articolo del 14 marzo 2013 by Emanuele Bellato per IL MORALISTA


LOS HERMANOS DEL GRAN ORIENTE DEMOCRATICO

(www.grandeoriente-democratico.com)




[1] Nota del Traductor: El gatopardismo es un concepto político según el cual en determinados momentos históricos se hace necesario crear una apariencia de cambio revolucionario con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca incólume e inalterado. Este concepto está extraido del libro de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, “El Gatopardo”, una obra maestra de la literatura que también fue trasladada al cine de manera excepcional por el director Luchino Visconti.

[2] Dé click AQUÍ para leer el artículo: “Il nuovo papa Bergoglio: la dittatura argentina e le ombre sul passato”, articolo del 13 marzo 2012 by Angela Nocioni per IL FATTO QUOTIDIANO