Santa Catalina de Siena, en su famosa obra El Dialogo, tiene un precioso
capítulo sobre las diferentes clases de lágrimas, su valor y fruto.
Esta Doctora de la Iglesia distingue hasta cinco clases de lágrimas:
1 Lágrimas malas, que engendran muerte. Son las que proceden del
pecado y llevan al pecado: lágrimas de odio, de envidia o desesperación,
proceden de un corazón desordenado y apartado de Dios.
2 Lágrimas de temor por los propios pecados. Son las de los que
se levantan del pecado por temor al castigo: el temor les hace llorar.
Su motivación no es perfecta, pues no hay necesariamente
arrepentimiento.
3 Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir
a Dios; pero, privados de los consuelos visibles, lloran por verse con
tanta incapacidad y tribulaciones.
4 Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.
5 Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión
intima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los
santos en las mas altas cumbres de perfección cristiana.
¿Lloró María Santísima?
La Virgen Maria sufrió muchas penas y dolores. Simeón le anuncia que
¨"una espada traspasaría su corazón" (Lc 2, 35). Y los cuatro
evangelistas nos narran acontecimientos que no podían menos de causar un
profundo dolor en María.
El libro del Apocalipsis, nos describe a la "Mujer vestida de sol, con
la luna a sus pies y coronada con una corona de doce estrellas...y nos
dice que "gritaba con dolores de parto" (Ap 12,1_2). Estos dolores son
los que le produjo el parto sobrenatural de la Iglesia y de los miembros
del cuerpo místico de su Hijo. El parto donde María nos recibe a todos
como hijos, ocurrió al pie de la cruz de su Amado Hijo Jesús. Y María,
seguirá sufriendo dolores de parto hasta que su Hijo no haya nacido en
todos los corazones de los hombres.
Sabemos que Cristo lloró al predecir la ruina de Jerusalén (Lc 19,41) y
que también, derramó lágrimas ante el dolor de Marta y María por la
muerte de Lázaro (Jn 11,35). De la Stma. Virgen María, los evangelios no
nos lo dice de forma explícita, pero al narrarnos situaciones dolorosas
en las que ella participó plenamente en su misión de asociada a la obra
redentora, o sea, como corredentora, debemos concluir que si Ella
realmente sufrió, debió entonces haber llorado, derramado muchas
lágrimas de sus ojos tan puros.
Llorar no es imperfección cuando el motivo del llanto es santo. Llorar
no es efecto de debilidad, sino de fina sensibilidad. Llorar a impulsos
del amor divino es un don de Dios, don que solo a grandes almas se
concede.
San Francisco de Asís, lloraba tanto por sus pecados, que cuando uno
visita la Basílica de Santa María de los Ángeles en donde se encuentra
la Porciúncula y otros lugares cruciales para la vida del santo,
encontramos una cueva que se llama ¨la capilla de las lágrimas¨. Esta
capilla es la cueva donde San Francisco muchas veces lloró al
contemplarse tan pecador ante la santidad de Dios.