*Un admirable consejo del papa Francisco a los sacerdotes que...



En una comida con varios sacerdotes, Francisco I les pidió dos cosas:

Que mantuvieran abiertas las puertas de las iglesias y encendida la luz del confesonario.
 
No hay nada mejor para facilitar las conversiones que administrar el sacramento del perdón y la dirección espiritual. Pero para ello se requiere la disponibilidad de los sacerdotes, hoy demasiado ocupados -salvo excepciones- para dedicarse a la cura de almas, labor que tanto se echa en falta en las parroquias de casi todo el mundo y que deja a las ovejas desorientadas y perdidas de una parroquia, sin pastor al mando al que acudir.
 
No hay nada peor que cerrar las puertas al Cristo eucarístico, impidiéndole el encuentro con los fieles que muchas veces lo visitarían en las iglesias si el cura párroco estuviera por la labor de dejarlas abiertas.