*Una anécdota sobre el traje sacerdotal

No estorba para nada bueno y puede servir de mucho











Un lector me envía este hecho del que ha tenido conocimiento. Y que refleja la posible realidad:

"Para los que no dan importancia al atuendo del sacerdote, he aquí un ejemplo real, sucedido a un sacerdote que conozco.

Todas las semanas va a un hospital para atender a uno o varios enfermos. Siempre viste de sacerdote, pero especialmente le gusta ir con sotana a los hospitales pues, según su experiencia, ayuda a dar paz y confianza a los enfermos. Por supuesto, cuando le ven, los familiares de otras habitaciones le piden que entre un momento a ver al enfermo. Lo que sólo iba a ser la visita a uno o dos enfermos, se convertía en una auténtica “visita de planta”. Y eso, sólo por ir de sotana.

Al terminar uno de esos días, por pura comodidad, decidió salir por urgencias, ya que tenía el coche aparcado por esa zona. Al atravesar el pasillo que conducía a la salida, sintió que una mano le agarraba del brazo y le decía: “¡Padre, confiéseme, por favor!”. Por lo visto, se trataba de un herido grave, postrado en una camilla, al que debían operar urgentemente, pues se temía por su vida.

Resultó que el herido también era sacerdote (aunque no llevaba nada que ayudara a identificarlo). El confesor le atendió con mucho cariño. Al final, le animó a que, si salía de allí, no olvidase vestir siempre como sacerdote, ya que si él (el confesor) no hubiera ido vestido con sotana, el enfermo no le habría identificado ni, por tanto, pedirle confesión. “Como nuestra tarea es llevar almas a Dios –le vino a decir–, debemos ser como un taxi, con el letrero y la luz siempre encendidos, para que, incluso desde lejos, cualquiera nos pueda parar y solicitar nuestros servicios. Los fieles necesitan curas que no teman vestir como sacerdotes, ya que debemos estar de guardia las 24 horas del día”.
 

De la Cigoña