*¿Has pensado en tu muerte como en algo gozoso

Revelaciones a un apóstol laico

Los mensajes han sido sometidos a su Obispo, Reverendo Leo O’Reilly, de Kilmore, Irlanda, así como a la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe para su revisión formal. Entretanto, el Obispo O’Reilly ha otorgado permiso para su publicación.

Mensaje del 5 de Diciembre, 2006

Jesús:


Amado Mío, el cambio se acerca; lo sientes. Te estás preparando para dar por terminado tu tiempo en la tierra y comenzar tu tiempo en la eternidad. Ese día, el día de tu muerte, será un día gozoso porque regresarás a Mí. ¿Alguna vez pensaste en tu muerte como algo gozoso?


Probablemente no. Quizás tengas miedo.Querido y pequeño hijo de Dios: quiero ayudarte a disipar todos los temores que tengas y que estén ahuyentando la pacífica consideración de tu próxima vida. Bien sabes que como seres humanos tenemos miedo de la muerte y el sufrimiento. 


Lo entiendo muy bien porque Yo también experimenté un sufrimiento terrible, si bien de la muerte no tuve miedo porque sabía que para Mí significaba la liberación de aquellas convulsiones que experimentaba en Mi cuerpo. 

Amadísimo Mío,
para ti también será una liberación. Cuando tu cuerpo deje de vivir, tu alma se llenará de
la plenitud de la vida. No hay razón alguna para que temas. Yo estaré allí por ti, te llevaré
conmigo y te consolaré. Te sentirás más seguro de lo que jamás te hayas sentido en la tierra.


¿Crees esto? Debes creerlo, amigo Mío, porque es la verdad. Rechaza a Mi enemigo de una vez por todas y descansa en Mi corazón mientras que el cielo te prepara para venir a casa.


Yo permaneceré contigo constantemente, ayudándote, consolándote, preparándote. Al final, te sentirás inundado con Mi paz. Haré esto por ti si tú Me lo permites. Ahora mismo,
en este tiempo, te estoy preparando tu recompensa misma que aún no he terminado
porque sigues sirviendo quizás por medio de alguna enfermedad, a través de la debilidad,
la tristeza o el dolor.


Ofrece todo esto a Mí; ofréceselo a tu Jesús y con ello haré las cosas más magníficas para los que siguen sirviendo en la tierra. Tomaré tus pequeños ofrecimientos y los usaré para consolar al Padre que es rechazado por tantos. Nuestro Padre es tan bueno. Pronto, cuando vengas a Mí, comprenderás con mayor plenitud la grandeza de Su bondad. Te prometo, amado y pequeño Mío, que te alegrarás de cualquier cosa, por pequeña que ésta sea, que le hayas ofrecido a nuestro Padre durante éste, tu último tiempo de servicio en la tierra.

¡Regocíjate! Estoy contigo y jamás te dejaré. Toma Mi mano y con la tuya, ponla en tu valioso y pequeño corazón. Te sostendré firmemente durante el tiempo de transición entre tu vida terrenal y tu vida eterna y no te dejaré nunca. Estoy contigo en cada momento.