Jesús:
¿Cuál es la flor más bella del Paraíso y de la tierra?
¿Cuál es, hijo mío, la obra más bella de la Creación?
¿Cuál es, hijo mío, lo que mayormente es querido a la Trinidad Divina?
Es el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra Madre, objeto del amor eterno de Dios, Uno y Trino.
Pues bien, de lo que le es más querido a su Corazón, Dios ha querido hacer don a vosotros.
Flor
estupenda y fragante, tiene en sí los perfumes de todas las virtudes,
flor que no tiene competencia ni en el Cielo ni en la tierra, tanto se
separa por su belleña de los Ángeles y de todas las criaturas de la
tierra.
Dios
la ha mirado a Ella desde siempre, Dios la ha amado y la ha hecho
objeto de sus complacencias desde siempre; Dios la ha querido junto a Él
para la realización de su infinito proyecto de amor. La ha hecho
Corredentora, Madre, Reina, la ha hecho poderosa.
Ante Ella se someten las jerarquías angélicas y las generaciones humanas la llaman Bienaventurada.
Dios
ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y
después del Hijo, la Madre. Pero los hombres no siempre han demostrado y
demuestran haber entendido el don de Dios.
Flor
hecha de candor inmaculado, de pureza, de amor, de generosidad. Flor
única en el Cielo y en la tierra, nunca habrá otra igual. Ella es la
verdadera obra maestra de Dios, comparada con la cual todo está
descolorido y todo es poco.
Pues
bien, esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites. Los
que no admiten esto, porque dicen que no creen en las numerosas
intervenciones de Mi Madre en favor de la Humanidad peregrinante en la
tierra, no saben lo que es el amor; su corazón es árido, su mente está
oscurecida hasta el punto de no ver.
Jesús a Ottavio Michelini, sacerdote. Italia, nov. 1975