Estando en el despacho parroquial se presentó un joven inmigrante
pidiendo ayuda para conseguir un trabajo, porque tenía a su madre
enferma y necesitaba enviar dinero a su país.
Me contó que estaba viviendo con una familia inmigrante que le cobraba
200 euros mensuales por una habitación y que ya llevaba tres meses sin
poder pagar.
Desde Cáritas parroquial decidí entregarle un cheque con 400 euros para que diera un adelanto de vivienda.
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Cuando le entregué el cheque, el joven rompió en llanto y le dije: «No te dé vergüenza».
A lo que él respondió:
«No es vergüenza, lloro de agradecimiento. Hoy estuve a punto de robar.
Junto a un cajero automático dos mujeres intentaban sacar dinero. El
cajero no funcionaba y se fueron. Después de un rato el cajero echó el
dinero y pensé en quedármelo porque tenía necesidad. Recordé que mi
madre me enseñó que es mejor pedir que robar, así que empecé a buscar a
las mujeres hasta encontrarlas y les entregué su dinero. Ellas sólo me
dieron las gracias».
Yo le dije a Dios: “hice lo que tenía que hacer y Tú sabes mi necesidad, sé que no me abandonarás”.
«El mismo día usted me está dando la misma cantidad de dinero que por la mañana pude haber robado y no lo hice».
Dios no se desdice
Autor: Yelman Francisco Bustamante Solórzano. Cádiz (España
Dios no se desdice
Autor: Yelman Francisco Bustamante Solórzano. Cádiz (España