*Las ánimas asisten a su funeral

Cuando un alma viene, me despierta tocando la puerta o llamándome o sacudiéndome o de otras maneras. Le digo de inmediato: ¿Qué quieres? ¿qué debo hacer por ti? Y normalmente me lo dicen. Un alma me dijo un día: Una de las cosas que más eficacia tiene para nosotras es el sufrimiento soportado con paciencia, sobre todo, cuando se ofrece por manos de la Madre de Dios, para que ella lo utilice para quien quiera. Y me pidió que sufriera por ella. Me pareció bastante extraño, porque hasta ese día ninguna me había pedido sufrir por ella. Le dije. ¿Qué debo hacer? Me respondió: Durante tres horas tendrás grandes dolores en todo el cuerpo. Después de las tres horas, podrás levantarte y continuar tus trabajos, como si no hubiera sucedido nada. Así me quitarás veinte años de purgatorio. Acepté y me vinieron tales dolores, que apenas me daba cuenta de dónde estaba, y parecía que pasaban días y semanas. Cuando todo terminó, me di cuenta de que habían pasado exactamente tres horas. A veces, me pedían sufrir sólo cinco minutos, pero ¡qué largos me parecen esos minutos! .

En 1954 (año mariano) cada noche empezaron a venir. En ocasiones me decían quiénes eran y me encargaban algunas misiones para sus parientes. De esta manera, mi caso fue conocido públicamente. Esto era para mí muy desagradable; porque, por mi cuenta, sólo le habría hablado a mi padre espiritual. Algunas veces, se trataba de que devolvieran bienes mal adquiridos; en algunos casos, ni siquiera los parientes conocían ciertos detalles que yo les daba, por medio de mi párroco y director espiritual, que era quien transmitía los mensajes a gente de otros pueblos, cercanos o lejanos. También en ese año 1954 venían a visitarme las almas durante el día. Al terminar este año mariano, venían dos o tres veces por semana. Normalmente, aparecen el primer viernes de mes o en un día de fiesta de la Virgen o durante la Cuaresma. Durante Semana Santa vienen muchas y también en Adviento y en el mes de noviembre. 
 
Aquellas almas, que yo he conocido bien en vida, las reconozco de inmediato. Otras son desconocidas, a no ser que me digan quiénes son. Normalmente se presentan en vestido de trabajo. Si eran personas inválidas o con graves deficiencias físicas o mentales, aparecen sanos. Los que estaban en silla de ruedas, caminan perfectamente, los mudos hablan, los sordos oyen, los ciegos ven. En el más allá quedan atrás todas las deficiencias humanas. Ellas saben de nosotros más de lo que suponemos. Ellas saben, por ejemplo, quiénes han asistido a su velorio y sepultura, quiénes han ido solamente por hacer acto de presencia y quiénes han ido a rezar por amor Ellas saben también lo que se dice sobre ellas en el velorio, porque están mucho más vecinas a nosotros de lo que suponemos y se dan cuenta de quiénes asisten a las misas ofrecidas por ellas. Ellas están presentes a sus funerales y a las misas ofrecidas por ellas. No les gustan los pomposos funerales, prefieren que sean sencillos, pero fervorosos. No quieren que su cuerpo sea cremado; porque, al no tener lugar de referencia, se pueden olvidar más fácilmente de ellas. La cremación está permitida por la Iglesia, con tal que no se niegue la resurrección, pero ellas quieren todo lo que lleve a su familia a rezar y, el no tener una tumba que visitar, les hace olvidarse de ellas.
 

También quieren que se respete su cuerpo y que se evite cualquier profanación. Les gusta que en la tumba echen agua bendita y tengan un cirio bendito. Las visitas de amor al cementerio les agradan y ayudan más de lo que imaginamos. Incluso, les ayuda el simple hecho de limpiar su tumba, por el amor que ponemos en ello. 
 
Personalmente, cuando voy al cementerio, que está junto a mi casa, enciendo una vela por las almas y les echo agua bendita, y ellas me lo agradecen. Un día vino a verme una niña de unos seis años y me dijo que había apagado una vela en el cementerio para coger la cera y jugar Por eso, se encontraba en el purgatorio, aunque por poco tiempo. Me pidió que encendiera por ella dos velas benditas. 
 
Otro día vino un niño de 11 años, de Kaiser para pedirme que rezara por él. Me dijo que estaba en el purgatorio, porque el día de los difuntos había apagado, por divertirse, varias velas, que estaban encendidas en el cementerio en favor de los difuntos. 


María Simma