Cuando un alma viene, me despierta tocando la puerta o llamándome o sacudiéndome
o de otras maneras. Le digo de inmediato: ¿Qué quieres? ¿qué debo hacer por ti?
Y normalmente me lo dicen. Un alma me dijo un día: Una de las cosas que más
eficacia tiene para nosotras es el sufrimiento soportado con paciencia, sobre
todo, cuando se ofrece por manos de la Madre de Dios, para que ella lo utilice
para quien quiera. Y me pidió que sufriera por ella. Me pareció bastante
extraño, porque hasta ese día ninguna me había pedido sufrir por ella. Le dije.
¿Qué debo hacer? Me respondió: Durante tres horas tendrás grandes dolores en
todo el cuerpo. Después de las tres horas, podrás levantarte y continuar tus
trabajos, como si no hubiera sucedido nada. Así me quitarás veinte años de
purgatorio. Acepté y me vinieron tales dolores, que apenas me daba cuenta de
dónde estaba, y parecía que pasaban días y semanas. Cuando todo terminó, me di
cuenta de que habían pasado exactamente tres horas. A veces, me pedían sufrir
sólo cinco minutos, pero ¡qué largos me parecen esos minutos! .
Aquellas almas, que yo he conocido bien en vida, las reconozco de inmediato. Otras son desconocidas, a no ser que me digan quiénes son. Normalmente se presentan en vestido de trabajo. Si eran personas inválidas o con graves deficiencias físicas o mentales, aparecen sanos. Los que estaban en silla de ruedas, caminan perfectamente, los mudos hablan, los sordos oyen, los ciegos ven. En el más allá quedan atrás todas las deficiencias humanas. Ellas saben de nosotros más de lo que suponemos. Ellas saben, por ejemplo, quiénes han asistido a su velorio y sepultura, quiénes han ido solamente por hacer acto de presencia y quiénes han ido a rezar por amor Ellas saben también lo que se dice sobre ellas en el velorio, porque están mucho más vecinas a nosotros de lo que suponemos y se dan cuenta de quiénes asisten a las misas ofrecidas por ellas. Ellas están presentes a sus funerales y a las misas ofrecidas por ellas. No les gustan los pomposos funerales, prefieren que sean sencillos, pero fervorosos. No quieren que su cuerpo sea cremado; porque, al no tener lugar de referencia, se pueden olvidar más fácilmente de ellas. La cremación está permitida por la Iglesia, con tal que no se niegue la resurrección, pero ellas quieren todo lo que lleve a su familia a rezar y, el no tener una tumba que visitar, les hace olvidarse de ellas.
También quieren que se respete su cuerpo y que se evite cualquier profanación. Les gusta que en la tumba echen agua bendita y tengan un cirio bendito. Las visitas de amor al cementerio les agradan y ayudan más de lo que imaginamos. Incluso, les ayuda el simple hecho de limpiar su tumba, por el amor que ponemos en ello.
Personalmente, cuando voy al cementerio, que está junto a mi casa, enciendo una vela por las almas y les echo agua bendita, y ellas me lo agradecen. Un día vino a verme una niña de unos seis años y me dijo que había apagado una vela en el cementerio para coger la cera y jugar Por eso, se encontraba en el purgatorio, aunque por poco tiempo. Me pidió que encendiera por ella dos velas benditas.
Otro día vino un niño de 11 años, de Kaiser para pedirme que rezara por él. Me dijo que estaba en el purgatorio, porque el día de los difuntos había apagado, por divertirse, varias velas, que estaban encendidas en el cementerio en favor de los difuntos.
María Simma