*Preguntadme continuamente: ¿qué quieres, Jesús?



Ahora consideren, ¿quién viene al encuentro de Mis deseos, el que tergiversa con razones humanas (como al principio la samaritana) o el que vuela apenas oye Mis requerimientos? ¡Cuántas veces pido, directamente o a través de otras criaturas, sin que puedan darme oídos! No pueden escucharme por la dureza de su corazón. Quisiera que me preguntaran continuamente: ¿qué quieres, Jesús? 

Pero Mi amor los hará dulces, los hará flexibles, atentos Conmigo y con sus hermanos, para saber qué deben hacer por Mí. Hagan caso de estas finezas porque para Mí son dulzuras queridísimas. El amor afina y el amor sabe gobernar los propios instintos.
Por eso les repito: denme de beber, porque tengo sed después de tanto camino recorrido. Si no entienden qué es tener sed de la persona amada, al menos entenderán que muchos, muchísimos Me niegan sus almas y que, por eso, Mi sed está insatisfecha por tantos rechazos.
Estoy solo, sin reticencia les digo que también los que hacen profesión de fe, Me aman muy poco. ¡También ellos!…. Con excepciones, por todas partes Me encuentro desamor e infidelidad. 

Se admiran tanto de que sus cosas no vayan por donde desean ¿qué debería decir Yo después de haber sufrido tanto viendo el cúmulo de la incomprensión humana. ¿qué debería decir viendo que no obstante todo Mi desprendimiento reina entre los Míos tanto interés particular? ¿Qué debo decir Yo que estoy esperando a que tengan tiempo para trabajar en Mis cosas que al final servirán para salvar a tantos hermanos suyos?
Fui traicionado un día por un apóstol, hoy, en la mejor de las hipótesis, ¡Soy el gran olvido! ¡El postergado! 

Almas Mías, es el amor el que Me mueve a buscarlos. Mi amor quiere su felicidad y quiere dársela porque Mi sed es esta, deberían saberlo. Ustedes son Mis predilectos, pueden saciar Mi sed; no resistan, no hagan como la samaritana, no Me tengan por extranjero, como lo hizo ella. 

Yo Soy su vida, su salvación, su alegría, su felicidad, su fuego, su camino, su dicha, su honor, su bien, su todo. ¡Almas Mías, tan amadas, Yo Soy el agua que les quita la sed, el agua que los lava, el agua que los purifica, el agua que refresca el ardor de sus llagas (¡Oh, cuántas tienen!), el agua que sana, el agua que los lleva al mar infinito de Mi mismo amor.
No sean samaritanos también ustedes, deben hacerse otras tantas Marías nunca saciados de Mí.
Mi acento particular de hoy los haga pensar. Deseo que se examinen, cada uno por propia cuenta y quiten, con Mi afanosa ayuda, todas las causas que les sirven de obstáculo para unirse a Mí. Los llamo a la práctica, es decir a hablar a la contradicción. Ámenme siempre y no hagan que esta palabra “contradicción” quede cerrada en el vocabulario, porque entonces podrían correr el peligro de ver cerrado para ustedes mismos Mi Corazón. Cerrado, se entiende en cuanto a los efectos benéficos en ustedes, porque aun cuando se rehusaran contradecirse por Mí, nunca podría dejar de amarlos infinitamente. 

Por eso dénme sus almas y Yo calmaré la sed de Mi amor socorriéndolos inmensamente.
Denme su voluntad y, sobre todo, su juicio; quiero decir, hagan el sacrificio de la una y del otro porque, en fin, darme su alma significa justamente esto. Y a la medida que Me sacrifiquen a ustedes mismos, Yo les participaré Mi Divinidad. 

Ustedes Me dan una criatura miserable. Yo les doy a Mí mismo. ¿No es este un cambio aceptable? ¿No se sienten atraídos por quien por poco más que nada sabe darles infinito?
¡Oh, si supieran cuánto desean consumirse las almas del purgatorio, para recibirme en la felicidad del Paraíso! Ven muy bien el valor de la contradicción y, si Yo lo permitiera, volverían a ustedes, para dedicarse a este único ejercicio: entregarse a Mí a través de las contrariedades. Y así permanecen en aquel fuego purificador que anula toda partícula de propia voluntad y que destruye todo vínculo que les impide volar a Mí. Aprendan de ellas, aprendan experimentarán gran calma, gran paz y alivio… ¡Recuerden que tengo sed! 


15-1-96 Jesús DEL LIBRO LA GRAN CRUZADA DEL AMOR. DADO A CATALINA RIVAS.
CA 75