12 agosto 2013. J. M Zavala |
Sobre el peliagudo asunto de la santería tuve oportunidad de charlar largo y tendido con el exorcista más veterano de España: don Lorenzo Alcina, que lleva desde 1976, o sea 37 años consecutivos expulsando demonios.
Exorcista oficial de la diócesis de Palma de Mallorca, don Lorenzo
se mostraba alarmado por el gran auge de la santería en España, cuyo
origen, según me explicó, se remontaba a los esclavos negros que llevaron los cristianos españoles y portugueses hasta el Caribe, donde instalaron la brujería que les servía de ritual para amenazar a otras personas o como simple culto religioso.
La Iglesia, al organizarse en Latinoamérica, puso nombres de santos a esos demonios: san Nicolás, santa Brígida, san Antonio… Santos sincréticos con
apariencia cristiana. De ahí el nombre de santería. Pero bajo esa
denominación, persiste hoy todo el ritual de brujería convertido en un
suculento negocio muy extendido en el mundo. Y ahora, para colmo,
también en España.
Don Lorenzo conoce a un hombre casado de 34 años,
arquitecto, que cayó en sus redes. Tras varios encuentros con él, logró
desvincularle de ese ritualismo pseudosatánico. Previamente, le había
administrado la Unción de Enfermos, además de confesarle y recomendarle
la Misa y comunión diarias.
Ahora, gracias a Dios, él se encuentra muy feliz. Aquel hombre le
contó que varios amigos suyos, empresarios de la construcción, se arruinaron de repente porque algún enemigo, movido por la envidia,
había acudido a una santería para encargarles un maleficio. También le
explicó que los santeros actúan de dos formas distintas: bien confiando
en su fuerza maléfica para infligir daño o hundir a alguien con el mal
de ojo; o bien directamente, a través del Maligno, camuflado en esos
demonios con nombres de santos.
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