*Rouco pide que las iglesias estén abiertas

     por Jorge G Guadalix, sacerdote

Este pasado viernes los curas de la zona tuvimos el retiro de inicio de curso, predicado excepcionalmente por el cardenal Rouco Varela.

Quería destacar sobre todo una cosa que el señor cardenal nos quiso hacer llegar en el rato de charla pastoral. Estamos en plena “Misión Madrid” y como es natural se plantean acciones extraordinarias para dar a conocer a Jesucristo. Este año la diócesis quiere hacerse presente de forma especial en el campo de la enseñanza, tanto primaria como secundaria y universidad. Algo nos tocará a los párrocos. Pero sobre todo insistió, pensando en las parroquias, en que la primera acción misionera es que estén abiertas el mayor tiempo posible y un sacerdote a disposición.

No puedo estar más de acuerdo. Un sacerdote mayor, hace no mucho, me decía que el sacerdote debe estar en la parroquia sin prisas, como Jesús sentado en el pozo de Jacob por si pasara alguna samaritana. Nos cuesta. Andamos todos a la carrera el día entero sin saber demasiado bien por qué ni para qué. En esto los curas somos auténticos especialistas: de la reunión a la librería, de la librería a la delegación, de ahí a ver no sé qué, luego quedar con, para más tarde comer con Y, resolver un papel y pasarte por Z. Es verdad que son demasiadas cosas, pero tampoco es tan complicado mantener la puerta abierta y estar. Sobre todo en parroquias con más de un sacerdote, horas y horas.

Recuerdo un sacerdote que se quejaba de la inutilidad del tiempo en el despacho y en el templo “porque –literalmente- no iba nadie”. Un obispo le dijo: “no pasa nada, echa horas, que acabarán yendo”. Nuestra experiencia en la parroquia es que es exactamente así. Mi compañero y un servidor echamos bastantes horas en el despacho y en el templo. Independientemente del horario de despacho, un mínimo fijo es necesario, prácticamente estamos toda la mañana uno u otro, y a veces los dos, no menos de cuatro horas. Las tardes, más de lo mismo. 

Y la gente viene. Que si a traer una bolsa para Cáritas, la catequesis del niño, un papel, o hablar, porque he pasado y he visto que estaba abierto. No hay mañana que acuda menos de media docena de personas y suene el teléfono unas cuantas veces. Otras, rara vez pero ocurre, nada de nada. Es igual. Como me dijo una vez un feligrés hace años, y no lo he olvidado, “yo sé que si vengo estás”.
Echar horas. Quizá sea la primera actividad parroquial, y desde luego el primer gesto misionero. Horas junto al pozo. Al final, acaba llegando la samaritana muerta de sed.