*Tened compasión del Prisionero rendido a vuestro amor

A las 5,40 de la mañana del día 4 de enero de 1986, Luz Amparo, avisada por la Santísima Virgen, baja a Prado Nuevo acompañada por su yerno Vicente de Pablo, Miguel Martínez con su esposa Julia Sotillo y Honorino Sánchez con su esposa Josefina del Río. Rezan una parte de Rosario dirigido por Julia y comienzan una segunda parte dirigida por Josefina. En el tercer misterio Amparo entra en éxtasis alrededor de las siete horas y recibe y transmite el siguiente mensaje recogido en la cinta magnetofónica por Julia.

EL SEÑOR:
"Hoy vengo lleno de majestad, pero lleno de tristeza, porque los hombres no escuchan los avisos de mi Madre. El mundo, hija mía, está lleno de ingratitud y de malicia. Los hombres viven, hija mía, aferrados al pecado. Mi Padre está indignado, hija mía, y nada ni nadie va a poder sostener su ira.


Un espantoso castigo va a caer sobre el mundo, hija mía. En los hogares no se habla casi de Dios. En los colegios tampoco, hija mía. La juventud está enferma con una enfermedad mortal que sólo Yo podría curar, hija mía. En las iglesias estoy casi solo. Los hombres rechazan mis gracias; cierran sus oídos a la oración y al sacrificio. Me abandonan todos, hija mía; todos o casi todos.


¿No os da pena de Mí, hijos míos; no os da pena que Yo todavía sigo abriendo mi Corazón para todos los seres humanos? Mi Corazón está triste, hija mía, con una tristeza muy grande. (Amparo llora al oír estar palabras.)
¿No os da pena del Prisionero, que estoy prisionero de amor por vosotros, hijos míos.. 2 Tened compasión del Prisionero rendido a vuestro amor. (Amparo solloza en expresión de sufrimiento.) Estoy cerrado aquí por vosotros; para daros alimento de vida eterna. Hijos míos, ¡amadme!


¿Dónde están esas almas, ese gran grupo que había antes, hijos míos, grandes grupos que amaban a mi Corazón? Pero ahora, cuando presento al Padre esas almas, me responde: «No me sirven; no me sirven. Me han abandonado aquellos que estaban entregados en la oración y en el sacrificio.»


Se han abandonado, hijos míos, no encuentro almas capaces de reparar los pecados de la humanidad. Aquellos que se llaman cristianos rechazan la cruz; se acobardan para hablar del Evangelio, hijos míos. Meditad mi Pasión para que veáis que Yo di mi vida para salvaros, hijos míos, para salvaros y daros vida eterna.
Quisiera hacer comprender a los humanos lo indignado que está Dios Padre con ellos, hijos míos, con vosotros, porque ya no es capaz de detener su brazo. Ni la vista de mi Cruz, ni el espectáculo de mis sufrimientos son capaces de sostener
su ira, hijos mios.


Os pido mucho amor. También os pido que pidáis por aquellos que se
llaman hijos míos y me ofenden constantemente cometiendo grandes sacrilegios, al recibirme en sus cuerpos. 


Amadme, hijos míos, que yo también os sigo amando. ¡Qué pocas almas hay, hijos míos, capaces de entregarse víctimas, víctimas de holocausto, hijos míos, para la salvación del mundo! 


Y a ti, hija mía, te pido humildad, mucha humildad, porque la humildad va acompañada de todas las virtudes, hijos míos. Sed humildes. Amad a vuestro prójimo. Sed mansos(Amparo vuelve a decir ¡ay!) y sed pobres de espíritu, porque poseeréis la tierra, hijos míos. Hija mía, mi Corazón está triste, muy triste, porque los que sí eran míos me han abandonado; y aquellas almas consagradas, lozanas y frescas también están marchitas, hijos mios. ¡Qué pocos hay que amen de verdad a Cristo! Porque antes, cuando el ser humano me ofendía, me refugiaba en mis almas consagradas. Pero ahora, ¿dónde busco refugio, hijos míos? ¡Qué pocos son los que me dan consuelo! 


Vas a beber una gota, hija mía, del cáliz del dolor (se oye
con qué esfuerzo traga Amparo; tose y se atraganta). Cada día queda menos, hija mía; y aviso, aviso a los humanos; pero cierran sus oídos a mi llamada. Di que la divina majestad de Dios está muy ofendida, hija mía, gravemente ofendida. Que ya traspasan los pecados de los hombres la bóveda del cielo, hija mía. Por eso os pido a este pequeñito grupo: Estad unidos. Uníos, hijos míos, en el amor, en la caridad y en la fe. También en la esperanza, hijos míos; y ayudad a esas almas que son débiles, hijos míos, aunque hay muchas almas cobardes, y a Mí no me gustan los cobardes. Me gustan los fuertes que sean capaces de dejar todo por Mí. Que no sirvan a dos señores: al mundo, al dinero y a la carne. Y a Dios, ¿dónde lo dejáis, hijos míos?


Tenéis que ser muy puros, puros, muy puros, porque la pureza también es una gran virtud. Mortificad vuestra carne, hijos míos, vuestros sentidos; hasta que no mortifiquéis vuestros sentidos, no llegaréis a Mí, hijos míos. Cuesta mucho, pero a Mí me gusta lo que cuesta.
Sed amables, hijos míos, amables y cariñosos con los demas. ¿No os da pena cuando esas personas, hijos también de Dios, se ven ofendidos por vosotros, hijos míos?


Tened mucho cuidado; vosotros tenéis que ser modelos, modelos de perfección. Con vuestro carácter, hijos míos, tenéis que llevar alegría, alegría y simpatía para los demás. Lo que se lleva dentro del corazón se refleja en la cara, hijos míos; por eso tenéis que reflejar en vuestro rostro que estáis llenos de Dios. Dad ejemplo, hijos mios.
Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. Y da ejemplo de humildad.



MENSAJE DEL DIA 4 DE ENERO DE 1986
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)