*¡Cuánto me preocupa el amor de los hombres!

A sor Benigna Consolata Ferrero


            Yo no puedo resistir al ver tantas almas engañadas, y con ellas usaré de misericordia, instruyéndolas cada vez más y llamándolas más dulcemente a mi divino Corazón. Yo les revelaré los secretos inefables de mi divino Corazón y les enseñaré a vivir de mi amor, de aquel amor que vuelve suave el dolor más grande, y que hace gustar al alma una paz celestial, aun en medio de las más rudas pruebas»

            «Mi esposa, yo llamo a todos a mi Corazón y ninguno responde. Mi Corazón no puede contener los tesoros de gracias que encierra; tengo necesidad de derramarlas sobre mis criaturas»

            «Mi Corazón, ¡oh amada!, es tan poco conocido, que si los hombres tuviesen que elegir entre Mí y un pedazo de pan, preferirían el pan… Esto me causa pena, mucha pena. Ver a los hombres que gimen, sufren privaciones, languidecen; conocer que tengo todo lo que necesitan, ver que lo rehúsan, que lo desprecian, es una pena que me pasa el Corazón. Para no sentirla, sería menester no amar a los hombres como Yo los amo; sería menester no haber muerto por ellos como Yo he muerto… ¡Oh María! ¡Cuánto me preocupa el amor de los hombres! ¡Cuánto ansío su amor! Por esto, cuando Yo encuentro un corazón que me abre las puertas, me precipito dentro con todas mis gracias»

            «Mi amada Benigna, Yo tengo hambre de hablarte… Mi Corazón está como oprimido por las gracias, y sobre todo por las gracias extraordinarias»