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Dale un beso a tu salvador |
Hay muchos ejemplos de cómo Dios ha obrado por medio
de mí como instrumento, pero la siguiente historia es la
que más recuerdo, y la que más me ha asombrado.
Estaba
una noche de capellán en el hospital de Westmead, cuando
llegó una nota pidiendo que yo fuera a bendecir a
una mujer que tendría una operación al día siguiente. Entonces
fui y encontré una mujer embarazada, y me dijo que
estaba preocupada por la operación.
– ¿Qué le van a hacer?
–«Una histerotomía muy grande» –me dijo–.
Pensé: «Será muy difícil
que puedan extraer el útero y salvar al bebé». Entonces
ella continuó diciéndome que era necesario que procedieran así, ya
que tenía un cáncer cervical. Le habían dicho: «Dios no necesita
perdonarte, porque no tiene nada de malo lo que planeas
hacer».
Le conté de la beata Gianna Beretta Molla, una doctora
italiana que tomó la decisión heroica de sacrificar su vida
por la de su hijo, que todavía no nacía, y
rogué para que ella confiara en Dios en esta situación.
«Por favor, déjame pedir por ti para que tengas el
coraje de cambiar de idea y salves la vida de
tu hijo, que todavía no nace». Con lágrimas en su
rostro rezó conmigo. Volví a casa y oré en la
capilla durante la noche para que no perseverara en su
decisión. Hablé con un doctor en nuestra parroquia, y él
insistió en que ella continuara con el embarazo hasta que
el niño tuviera siete meses, así podría dar a luz
y después tener la operación.
Al día siguiente, a las ocho
de la mañana, un hombre tocó a la puerta. Su
voz llena de ansiedad dijo: «¿Es usted el sacerdote que
habló con mi esposa anoche?» Pensé que estaría muy enojado
conmigo, pero para mi sorpresa dijo: «Quiero agradecerle. Vamos a
seguir su consejo y esperar hasta que el bebé tenga
siete meses, y entonces induciremos el parto». La mamá continuó
y tuvo una niña muy hermosa y saludable a quien
después bauticé. Un mes después tuvo la histerotomía y quedó
fuera del peligro de cáncer.
Cada año, en el cumpleaños
de la niña, veo a su mamá y a su
papá en la santa misa con sus hijos en la
parroquia. La madre siempre le dice a su hija: «Ven
y dale un beso a tu salvador».
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