Todo
sucedió cuando recibió un disparo de la policía en plena refriega.
Cuando despertó en el hospital decidió que su vida debía cambiar
radicalmente. Su “enfangada” vida debía dar un giro de 180 y dejar de
lado su servilismo político y su vida de pecado, y dedicarse a las
mujeres y a los niños buscando su auténtico bien.
Un abuelo católico Ella
había nacido en una familia muy normal de Ecuador. Su fe era
tradicional, de Misa dominical y poco más. La excepción de la regla fue
su abuelo, quien sí vivía una auténtica vida cristiana.
En
cierta ocasión, siendo Amparo adolescente y de camino hacia el ateísmo,
su abuelo le dejó unas palabras que no habría de olvidar nunca. Estaban
entrando en una iglesia, y ante una imagen de la Virgen le dijo:
“Mírala a los ojos. Ella es la única que te va a salvar y la que te va a
llevar a la fe”. La cosa quedó ahí. El resto fue una caída libre:
expulsada del colegio por pelearse con una monja, y un encuentro con
evangélicos que acabaron de rematar su camino rebelde y ateo.
Se radicaliza en España
Como la situación política en Ecuador se complicó, su padre la envió a España a estudiar Pedagogía Social. En este país obtuvo su título universitario, pero también su radicalización política y el contacto con otros movimientos revolucionarios, ateos y anticlericales.
Como la situación política en Ecuador se complicó, su padre la envió a España a estudiar Pedagogía Social. En este país obtuvo su título universitario, pero también su radicalización política y el contacto con otros movimientos revolucionarios, ateos y anticlericales.
Su mentalidad feminista coincidía con la de la ONU
Ya de vuelta a Ecuador, su visión feminista y de izquierdas casaba perfectamente bien con las políticas que lleva a cabo la ONU en Latinoamérica, así que gracias a ello y a su formaciónllegó a ser responsable en Ecuador del programa de la UNFPA, es decir del Fondo de Población de las Naciones Unidas, desde donde contaba con todos los millones de dólares que necesitase para cumplir, o mejor dicho, imponer los programas contrarios a la natalidad, a favor del aborto y la anticoncepción.
Ya de vuelta a Ecuador, su visión feminista y de izquierdas casaba perfectamente bien con las políticas que lleva a cabo la ONU en Latinoamérica, así que gracias a ello y a su formaciónllegó a ser responsable en Ecuador del programa de la UNFPA, es decir del Fondo de Población de las Naciones Unidas, desde donde contaba con todos los millones de dólares que necesitase para cumplir, o mejor dicho, imponer los programas contrarios a la natalidad, a favor del aborto y la anticoncepción.
Mi trabajo: quitar la fe a los católicos
Amparo ha explicado en la cadena católica de televisión EWTN que “los grupos comunistas y socialistas saben que la única institución que puede romper sus mentiras es la Iglesia Católica. Entonces –confiesa- lo primero que buscas son argumentos que puedan destrozar la poca fe que tienen los católicos. Ves las noticias o vas detrás de ese sacerdote que no está viviendo su vida en gracia con Dios… Lo publicas y lo sacas en la prensa… Y –concluye- si hay que callar que en Ecuador, el 60% de las obras de ayuda a la gente pobre están en manos de la Iglesia, pues se silencia”.
Amparo ha explicado en la cadena católica de televisión EWTN que “los grupos comunistas y socialistas saben que la única institución que puede romper sus mentiras es la Iglesia Católica. Entonces –confiesa- lo primero que buscas son argumentos que puedan destrozar la poca fe que tienen los católicos. Ves las noticias o vas detrás de ese sacerdote que no está viviendo su vida en gracia con Dios… Lo publicas y lo sacas en la prensa… Y –concluye- si hay que callar que en Ecuador, el 60% de las obras de ayuda a la gente pobre están en manos de la Iglesia, pues se silencia”.
Dañar a la Iglesia desde dentro
El gran problema de los sacerdotes es su soledad: “Nosotros íbamos buscando a los sacerdotes abandonados en los pueblos y en las serranías para decirles que si Dios existía, entonces por qué permitía la pobreza.
El gran problema de los sacerdotes es su soledad: “Nosotros íbamos buscando a los sacerdotes abandonados en los pueblos y en las serranías para decirles que si Dios existía, entonces por qué permitía la pobreza.
‘La
única manera es la revolución. Únase a nosotros, y nosotros le
ayudamos’. Había sacerdotes –lamenta ahora- que cedían y que pensaban
que tendrían un grupo que le ayudase, que le apoyase, que estuviese con
él… En ocasiones les ofrecíamos dinero a los sacerdotes y a las
religiosas para que pudieran reconstruir, mejorar sus centros educativos
con la única condición de que nos dejaran impartir clases de educación
sexual y reproductiva en sus colegios”.
Alejándose aún más de Dios…
En Amparo se cumple aquella cita de Chesterton que “cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa”.
En Amparo se cumple aquella cita de Chesterton que “cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa”.
Inmersa
en el ateísmo no dejaba de buscar algún resquicio de espiritualidad en
la lectura de cartas, reiki, yoga…: “Como la vida en la lucha de
izquierdas era una vida de pecado no te puedes librar de las
consecuencias del pecado. Es la muerte espiritual. Son como pequeños
pactos con el demonio. Y el demonio te los cobra -advierte. Así que
empecé a sufrir por la parte del dinero".
"Alguien
me recomendó que me hiciera unas limpias. Tenía mis propios mantras…
que ahora que he podido traducirlos dicen ‘yo pertenezco a Satanás’.
Las mantras las hice en Estados Unidos e, incluso, llevé a mis hijos al
chamán que era un maestro ascendido de la Religión Universal”.
…aunque Dios no está lejos
En cierta ocasión estando en una comunidad, Amparo le retó a Dios. Había una mujer rezando, pero ella empezó a increparla y llamarla loca. Al grado de que acabó rompiéndole una estampita que tenía la pobre señora. Su prepotencia de revolucionaria no le facilitaba muchas otras soluciones en aquella ocasión. Poco después vino el siguiente paso hacia su conversión.
En cierta ocasión estando en una comunidad, Amparo le retó a Dios. Había una mujer rezando, pero ella empezó a increparla y llamarla loca. Al grado de que acabó rompiéndole una estampita que tenía la pobre señora. Su prepotencia de revolucionaria no le facilitaba muchas otras soluciones en aquella ocasión. Poco después vino el siguiente paso hacia su conversión.
Herida por una bala de la policía
Amparo había participando en todo tipo de
manifestaciones y luchas contra el gobierno. En ocasiones movilizando a los indígenas y facilitando que éstos acudieran armados con lanzas. Pero cierto día estando en una de ellas fue herida por una bala. Cuando recibió el impacto, Amparo recuerda dos cosas: por un lado a su marido y sus hijos, y por otro lado una paz inexplicable, total. No tenía miedo de irse. Todo era alegría, gozo, paz…
Amparo había participando en todo tipo de
manifestaciones y luchas contra el gobierno. En ocasiones movilizando a los indígenas y facilitando que éstos acudieran armados con lanzas. Pero cierto día estando en una de ellas fue herida por una bala. Cuando recibió el impacto, Amparo recuerda dos cosas: por un lado a su marido y sus hijos, y por otro lado una paz inexplicable, total. No tenía miedo de irse. Todo era alegría, gozo, paz…
En
eso, escuchó una voz que le cantaba: “Vi unos ojos maravillosos. Vi el
amor. Eran los ojos de la Virgen. ¡Eran justamente los ojos de la
estampa que yo había roto! La estampa de la Virgen Milagrosa. La vi como
una adolescente de 15 años. Con traje blanco…”.
Mientras
ella se desangraba, lo único que sentía era paz, alegría… En ese
momento la Virgen le dijo: “Mi pequeña, yo te amo”. Y le pidió que
dejara todas las causas que ella llevaba y que tomara la causa de su
Hijo. También se dio cuenta de que detrás de la Virgen había un señor
mayor: era su abuelo.
Y su marido la tomó por loca
Cuando se despertó le narró toda la experiencia a su marido, Javier. Él la tomó por loca, y no era para menos. Una atea convencida, militante anticatólica, y despertando de aquellos sueños…
Cuando se despertó le narró toda la experiencia a su marido, Javier. Él la tomó por loca, y no era para menos. Una atea convencida, militante anticatólica, y despertando de aquellos sueños…
En
seguida le llevaron a que maestros ascendidos, a psicólogos y expertos
de la Nueva Era la examinaran y la convencieran de que aquellas
experiencias eran fruto de sus alucinaciones y las heridas recibidas.
Sin embargo, “nadie podía quitarme de la cabeza que era Dios”.
Lo primero, confesarse
“Lo primero que necesitaba era un sacerdote. Necesitaba confesarme. Lo primero, lo primero, era la confesión. Yo le pedía a Dios que no me muriera por el camino, yendo a casa, porque me iría al infierno. En la confesión estaban todos los pecados. Los más horribles”.
“Lo primero que necesitaba era un sacerdote. Necesitaba confesarme. Lo primero, lo primero, era la confesión. Yo le pedía a Dios que no me muriera por el camino, yendo a casa, porque me iría al infierno. En la confesión estaban todos los pecados. Los más horribles”.
Era
una nueva etapa, y había que comenzar desde el principio y bien hecho
todo. Así que “lo primero que hice fue aprender a amar a Jesús, a amar a
los sacerdotes, a amar a la Iglesia, amar a los sacramentos”.
Amparo
se sentía totalmente enfangada y a la vez invitada a una nueva
revolución: “Lo único que transforma el mundo es Dios. Yo no soy digna.
Es tan grande el amor de Dios…”
La conversión de su marido
Amparó rezó e invitó a su marido Javier a la conversión. Con el tiempo, Javier, igual de revolucionario que ella, empezó a dar pruebas de cambio por amor a Amparo.
Amparó rezó e invitó a su marido Javier a la conversión. Con el tiempo, Javier, igual de revolucionario que ella, empezó a dar pruebas de cambio por amor a Amparo.
Debía
ser una experiencia dramática en sí misma por el solo hecho de tener
que romper con toda una vida de convicciones y lucha comprometida.
Amparo lo explica así: “Mi marido aceptó creer en Dios y en la Virgen,
pero no creía en el sacramento. Pero Dios nos puso un sacerdote santo en
el camino. Por fin se confesó y su confesión duró más de dos horas. Al
salir, sintió que se había quitado quintales y quintales de cosas”.
Ahora tocaba denunciar las mentiras de la ONU
La conversión de las personas, las más de las veces, es un proceso largo y con etapas. Amparo estaba en camino, pero aún no renunciaba a toda su vida de pecado. Parte de ella la necesitaba, pues su sueldo de Naciones Unidas era un ingreso necesario para la familia y su ritmo de gastos.
La conversión de las personas, las más de las veces, es un proceso largo y con etapas. Amparo estaba en camino, pero aún no renunciaba a toda su vida de pecado. Parte de ella la necesitaba, pues su sueldo de Naciones Unidas era un ingreso necesario para la familia y su ritmo de gastos.
Todo
vino cuando una amiga suya le pidió información sobre la distribución
de la píldora del día siguiente por parte de Naciones Unidas en Ecuador.
Amparo era responsable de su importación y distribución en el país.
De
hecho su agencia de Naciones Unidas había vendido a Ecuador 400.000
(cuatrocientas mil) dosis de la píldora del día siguiente. La ONU en
Nueva York, a la UNFPA en Ecuador: “Nos las venden a 25 centavos de
dólar, y nosotros las vendemos entre 9 y 14 dólares. Es un negocio
redondo”.
En
Ecuador hubo un juicio que perdió Naciones Unidas por la distribución
de la píldora y lo ganaron los provida, puesto que tuvieron que
reconocer que no es un método anticonceptivo, sino que es
antiimplantatorio, es decir abortivo, y que se utiliza cuando los
métodos anticonceptivos fallan.
El
culmen de su decisión de convertirse y dar un paso definitivo hacia
Dios se dio de camino al juzgado en ese juicio que perdió la ONU:
“Cuando
estábamos llevando la información al Tribunal, un periodista me hizo
una pregunta que pensé que era Dios quien me la hacía -estás con Dios o
estás con el demonio-.
La
pregunta fue: ¿Qué pensaba yo de la pastilla del día siguiente? Y,
claro, yo seguía trabajando para las Naciones Unidas y apoyaba a todas
las organizaciones proaborto.
En ese momento me di cuenta de que era el momento de decir la verdad y dejar de mentirme a mí misma. Era
una incoherencia ser católica y a la vez, por el dinero, seguir
apoyando a una organización que va contra mis valores. Y, claro, dije la
verdad y las Naciones Unidas me echaron”.