*Gravísimos pecados de omisión

 
Hijo mío, escribe: soy Jesús.

Yo, hijo mío, te he llamado y tú has creído en mi palabra; también llamé a Pedro, a Santiago, a Juan y a otros, y ellos creyeron. Hijo, si cuando tú y ellos oída mi llamada, no hubierais res­pondido, ¿qué habría sido de ti y de ellos?
Cuando en el corazón de la noche por tres veces llamé: "¡Samuel, Samuel!" Las tres veces me respondió: "heme aquí, Señor"; exquisita sensibilidad se necesita para responder a Dios que llama. 

Ahora Yo, Jesús, te digo, considera todo el bien carente, porque no ha sido realizado por parte de aque­llos que no respondieron a mi llamada, que no respondie­ron a mis repetidas invitaciones; tú, hijo mío, no podrás jamás calcular el vacío abierto por aquellos que permanecieron siempre sordos a mi voz.

Mi Iglesia está toda entrecortada por estos vacíos, por estos abismos.

Ahora, hijo, considera y medita bien en la grave res­ponsabilidad de aquellos que, sordos a mis invitaciones pe­can de omisión creando vacíos pavorosos; el pecado de omisión no es nunca un pecado aislado que permanece en sí mismo; todo pecado repercute en todo el Cuerpo Místico, dando al mismo Cuerpo Místico gran malestar y disgusto; propter pec­cata veniunt adversa.

Prueba a imaginar a mi Iglesia sin los Apóstoles, sin los Santos. De estos pecados de omisión mi Iglesia ahora está lle­na hasta el punto de rebosar.

Pregunta: ¿Por qué Jesús mío tanta obstina­da sordera? ¿Por qué tanto gélido silencio al Amor que lla­ma? ¿Por qué esta obstinación en rechazar Tus invitacio­nes?

Respuesta: Hijo mío, mira en torno a ti y comprenderás; en Mi Evangelio encontrarás no una sino más respuestas; tú no puedes dar oído a varias personas que te llaman simultáneamente, y en efecto cuando esto sucede dirías: "Por favor, por favor, hablad de uno en uno". Y es justo y natural que así sea.

Ahora, hijo, pon atención: ¿Cuántas veces no te he llamado de día y de noche? Pero el Inimicus hominis siempre al acecho, a mi voz hacia seguir la suya; al responderme Sí a Mí sabes lo que sucede, como también sabes lo que sucede cuando no respondiéndome a Mí, prestaste oídos a Él.

Hijo, Yo conozco bien la triste herencia del pecado original que hace al hombre inclinarse hacia la vertiente del pecado, del mal, pero también conozco muy bien lo que Yo, Verbo Eterno de Dios hecho hombre, os he dado para haceros inclinar hacia la vertiente del bien; os he dado Redención con sus copiosos frutos.

No, hijo mío, no es concebible que Pastores de almas, sacerdotes y fieles por Mí con tanto amor solicitados y tan paciente longanimidad invitados a abrirse a la luz y al amor, vayan luego a consumar traición sobre traición, sea con relación a Mí, sea con relación a Mi Iglesia. No es concebible que tengan que ofenderme, que venderme nuevos judas, a mis enemigos, aliados con las potencias oscuras del Infierno 



A Ottavio Michelini, 1975