El mayor tesoro de la
Iglesia es el Sacramento de la Eucaristía. La Sagrada Eucaristía es ni
más ni menos que el verdadero Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Es por ello que Santo Tomás de Aquino
enseñaba que por reverencia a este Sacramento, tocarlo y administrarlo
correspondía solamente al sacerdote.
No obstante, después del Concilio, por
la suma de varios hechos desafortunados, a los que más adelante haré
alusión, se ha vuelto práctica común y generalizada que muchos fieles
reciban el Sacro Santo Cuerpo del Señor en la mano al momento de
comulgar. Y otros muchos laicos –hombres y mujeres– conocidos como
“ministros extraordinarios de la Eucaristía” toquen a diestra y
siniestra el Cuerpo del Señor, sin uso de patenas ni cuidado alguno como
exige tan sobrenatural y excelsa presencia. Esto ha traído más efectos
nocivos que frutos espirituales, con la consecuente desacralización de
la liturgia eucarística y le pérdida de la fe en la presencia real de
Jesucristo en la forma consagrada.
Pero ¿qué dice la Tradición Apostólica y la enseñanza perene de la Iglesia al respecto?
Santo Tomás de Aquino, en su gran Suma Teológica, dice lo siguiente:
“La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones.
“Primera, porque él consagra en la
persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Última)
Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En
consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al
sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.
“Segunda, porque el sacerdote es el
intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde
a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él
distribuir al pueblo los dones consagrados.
“Tercera, porque por reverencia a
este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el
corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del
sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para
nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído
en tierra o también en algún otro caso de urgencia” (III, Q. 82, Art. 13).
Por eso en la liturgia actual se ordena que al recibir la Comunión se utilice la Bandeja o Patena de los fieles: “El que comulga responde amén, y recibe el Sacramento teniendo la Patena debajo de la boca” (M. Romano, n. 117). Pero ¿quién se preocupa del destino de las Santas Partículas al comulgar en la mano? ¡Y cuántos Sacerdotes han escondido la Patena a los fieles!
Noli me Tangere – No me Toques -
La enseñanza que sólo los sacerdotes
pueden tocar la Sagrada Hostia, que las manos del sacerdote están
consagradas para ese propósito, y que ninguna precaución fue demasiado
grande para salvaguardar la reverencia y evitar la profanación, había
sido incorporada en la liturgia de la Iglesia; esto es, en la Antigua Misa en Latín.
Los sacerdotes fueron instruidos en la
Antigua Misa a celebrarla con signos precisos que salvaguardan la
merecida reverencia al Santísimo Sacramento. Estos meticulosos signos
fueron grabados en piedra y nunca fueron opcionales. Todos y cada uno
de los sacerdotes del Rito Romano debieron seguirlas con precisión
inflexible. Incluso muchos sacerdotes en la actualidad durante la
celebración eucarística siguen con esta costumbre de delicadeza extrema
para con Nuestro Señor.
Algunos signos son estos:
Desde el momento en que el sacerdote
pronuncia las palabras de la Consagración sobre la Sagrada Forma,
conserva el dedo índice y el pulgar juntos, y cuando eleva el cáliz,
cambia las hojas del misal o abre el sagrario, su pulgar e índice no se
separan, no tocan nada sino la Sagrada Forma. También es digno de notar
que nunca se deja la Forma Sagrada sobre el altar para caminar por las
naves de la iglesia (especialmente antes que los dedos hayan sido
purificados), para dar la mano a los fieles en el rito de la paz.
Sobre el fin de la Misa, el sacerdote
raspa el corporal con la patena, y la limpia dentro del cáliz para que
si hubiera quedado la menor partícula, se recogiera y consumiera
reverentemente.
Los dedos del sacerdote se lavan sobre
el cáliz con agua y vino, luego de la Comunión, para ser consumidos
reverentemente, para asegurar que la menor partícula no sea susceptible
de profanación.
La Comunión en la mano
Hay quien dice que esta práctica fue
introducida como una consecuencia del Concilio Vaticano II, pero la
verdad es que la Comunión en la mano no fue mandada
por el Concilio Vaticano Segundo, sino que expresa un absoluto desafío y
desprecio por siglos de enseñanza y práctica católicas.
La Comunión en la mano fue inoculada so
capa de un falso ecumenismo, que pudo crecer debido a debilidad en la
autoridad, aprobada por compromiso y por un falso sentido de tolerancia,
y ha llevado a una profunda irreverencia e indiferencia hacia el
Santísimo Sacramento como el lugar común del abuso litúrgico y deshonra
de nuestra época.
En efecto, en los dieciséis documentos
del Vaticano II, no hay ninguna mención de la Comunión en la mano, y no
fue mencionada durante ninguno de los debates durante el Concilio.
Antes del Concilio Vaticano II no hay
registro histórico de obispos, sacerdotes o laicos pidiendo a nadie la
introducción de la Comunión en la mano. Absolutamente lo contrario,
cualquier persona educada en la Iglesia antes del Concilio Vaticano II
recordará claramente que se le enseñó que era sacrílego que cualquiera
tocara la Forma eucarística, salvo el sacerdote.
(...) Los únicos que
comulgaban de pie y con las manos extendidas fueron los arrianos, los
cuales obstinadamente negaron la Divinidad de Cristo y los cuales no
podían ver en la Eucaristía más que un simple símbolo de unión, el cual
tomaban y manipulaban a su antojo.
¿Qué Sucedió?
Después del Vaticano II, algunos
sacerdotes holandeses de mentalidad ecumenista comenzaron a dar la
Comunión en la mano, imitando la práctica protestante. Pero los obispos,
más que cumplir con su deber, lo toleraron.
Como algunos jerarcas de la Iglesia
permitieron que el abuso avanzara sin obstáculos, la práctica se
extendió a Alemania, Bélgica y Francia. Pero si los obispos parecieron
indiferentes a este escándalo, fue la indignación de gran número de
fieles la que motivó a que Paulo VI actuara. Él sondeó a los obispos del
mundo sobre la cuestión, y estos votaron abrumadoramente por conservar la
práctica tradicional de recibir la Santa Comunión sólo en la lengua.
Debe hacerse notar que en ese entonces, el abuso estaba limitado a unos
pocos países de Europa y no había comenzado aún en los Estados Unidos.
Instrucción Memoriale Domini
Fue entonces que el 28 de mayo de 1969, el Papa promulgó la Instrucción Memoriale Domini. En resumen, el documento afirma:
- Los obispos de todo el mundo estuvieron abrumadoramente en contra de la Comunión en la mano.
- “Esta manera de distribuir la Santa Comunión (esto es, el sacerdote colocando la Hostia sobre la lengua de los comulgantes) debe conservarse.”
- La Comunión en la lengua de ninguna manera disminuye la dignidad del comulgante.
- Hubo la advertencia que “cualquier violación podría conducir a la irreverencia y a la profanación de la Eucaristía, tanto como a la erosión gradual de la correcta doctrina”.
Así pues, la Iglesia no permite, sino que tolera la comunión en la mano, por ello, los que comulgan en la mano hacen uso de un Indulto. Y sólo se toleró donde
el uso estaba ya arraigado y esto con el propósito de "ayudar a las
Conferencias Episcopales a cumplir su oficio pastoral, con frecuencia
más difícil que nunca a causa de la situación actual”.
Entonces, ¿si esta Instrucción está tan claramente establecida, por qué la Comunión en la mano está tan extendida?
Desobediencia, rebeldía y engaño
Naturalmente, el clero liberal de otros
países concluyó que si esa rebelión podía ser legalizada en Holanda,
podía ser legalizada en cualquier parte. Ellos imaginaron que si
ignoraban la Memoriale Domini y desafiaban la ley litúrgica
definida por la Iglesia, esa rebelión no sólo sería tolerada, sino
eventualmente legalizada. Eso es exactamente lo que ocurrió, y es por
eso que nosotros tenemos hoy la Comunión en la mano.
En otras palabras,
la Comunión en la mano comenzó por desobediencia y rebeldía y se
propagó por el engaño al dar al fiel la falsa impresión que el Vaticano
II emitió un mandato para su uso cuando en realidad no está ni siquiera
insinuado en ningún documento conciliar. No se dijo a los fieles que la
práctica fue iniciada por clérigos en desafío de la ley litúrgica
establecida, sino apareciendo como si hubiera sido un pedido de los
laicos. Asimismo, no se puso en claro a los católicos que los obispos
del mundo, cuando fueron consultados, votaron abrumadoramente en contra
de la Comunión en la mano. Y finalmente no se mencionó que la permisión
fue sólo una tolerancia del abuso cuando este ya se había instalado en 1969.
Los sacerdotes están falsamente instruidos de que ellos deben administrar
la Comunión en la mano, les guste o no, a quien quiera que la pida,
arrojando por eso a muchos buenos sacerdotes a una angustiosa crisis de
conciencia.
Es obvio que ningún sacerdote puede ser
legalmente forzado a administrar la Comunión en la mano, y nosotros
debemos rezar para que más sacerdotes tengan el coraje de salvaguardar
la reverencia debida a este Sacramento, y no sean engañados con la falsa
obediencia que les hace cooperar en la degradación de Cristo en la
Eucaristía. Ellos deben tener el coraje para oponerse a esta práctica,
recordando que incluso el Papa Paulo VI, a pesar de su debilidad,
predijo correctamente que la Comunión en la mano llevaría a la
irreverencia y a la profanación de la Eucaristía, y a una gradual
erosión de la correcta doctrina – y hemos ya constatado que esa profecía
se cumplió. Y, si la oposición de los sacerdotes a la Comunión
en la mano debiera ser ardiente y firme, ¿qué decir de los mal llamados
“Ministros Extraordinarios”?
Finalmente las palabras del Cardenal
Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos: “Es recomendable que los fieles
comulguen en la boca y de rodillas. Es sencillamente saber que estamos
delante de Dios mismo y que Él vino a nosotros y que nosotros no lo
merecemos. De hecho si se comulga de pie, hay que hacer genuflexión o
hacer una inclinación profunda, cosa que no se hace” (Entrevista a Aci Prensa. 27 de julio de 2011).
La Comunión en la mano ha traído una
total y completa desacralización de la liturgia y de las cosas de Dios.
Se ha hecho a un lado el “sentido de lo sagrado”, de lo místico, y esto
lleva a la postre a la pérdida de la fe en la real presencia de
Jesucristo en las especies sacramentales. Y esto es muy grave, pues
estamos hablando de lo más trascendente y esencial de la vida de la
Iglesia: La Sagrada Eucaristía, la presencia viva de Jesucristo entre
nosotros. Y este es otro gran Signo de los Tiempos, que por sus amargos
frutos ha abonado a la apostasía.
Luis Eduardo López Padilla, www.apocalipsismariano.com