*El testimonio de un joven fugitivo

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Antonio Dalmases Esteva. Ingeniero Industrial. Había nacido en Puigcerdá (España) el 24 de abril de 1919. En 1937, durante la guerra civil española, coincidió con san Josemaría Escriváen el paso de los Pirineos, para pasar de la zona republicana a la zona nacional. En Andorra se separó del grupo que acompañaba a san Josemaría, pero ocho días después, en la iglesia del Buen Pastor de San Sebastián, se encontró de nuevo con san Josemaría. 
Durante el resto de la guerra civil española el Fundador del Opus Dei le dirigió espiritualmente, por correo. Acabada la guerra, perdieron el contacto. Veinte años después, volvió a tener contactos con la Obra y en 1964 pidió la admisión como Supernumerario. En su diario personal dejó constancia del profundo impacto que le produjo la personalidad del Fundador del Opus Dei. Era padre de cinco hijos. Murió en Barcelona el 4 de diciembre de 1997.

En su Diario escribió:
Aquí tiene lugar el acto más emocionante del viaje: la Santa Misa. Sobre una roca arrodillado, casi tendido en el suelo, dice un sacerdote, que viene con nosotros, la Misa. No la reza como los otros sacerdotes de las Iglesias. Habla las oraciones en voz alta, llora casi y nosotros le imitamos, unos tendidos, otros arrodillados, otros medios sentados, aquél de pie; agarrados a unas piedras para no caernos. No se oye más que al Padre. Sus palabras claras y sentidas se meten en el alma. Nunca he oído una Misa como hoy, no sé si por las circunstancias o porque el celebrante es un Santo.

 La Sagrada Comunión es conmovedora; como casi no podemos movernos hay dificultad para administrarla, y esto que estamos todos agrupados en torno al altar. Todos vamos andrajosos, con barba de varios días, despeinados, cansados. Uno tiene el pantalón roto y enseña toda la pierna. Las manos sangran por los rasguños, los ojos brillan por las lágrimas contenidas y sobre todo está Dios entre nosotros en unas Hostias recortadas con unas tijeras presidiendo nuestra unión y llevándonos a la libertad. 

A Él ofrecemos nuestros sacrificios por España, por nuestros padres, por nuestros hermanos, por nuestra familia y por nuestros amigos que aquí se quedan, por nuestros compañeros que gimen en las cárceles, para que podamos volver a nuestros hogares… Luego, al despertar, se ha acabado la Misa.

Anécdotas y Catequesis