*Pedidme ayuda

La Santísima Virgen María a Javier Viesca, México, marzo 2014
 
Hijitos Míos, como Madre vuestra, que Soy, también os tengo que educar. Mis pequeños, cuando la Santísima Trinidad Me constituyó, Me regaló infinidad de bendiciones, dones, virtudes, Gracias especiales. Iba Yo a ser la Madre del Salvador y tenía Yo que Ser de una Hechura especial para poder albergar en Mi Vientre a Mi Dios, a vuestro Salvador.


Yo tenía que Ser un Ejemplo inmensamente grande ante los hombres y, además, un ejemplo también ante Mi Dios, en Su Santísima Trinidad. Fui el vínculo entre el Cielo y la Tierra, Mi Dios depositó en Mi Vientre a vuestro Salvador, Yo lo traje hacia vosotros, Lo entregué al Mundo.
Imaginad, Mis pequeños, Mi gozo, pero también el compromiso tan grande. Como os dije, estaba Yo y sigo estando dotada de todas la Virtudes en su máximo grado.

En la Enseñanza que os quiero dar, en éste momento, es el que pidáis vosotros la fortaleza para éstos tiempos que se acercan, porque Yo tuve que tener una gran fortaleza al saber que Yo tenía que entregar a Mi Hijo a los verdugos. Ciertamente, al traerLo a la Tierra, Yo Me estaba comportando como una sacerdotisa, que entregaba a Mi Pequeño Hijo, a Nuestro Dios, al Mundo, el Cordero que se daba por vuestra salvación, por la purificación de toda la maldad, presente, pasada y futura. Un sacerdote, Lo ofrece también en la Santa Misa, en la Eucaristía, pero Yo fui la primera sacerdotisa en entregar a Mi Hijo en oblación a los hombres

Saber cómo iba a ser dañado por los hombres, luego por los mismos fariseos y escribas y al final por los verdugos encargados de ése asesinato horrendo. Fueron deicidas, ellos, sin saberlo, porque eran romanos, pero eran deicidas los fariseos y escribas, que sí sabían perfectamente que era el Mesías, pero que no Lo quisieron aceptar. Un gravísimo pecado. Y Yo, con la fortaleza que solamente Me podía dar Mi Dios, pude soportar todos Sus años sobre la Tierra, sufriendo interiormente el cómo, a todo un Dios, se Le ofendía, no se Le aceptaba, se Le atacaba. Los que en un momento Lo aceptaron y seguían, ellos mismos, en otro momento, vociferaban que se Le crucificara y Yo tenía que estar soportando todo esto y ofreciéndoseLo al Padre. 

Sufría con Mi Hijo y sigo sufriendo, Mis pequeños, han transcurrido más de dos mil años y sigo sufriendo. Cómo es posible que se Le quiera destruir a Quien es todo Bien, a Quien es Todo Santo, a Quien se dio por vuestro bien, por vuestra salvación sin pediros nada, simplemente, que os amarais los unos a los otros. ¿Acaso esto se os hace malo?

¿Se os hace malo el que os améis, el que se os pida un bien, sabiendo que si seguís ése bien recibiréis grandes bendiciones del Cielo y que viviréis mejor?

Cierto es que se le elimina a aquel personaje que está haciendo el mal. Las autoridades eliminan a aquellos hermanos vuestros que han hecho graves males, asesinatos, maldades, que superan a veces vuestra imaginación. Podríais decir que ellos se merecen que se les quite la vida, pero Yo os pregunto, ¿y Mi Hijo, qué mal os hizo, qué mal os hace, qué mal ha hecho?, ¡ninguno!, ninguno, puro Amor, pura comprensión, puro cariño, toda Su Vida fue de puro bien. 

¿Por qué Le quitaron la Vida y por qué vosotros mismos, ahora, Lo seguís haciendo a un lado y no queréis Su Vida, no queréis estar con Él, no aceptáis Sus Enseñanzas?, ¿qué mal os ha hecho? Ninguno, Mis pequeños. Ya es la maldad que traéis en vuestro corazón y todo por no dejar que las Enseñanzas de Mi Hijo anidaran en vuestro corazón, crecieran y dieran fruto. ¿Qué mal os ha hecho Mi Hijo y Sus Enseñanzas? Ninguna, Mis pequeños. Si vosotros hubierais seguido Sus Enseñanzas, hermanos seríais alrededor del mundo, no habría fronteras, os amaríais los unos a los otros, gozaríais inmensamente de los bienes que Nuestro Dios os estaría enviando continuamente.

Continuamente os está llamando para que regreséis al bien, y vosotros no hacéis caso. Ningún mal habéis recibido de Nuestro Dios, en Su Santísima Trinidad, ningún mal os aconsejó Mi Hijo que hicierais. Todo fue puro Bien, todo fue puro Amor, ¿por qué estáis peleados con la bondad, con el Amor, con la hermandad? ¿Os dais cuenta que el error viene de vuestro corazón? ¿Os dais cuenta que todo lo que tenéis a vuestro alrededor es vuestra culpa? De Mi Hijo no puede salir ningún mal, porque es el Dios de la Bondad, es el Dios del Amor, es el Dios de la Vida y vosotros tenéis todo lo contrario en vuestro corazón, porque le habéis abierto las puertas, de par en par, a la maldad de satanás.

¿Acaso de satanás habéis recibido algún bien? Él no es el dios providente que os da todo, él no os da los alimentos que coméis, la vida que tenéis, el amor que gozáis pero, que pocas veces utilizáis y transmitís. De satanás solamente obtenéis el mal que os rodea, el mal con el que atacáis a vuestros hermanos, el mal que destruye, que asesina, que mata, que mata no solamente el cuerpo, sino también el alma. Ése es el mal que vosotros estáis siguiendo y consintiendo, acrecentando y manteniéndolo vivo en vosotros y en la sociedad, porque no hacéis nada para combatirlo.

No combatís el mal que tenéis en vuestro interior, no combatís el mal que está a vuestro alrededor. Al mal lo debéis de combatir con el bien, con vuestra pureza de intención, con el estado de Gracia, con los buenos deseos, con la ayuda que le deis a vuestros hermanos, con amor. Ésa es la repuesta a vuestros males, el amor, el amor con el que podáis ayudar a vuestros hermanos, pero sobre todo, con el amor que debe anidar en vuestro corazón porque si no tenéis amor en vuestro interior, no podéis darlo a los demás. 

 Así que empezad, Mis pequeños, con vosotros mismos, cerradle las puertas a la maldad, a satanás, que os rodea y que os sigue poniendo tentaciones, a la maldad que habéis acrecentado. Debéis detenerla ya, porque estáis viendo que vosotros, con lo que habéis hecho, no os ha llevado a nada bueno. Tenéis el mundo que vosotros hicisteis crecer, alimentasteis, cultivasteis y os dio mal resultado seguir lo que satanás os aconsejaba.

Ahora debéis seguir lo que Mi Hijo os pidió, que os amarais los unos a los otros, que sacarais de vuestro corazón, vicios, maldades, errores, muerte, todo aquello que os lleva a la obscuridad y maldad de vida.

Vosotros sois luz, fuisteis creados para dar luz y producir amor, está en vosotros lograr éste cambio interno con Nuestra ayuda, pedídMela, Mis pequeños, para que Yo interceda por cada uno de vosotros, para que Nuestro Dios, en Su Santísima Trinidad, cambie en vosotros todo lo que es negativo, en amor, porque lo que es positivo solamente puede venir de Nuestro Dios.

Si no hay humildad en vosotros, no puede haber nada bueno, la humildad es la llave que abre la puerta a todas las bendiciones de Nuestro Dios. Pedidla, PedídMela, para que Yo abogue por cada uno de vosotros, sed sencillos, humildes, y alcanzaréis la santidad de vida.
Gracias, Mis pequeños.