*Guardáis mi justicia y empleáis sólo mi misericordia (Jesús)

MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DE 2001, PRIMER SÁBADO DE MES

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
 EL SEÑOR:
Hija mía, hay que seguir orando, pues el corazón de las almas está muy endurecido. ¡He dicho tantas cosas, hija mía, tantas cosas!; y los hombres no quieren aceptar mis palabras. Tienen ojos y no ven y orejas y no oyen, hija mía. Su corazón no está dispuesto para aceptar mis palabras ni para aceptar la voluntad de Dios, hija mía. Por eso no quieren aceptar mis leyes y quieren imponerme a mí sus leyes.
Corazones endurecidos, infieles, soberbios, ¿quiénes sois vosotros para decir lo que tiene que hacer Dios y a quién tiene que manifestarse, dónde y cuándo? ¡Ay, incrédulos!, corazones fríos, que no os dais cuenta de la situación del mundo y por eso predicáis que todo está bien, porque vosotros vivís en abundancia; los graneros los tenéis llenos y no os dais cuenta de la situación del mundo, hijos míos. ¿Hasta cuándo, necios, tengo que estar avisando?

Hace mucho tiempo, hijos míos, os dije que mis palabras se estaban acabando. Y es que todo lo tengo dicho, desde el principio hasta el fin. Y como veis, hijos míos, todo se va cumpliendo.
Pero, ¿cómo sois tan crueles, hijos míos, y no aceptáis el mensaje de todo un Dios?, si sólo os pido, hijos míos, que cambiéis vuestras vidas. No tenéis nada más que exterior, pero, ¿y vuestro interior, hijos míos? Me arregláis el templo para atraer a la gente, pero, ¿y el templo de vuestra alma, cómo está, hijos míos? Preferiría un cuchitril, hijos míos, lleno de humildad, de fidelidad, de caridad, de ternura con las almas. ¿De qué manera atraéis a las almas, hijos míos, si vuestro ejemplo no es bueno? Todo se queda en el exterior, hijos míos. Vuestra función no es ésta, vuestra función es las almas; por eso me rechazáis y por eso perseguís estas manifestaciones,  porque os digo verdades que no queréis aceptar, hijos míos. Por eso vuestra soberbia os ciega y no reconocéis y escogéis lo bueno que hay en ello. Perseguís y claváis el aguijón e intentáis hacer desaparecer lo que yo he manifestado a los hombres.

¿Cuántas veces os voy a decir que soy dueño de vuestra vida? Y os estoy dando oportunidad, pero que os puedo llamar a mi presencia, y aunque digáis que no, hijos míos, mi justicia será terrible. ¿Cómo guardáis mi justicia y empleáis sólo mi misericordia? Predicad a los hombres las verdades del Evangelio. No estéis siempre atacando, hijos míos. ¿Qué caridad es la vuestra? ¿Y vuestra conciencia está tranquila, hijos míos, persiguiendo y atacando? Os creéis dioses y por eso no aceptáis mis consejos. ¿Cuántas veces he dicho que me oculto a los poderosos y me manifiesto a los humildes, porque me comprenden más que vosotros? Sois tan soberbios,que no aceptáis mi divina palabra. Cogéis, quitáis y ponéis a vuestro antojo, y los que lo cumplen y aceptan mi voluntad les hacéis la vida imposible, hijos míos.

Yo pido, a aquellos sacerdotes santos, que no tengan miedo, que yo soy su fortaleza y no se dejen arrastrar por aquellos infieles pastores que ni entran ni dejan entrar en el Cielo a las almas.
¡Cómo podéis tener un corazón tan cruel, hijos míos! Yo, que os di un poder para hacer y deshacer, hijos míos; sed justos, que cuando os presentéis ante mí, hijos míos, será terrible no haber empleado bien vuestra justicia. Os repito: volved vuestra mirada a Dios, sed pastores de mi Iglesia, que mi Iglesia está necesitada de pastores santos que reúnan todos los rebaños. No seáis funcionarios, vuestra función está en la Iglesia. Obedeced a los obispos. Obedeced al Santo Padre y habrá un orden y todo cambiará. Si vosotros cambiaseis, hijos míos, el mundo iría mejor.

Por eso pido a esos sacerdotes fieles y santos, que sean fuertes y sigan adelante y lleven el camino recto del Evangelio, sin darles vergüenza y dando testimonio de pastores santos de la Iglesia.
Y aquéllos que juzgan ligeramente, sin tener motivos, ¡ay, cuando lleguéis ante mi divina presencia!… Por eso os pido: bajad la cerviz y venid a mí y cambiad vuestras vidas. Yo seré el que fortalecerá vuestro espíritu, pero que vuestro corazón esté dispuesto siempre a aceptar mi palabra. Hijos míos, ¿queréis contentar a Dios?: sed pastores fieles, y que vuestro interior esté resplandeciente y limpio, que no os fijéis tanto en el exterior, hijos míos, preocupaos de vuestras pobres almas.
¡Qué tristeza ha sentido mi Corazón cuando muchos pastores han llegado a mi presencia y no han sido fieles a las verdades del Evangelio y he tenido que decir: “No te conozco”! Por eso os aviso, hijos míos, porque os quiero y no quiero repetir estas palabras, sino abriros los brazos de par en par… Y venid, hijos de mi Padre, a gozar de la presencia de la Divina Majestad de Dios. Que oigáis esas palabras, hijos míos. Sed humildes y no seáis témpanos de hielo, que vuestro corazón está endurecido; tened compasión de las almas, no las trituréis, ni las persigáis tan cruelmente, hijos míos. Muchos de vosotros intentáis hundir esta Obra, hijos míos, pero es Dios el que la rige. 

Preocupaos y escoged lo bueno, para que habléis, hijos míos, con la verdad.
Cuántas conversiones, cuántos pecadores han llegado a este lugar desesperados, en tinieblas, y han encontrado la luz y la paz; porque han encontrado a Dios, y viven felices perseverando años y años. ¿Por qué no os fijáis en eso, hijos míos?: en el cambio de vida que dan las almas, en la gloria que me dan. Sed pastores justos, no seáis pastores ingratos, y amad a las almas, que es vuestra obligación. Amad a todas las almas.

Y vosotros, pecadores, hijos míos, acercaos a mi Corazón, que mi Corazón llenará el vuestro de gracias. Orad y no os abandonéis en los sacramentos. Confesad vuestras culpas, hijos míos; confesad vuestros pecados con el sacerdote, que muchos de vosotros, hijos míos, no os acercáis al sacramento de la Penitencia y comulgáis en pecado mortal. Confesad vuestras culpas, hijos míos, arrepentíos y orad, e id al sacramento de la Eucaristía, ahí está la vida.
Y tú, hija mía, ora mucho, porque las persecuciones no se acabarán, hija mía. Son obstinados y crueles, a veces. Pero tú protégete en nuestros Corazones.

Oración y penitencia, hijos míos. Orad por los que no oran y haced sacrificios por los que no lo hacen, que los hombres viven cómodamente; el sacrificio no existe y han olvidado la oración; y la fe, cada día, va desapareciendo de los hogares. Por eso, en los hogares no hay paz entre los padres y los hijos; no se entienden, porque Dios falta en esos hogares. Rezad el santo Rosario en familia, hijos míos. Id a Misa y oíd el Santo Sacrificio de la Misa con devoción, y acudid a este lugar, que yo fortaleceré vuestro espíritu.
Muchos de ellos, hija mía, míralos: fueron sellados con una cruz en la frente; y mira, muchos de ellos, lo que han alcanzado: la eternidad. Ése es el mayor cielo: estar con Dios; y el mayor infierno es carecer de la presencia de Dios, hija mía; no hace falta otro infierno más tormentoso que ése. Por eso, mira cuántos han llegado a este lugar.
LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Qué grandeza, Señor!
EL SEÑOR:
¡Y que los hombres no se den cuenta de tantas gracias como he derramado en este lugar! ¡Qué necios sois, hijos míos, y qué ciegos estáis!
LA VIRGEN:
Oración y penitencia pido; visitas al Santísimo, que están olvidados, los hombres, de Dios. Se han olvidado de visitar a Dios en el Sacramento del Altar. Sed humildes, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pecadores…
Tú, hija mía, acepta todas las pruebas que el Señor te mande y reza mucho por todos ellos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.