*Como será meritorio el haber creído en mí sin haberme visto!

El Mensaje del Padre a Elisabetta Ravasio
1o Fascículo parte B

¡Mi hora ha llegado! Es necesario que sea conocido, amado y glorificado por los hombres, para que, después de haberlos creado, yo pueda ser su Padre, después su Salvador y finalmente el objeto de sus delicias eternas.

Hasta aquí os he hablado de cosas que ya sabéis, y he querido recordarlas para que estéis más convencidos todavía de que soy un Padre buenísimo y no un Padre terrible como vosotros creéis, es más, que soy el Padre de todos los hombres actualmente vivientes, y que todavía los crearé hasta el fin del mundo.

Sabed que quiero ser conocido, amado y sobre todo glorificado. Que todos reconozcan mi bondad infinita para todos y sobre todo para los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren. Que sepan que no tengo otro deseo que el de amarlos, donarles mis gracias, perdonarlos cuando se arrepienten, y sobre todo no juzgarlos con mi justicia sino con mi misericordia, para que todos se salven y sean incluidos en el número de los elegidos.
Para concluir esta exposición os hago una promesa cuyo efecto será eterno: Llamadme con el nombre de Padre, con confianza y amor, y recibiréis todo de parte de este Padre con amor y misericordia.


Cada día, poco a poco, te hablaré de mis deseos en relación con los hombres, de mis alegrías, de mis penas y, sobre todo, mostraré a los hombres mis infinitas bondades y la ternura de mi amor piadoso.

También quisiera que tus superioras te permitieran usar tus momentos de libertad para estar conmigo, y que tú puedas, por media hora al día, consolarme y amarme, y así obtener que los corazones de los hombres, mis hijos, se dispongan a trabajar bien para extender este culto, del cual os he revelado ahora la forma, para que lleguéis a tener una gran confianza en este Padre que quiere ser amado por sus hijos.



Por otra parte, esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces te hable de ti personalmente, tú escribirás mis confidencias en un pequeño diario especial. Pero aquí pretendo hablar de los hombres: yo vivo con los hombres en una intimidad mayor que la de una madre con sus hijos.

Desde la creación del hombre no he cesado nunca, ni un instante, de vivir junto a él; como Creador y Padre del hombre siento la necesidad de amarlo. No es que yo necesite de él, pero mi amor de Padre y Creador me hace sentir esta necesidad de amar al hombre. Por lo tanto yo vivo cerca del hombre, lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, proveo a todo.
Yo veo sus necesidades, sus trabajos, todos sus deseos, y mi felicidad más grande es la de socorrerlo y salvarlo.

Los hombres creen que yo soy un Dios terrible, y que precipito a toda la humanidad en el infierno. ¡Qué sorpresa cuando, al final de los tiempos, verán muchas almas, que creían perdidas, gozar de la eterna felicidad en medio de los elegidos!

Quisiera que todas mis criaturas se convenzan de que hay un Padre que vela por ellas y que quiere hacerles pregustar, aún aquí abajo, la felicidad eterna.

Una madre no olvida nunca la pequeña criatura que dio a luz. ¿No es aún más hermoso que, de parte mía, me recuerde de todas la criaturas que he puesto en el mundo?
Ahora, si la madre ama a este pequeño ser que yo le he donado, yo lo amo más que ella porque yo lo he creado. Aunque una madre amase menos a su niño por algún defecto que tiene, yo, al contrario, lo amaré todavía más. Ella podría llegar hasta a olvidarlo, o a pensar en él raramente, sobre todo cuando lo han quitado a su vigilancia, pero yo no lo olvidaré nunca. Yo lo amaré siempre, y aún si no se recuerda más de mi su Padre y Creador, yo me recordaré de él y lo amaré todavía.

Antes os dije que quisiera daros, aún aquí abajo, la felicidad eterna, pero vosotros no habéis comprendido todavía esta palabra, y he aquí el significado: Si me amáis y si me llamáis con confianza, con el dulce nombre de Padre, comenzáis ya desde acá abajo con el amor y la confianza que harán vuestra felicidad en la eternidad, que cantaréis en el Cielo en compañía de los elegidos. ¿No es esta una anticipación de la felicidad de los Cielos que durará eternamente?

Por lo tanto deseo que el hombre recuerde a menudo que yo estoy allí donde está él. Que no podría vivir si yo no estuviese con él, viviente como él. A pesar de su incredulidad yo no dejo nunca de estar junto a él.

¡Ah! cómo deseo ver realizado el plan que quiero comunicaros y que es este: hasta hoy el hombre no ha pensado para nada en hacerle a Dios, su Padre, este favor que estoy por decir: Quisiera ver establecerse una gran confianza entre el hombre y su padre de los Cielos, ver al mismo tiempo, un verdadero espíritu de familiaridad y de delicadeza para que no se abuse de mi gran bondad.

Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que está en vosotros. Pero cómo estaría agradecido y sería feliz si os viera venir a mí para hacerme las confidencias de vuestras necesidades, como un hijo totalmente confiado en su padre. ¿Si me lo pidieseis, cómo podría rechazar cualquier cosa, por mínima o máxima importancia que fuere? ¿Aunque si no me veis ni me sentís muy cerca de vosotros en los acontecimientos que suceden en vosotros y en vuestro alrededor? ¡Un día, como será meritorio para vosotros el haber creído en mí sin haberme visto!