A lanoche siguiente Jesús y yo entramos a la quijada
del infierno. Jesús dijo, “Mi hija, ya estamos casi terminando el infierno. Yo
no te voy a enseñar todo el infierno. Pero lo que te he enseñado quiero que se
lo cuentes a todo el mundo. Diles que el infierno es real. Diles que este
reporte es real.”
Según caminábamos, nos paramos sobre una colina
que miraba hacia un valle pequeño. Hasta donde podía ver, habían filas de almas
humanas llenando los lados de la colina. Yo podía escuchar sus gritos. Grandes
gritos llenaban el lugar. Jesús dijo: “Mi hija, esta es la quijada del infierno.
Cada vez que se abra la boca del infierno, vas a escuchar ese gran grito.”
Las almas estaban tratando de salir, pero no
podían, pues estaban enterradas en los lados de la montaña.
Según Jesús hablaba, ví muchas figuras oscuras
cayéndose y pasando delante de nosotros y aterrizando con un fuerte golpe en el
fondo de la colina. Almas eran arrastradas y llevadas por demonios con cadenas
grandes. Jesús dijo, “Estas son almas que acaban de morir en la tierra y están
llegando al infierno. Esta actividad ocurre día y noche.”
De momento, un gran silencio llenó el lugar.
Jesús dijo, “Yo te amo, mi Hija, y yo quiero que le digas a la gente de la
tierra acerca del infierno.”
Miré bien abajo dentro de la quijada del infierno
por unas ventanillas como de barco a los lados de la quijada. Se sentía como
gritos de dolor y tormento subían de ese lugar. Cuándo terminaría esto? yo me
preguntaba. Me sentiré tan contenta cuando descanse de todo esto.
De pronto me sentí perdida. Yo no se cómo lo
sabía, pero sabía que Jesús se había ido. Me sentí muy
triste. Di la vuelta hacia donde El había estado y así fue, Jesús ya no estaba
allí! Exclamé, “Oh no, no otra vez.” “Oh Jesús, dónde estás?”
Lo que estás a punto de leer te va a asustar. Y
rezo para que te asuste lo suficiente como para convertirte. Rezo para que te
arrepientas de tus pecados para que no vayas a ese lugar tan terrible. Rezo para que
me puedas creer, pues no quiero que esto le suceda a nadie. Yo te amo, y
espero que despiertes antes de que sea muy tarde.
Si eres cristiano y estás leyendo ésto,
asegura tu salvación. Estate listo para encontrarte con el Señor en
cualquier momento, pues hay veces que no hay tiempo para arrepentirse. Mantén tu luz ardiendo y la lámpara llena de aceite. Estad listos, pues no sabemos
cuando El regresará. Si no has nacido de nuevo, lee Juan 3:16-19, y clama al
Señor. El te salvará de este lugar de tormento.
Según llamaba a Jesús, comencé a correr hacia
abajo de la colina buscándole. Un demonio grande me paró con una cadena. El se
rió y dijo, “No tienes a donde correr, mujer. Jesús no está aquí para salvarte.
Estás en el infierno para siempre.”
Yo exclamé, “Oh no, déjame ir.” Peleé con él con
todas mis fuerzas, pero fuí amarrada con una cadena y lanzada al suelo. Mientras
estaba en el suelo, una tela extraña y pegajosa comenzó a cubrir mi cuerpo con
una peste tan horrible que me sentí enferma. Yo no sabía lo que iba a suceder.
Entonces comencé a sentir que mi carne y mi
piel se desprendía de mis huesos! Grité y grite con un horror terrible. Yo
exclamé, “Oh Jesús, Dónde estás?”
Me miré y ví que aparecían agujeros
en toda la carne. Me comencé a transformar en un color gris, y
esta carne gris se desprendía de mi cuerpo. Habían agujeros en mis costados, mis piernas, mis
manos y brazos. Yo dije, “estoy en et infierno para siempre! Oh no!”
Comencé a sentir los gusanos dentro de mí y
cuando miré vi que mis huesos estaban llenos de ellos. Aún cuando no podía
ver los gusanos, yo sabía que estaban allí. Yo traté de quitármelos de encima,
pero en su su lugar venían más. Yo podía sentir la putrefacción en mi cuerpo.
Si, lo recordaba todo y podía acordarme
exactamente de lo que había sucedido en la tierra. Yo podía sentir, ver, oler,
escuchar y probar los tormentos del infierno. Yo me podía ver por dentro. Yo tenía forma de esqueleto, y sin embargo, podía sentir todo lo que me estaba
sucediendo. Yo ví a otros como yo, habían almas hasta donde alcanzaba mi vista.
Yo grité con gran dolor, “ Jesús! Por favor,
Jesús, ayúdame.” Yo quería morir, pero no podía. Yo sentí el fuego ardiendo otra
vez en mis pies. Yo grité, “Dónde estás, Jesús?” Rodé por el suelo y grité con
los demás. Estábamos tirados en la quijada del infierno amontonados, como basura
tirada. Un dolor insoportable rasgaba nuestras almas. Seguí gritando muchas
veces, “dónde estás, Jesús? Dónde estás, Jesús?”
Yo pensaba si solo estaría soñando. Me
despertaré? me pregunté. Estaba yo realmente en el infierno? He cometido algún
pecado contra Dios y perdido mi salvación? Que ha sucedido? He pecado contra el
Espíritu Santo? Me acordé de todas las enseñanzas de la Biblia que había
escuchado. Yo sabía que mi familia estaba en algún lugar sobre mi. Con horror me
di cuenta que estaba en el infierno como todas las otras almas que había visto y
les había hablado.
Se sentía muy extraño el poder ver completamente
por dentro de mi cuerpo. Los gusanos comenzaron a arrastrarse sobre mi otra vez.
Yo los sentía arrastrarse. Yo grité con temor y dolor.
En ese momento un demonio me,dijo, “Tu Jesús te
abandonó, no es asi? Si, tú eres propiedad de satanás ahora.” Carcajadas
malignas salieron de él, mientras el me y me colocaba sobre algo.
Pronto me dí cuenta que estaba sobre la espalda de algún tipo de animal. El animal, como yo, era de un color gris, lleno
de inmundicia y carne podrida. Un olor terrible llenaba la atmósfera.
El animal me llevo alto sobre un precipicio. Yo pensé,
“Oh Señor, dónde estás?”
Pasamos delante de muchas almas que pedían
salvación. Escuché el fuerte sonido de la quijada del infierno abriéndose al
mismo tiempo que muchas almas pasaban. Mis manos estaban atadas atrás.
El dolor no era constante —venía y se iba de
pronto. Yo gritaba cada vez que el dolor venía y esperaba con temor cuando se
aliviaba.
Yo pensé, “ saldré de aqui? Qué está por pasar?
Es este el fin? Que he hecho para merecer el infierno? “Oh Señor, dónde estás?”
Grité con dolor.
Lloré, pero no me salían lágrimas —solamente
sollozos secos estremecieron mi cuerpo. El animal se paró delante de algo. Miré
y ví un salón hermoso que estaba lleno de riquezas extravagantes y joyas
brillantes. En el centro del salón había una mujer hermosa vestida con ropas de
una reina. Yo en mi estado desesperante pensaba en que era esto.
Yo dije, “Mujer, por favor, ayúdame.” Ella se me
acercó y escupió en mi cara. Ella me maldijo y me dijo muchas cosas
malas. “Oh Señor, Que es lo próximo? exclamé y de ella salió una carcajada.
Delante de mis ojos de pronto la mujer se
convirtió en un hombre, un gato, un caballo, una serpiente, una rata, y en un
jovencito. Lo que ella deseaba ser, eso era. Ella tenía grandes poderes
malignos. Sobre el techo de su salon estaba escrito, “Reina de Satanás.”
El animal siguió hacia adelante, lo que me
pareció haber sido por horas y entonces de pronto se paró y fuí lanzada al
suelo. Miré hacia arriba y ví un ejercito a caballo corriendo hacia mi y fui
obligada a saltar a un costado mientras pasaban. Ellos también, cran esqueletos
con el sucio color gris de la muerte.
Después que ellos pasaron, fui recogida del suelo
y puesta en una celda. Cuando alguien cerró la puerta, miré alrededor de la
celda con horror y me puse a llorar. Ore, pero sin esperanza. Lloré y me
arrepentí muchas veces de mis pecados.
Si, pensé en las muchas cosas que pude haber
hecho para traer a otros a Cristo y para ayudar a los que me necesitaban. Me
arrepentí de las cosas que había hecho y de las que no había hecho.
“Oh Señor, sálvame,”
exclamé. Una y otra vez, le pedí a Dios que me ayudara. Yo no podía verlo ni
sentirlo. Yo estaba en el infierno como todos los otros que había visto. Me caí
al suelo de dolor y lloré. Me sentí perdida para siempre.
Las horas pasaron, y de vez en cuando, se
escuchaban los fuertes sonidos otra vez y otras almas caían al infierno. Yo
seguía clamando, “Jesús, dónde estás?” pero ninguna respuesta llegó. Los gusanos
comenzaron a arrastrarse otra vez dentro de mi alma. Yo podía
sentirlos a todos por dentro.
La muerte estaba en todos los lugares. Ya no
tenía carne, órganos, sangre, cuerpo o esperanza y continuaba sacando gusanos de
mi forma de esqueleto. Yo era consciente de todo lo que me estaba sucediendo
y me quería morir, pero no podía. Mi alma estaría viva para siempre.
Comencé a cantar sobre la vida y el poder en la
sangre de Cristo que nos puede salvar de nuestros pecados. Cuando lo hice,
vinieron demonios grandes con lanzas y gritaron, “cállate.” Me hirieron con las
lanzas y sentí llamas calientes de fuego cuando las puntas de las lanzas
entraban en mi forma una y otra vez hiriéndome.
Ellos cantaron, “Satanás es dios aqui. Odiamos a
Jesús y todo lo que El representa.”
Como no dejé de cantar, me sacaron de la celda y
me arrastraron a una gran salida. Ellos dijeron, “Si no te callas, tus tormentos
serán peores”.
Cesé de cantar, y al fin me pusieron otra vez en
la celda. Me acordé de un versículo sobre los angeles caídos que estaban
encadenados hasta el juicio final. Yo pensé si ese sería mi juicio. “Señor salva
a la gente de la tierra,” exclamé. “Despiértalos antes que sea muy tarde.”
Muchas escrituras me vinieron a la mente, pero
como le temía a los demonios no los pronuncié. Ayes y gritos Llenaban el aire
sucio. Una rata se me acercó y la pateé. Pensé en mi esposo y mis hijos. Yo
exclamé, “Oh Dios, no los dejes venir aquí,” pues estaba segura que estaba en el
infierno.
Dios no me podía escuchar. Los oídos del
Todopoderoso están cerrados a los gritos del infierno, yo pensé, si por los
menos alguien escuchara.
Una rata grande corrió por mis piernas y me
mordió, yo grité y la arranqué. Tuve un dolor agudo. Un fuego, que no sé de
donde salió, comenzó a quemarme. Segundos, minutos y horas pasaron. Yo era un
pecador que se fue al infierno. “Oh muerte, ven, por favor,” grite. Mis gritos
parecían llenar toda la quijada del infierno. Otros se unieron a mis gritos
—perdidos para siempre— no hay salida. Quería morir, pero no podía.
Me caí al suelo sintiendo todos estos tormentos.
Escuché la quijada abrirse otra vez y más almas entraron. Las llamas me quemaron
ahora y sentí un nuevo dolor. Yo sabía todo lo que estaba sucediendo. Yo tenía
una mente clara y consciente. Yo conocía todas estas cosas, y sabía que cuando
las almas morían en la tierra, y no eran salvas de sus pecados eran traídas
aquí.
Grité, “Oh mi Dios, sálvame. Por favor, sálvanos
a todos.”
Me acordé de toda mi vida y de todos los que me
habían hablado de Jesús. Me acordé haber orado por los enfermos y como Jesús los
había sanado. Me acordé de las palabras de amor, consuelo y fidelidad de Jesús.
Si solamente fuera, o hubiera sido, como Jesús,
yo no estaría aquí, pensé. Me acordé también de todas las cosas buenas que Dios
me había dado —como me había dado el aire que respiro, comida, hogar, hijos y
cosas buenas para gozar. Pero, si El es un Dios bueno, qué es lo que hago aquí?
Ya no tenía fuerzas para levantarme, pero mi alma
seguía gritando, “Déjenme salir de aquí.”
Yo sabía que la vida continuaba y en
algún lugar mis amigos y mi familia estaban viviendo su vida normal. Yo sabía
que en algun lugar allá arriba habían sonrisas, amor y bondad. Pero aún todo eso
comenzó a desaparecer debido a mi tremendo dolor.
Esta parte del infierno estaba llena de media
oscuridad, y una neblina opaca y sucia. En todas partes había una luz amarilla
opaca y el olor a carne podrida y corrupción era casi imposible de soportar. Los
minutos parecían horas y las horas se hacian eternas. Oh, cuándo terminará esto?
No dormía ni tenía descanso, comida o agua, tenía mucha hambre y sed como jamás
la había experimentado antes. Estaba tan cansada y soñolienta, pero el dolor
seguía y seguía.
Cada vez que se abría la quijada, tiraban otra
carga de almas en el infierno y yo pensaba si algún conocido se encontraba entre
ellas. Traerían a mi esposo aqui?
Muchas horas habían pasado desde que llegué a la
quijada del infierno. Entonces observé que una luz comenzaba a alumbrar el
cuarto. De pronto el fuego cesó, la rata se fue corriendo y el dolor de mi
cuerpo desapareció. Busqué un lugar de salida, pero no encontré ninguno.
Me pregunté sobre lo que estaría pasando. Miré
por las ventanillas del infierno, sabiendo que esto era algo terrible. Entonces
el infierno comenzó a estremecerse y el fuego ardiente regresó. Otra vez, las
serpientes, las ratas y los gusanos! Un dolor insoportable llenó mi alma, cuando
los tormentos comenzaron otra vez.
Grité, “Oh Dios déjame morir,” y comencé a
golpear el suelo de tierra de mi celda con mis manos. Grité y lloré,
pero a nadie le importaba.
De pronto, fui levantada de mi celda, por una
fuerza invisible. Cuando recobré el conocimiento, Jesús y yo estábamos parados
delante de mi casa. Yo exclamé, “Porqué Señor, por qué?” y me caí a sus pies en
desesperación. Jesús dijo, “Sea la paz.” Enseguida estaba en paz. El me levantó
con ternura y me quedé dormida en sus brazos.
Al día siguiente, cuando desperté, estaba muy
enferma. Por muchos días reviví los horrores del infierno y sus tormentos. De
noche me despertaba gritando y diciendo que gusanos estaban arrastrándose sobre
mí. Le tenía mucho miedo al infierno.