*¿Misa en la coronación de Felipe VI de España?

Ya va siendo hora que, de una vez, en España, las celebraciones sacramentales (la Misa es la principal) se vivan solo desde la FE, personal o colectiva, y no desde las apariencias de Fe vinculadas a intereses políticos o culturales.
11/06/14 

Ante la inminente proclamación como Rey de España de Felipe de Borbón, tras la abdicación presentada por Su Majestad Juan Carlos I, se ha abierto en los medios públicos el debate sobre la conveniencia o no de que dicho acto institucional sea unido a la celebración de la Santa Misa, tal como se hizo en 1975 cuando fue proclamado Monarca Juan Carlos de Borbón. Según fuentes oficiales NO va a celebrarse la Misa, pero ello no impide que se haya abierto el debate sobre el particular. Y como en una democracia se admiten todas las ideas, desde el respeto, yo quiero compartir la mía.
Ante la cuestión de «Misa Si, o Misa No»......por una parte los laicistas defienden el NO, lo cual es coherente desde una concepción ideológica que pretende eliminar todo signo religioso a nivel público. Y por otra parte están los que defienden el SI a la Misa, y apoyan su demanda en la historia de la Patria (siempre identificada con la fe cristiana y su extensión por todo el mundo) y el el carácter «católico» de la misma Monarquía Española. Es una postura en apariencia coherente, pero no lo es tanto en su fondo. Y ahí me decido a posicionarme como partidario de que NO haya Misa, desde una base que nada tiene en común con los argumentos del laicismo agresivo y politizado. Mis razones son las siguientes:
1: La historia HOY es muy diferente a noviembre de 1975. Sensible y sustancialmente diferente. Juan Carlos de Borbón, antes de ser proclamado Rey, tuvo que jurar «por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional». Sólo después de esa fórmula expresada ante las Cortes, el funcionario de oficio exclamó «Queda proclamado Rey de España Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I». Era por tanto lógico, y normal, que una proclamación basada en un juramento ante Dios tuviera como continuación la celebración de una Santa Misa que, además, por expreso deseo del Rey, fue Votiva del Espíritu Santo. Pero hoy, en 2014, el nuevo Monarca no va a jurar por Dios ni sobre los Evangelios, sino sobre un texto legal que es la Constitución. Una Constitución donde además no se recoge la identidad cristiana de España, salvo en una vaga alusión a la Iglesia Católica (artículo 16.3). Por tanto, creo yo, que se celebre una Misa tras un juramento laico no tiene sentido alguno. El factor histórico de la identidad cristiana de España no tiene cabida en una proclamación real ajena a ese factor.
2: Tampoco tiene sentido aludir al carácter «católico» de la Monarquía Española, ya que si ese carácter fuera cierto (por encima de apariencias y formas), no se hubieran aprobado en España, con sanción del sello real, leyes objetivamente contrarias a la doctrina Evangélica como la despenalización del aborto o la equiparación del matrimonio natural a las uniones del mismo sexo. Además debe recordarse que la misma Infanta Leonor (en potencia futura Reina de España) está siendo privada de formación religiosa católica en su colegio por expreso deseo manifestado por su madre la Princesa Leticia. Por lo que tampoco en este sentido procede añadir una Misa a la proclamación del Rey, dado el carácter neutral (en lo religioso) de la Monarquía.
Por los motivos expuestos opino que es del todo improcedente que se celebre la Santa Misa. Y creo que la postura de los futuros Reyes de España es bastante coherente al no solicitar la misma. Ya va siendo hora que, de una vez, en España, las celebraciones sacramentales (la Misa es la principal) se vivan solo desde la FE, personal o colectiva, y no desde las apariencias de Fe vinculadas a intereses políticos o culturales. Creo que esa es la «sana laicidad» que demanda la Iglesia Católica y que, si se lleva a la práctica, ayuda a la vida cristiana coherente y sin confusiones. Y también creo que esa sana laicidad debiera extenderse en la praxis al resto de las instituciones del Estado Español.

P. Santiago González, sacerdot
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