Los pecados de escándalo

El respeto del alma del prójimo: el escándalo (#2284-2287) Catecismo de la Iglesia C.
El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por su acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.

El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. Inspiro a nuestro Señor esta maldición: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y lo hundan en lo profundo del mar” (Mt 18,6). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos.

El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda u opinión.
Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a “condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos”. Lo mismo ha de decirse de los empresarios que imponen procedimientos que incitan al fraude, de los educadores que “exasperan” a sus alumnos, o de los que, manipulando la opinión pública, la desvían de los valores morales.

El que usa de los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal que directa o indirectamente ha favorecido. “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡hay de aquel por quien vienen!” Lc 17,1).