*Unidas enfrentaron el cáncer con el Rosario en la mano

Unidas enfrentaron el cáncer con el Santo Rosario en la mano
Cuando Marcela Kernová (Maca) se enteró del lapidario diagnóstico médico se aferró a un curandero. Renáta Ocilková, su amiga, no se daría por vencida y menos teniendo por aliada a la Santísima Virgen María.


El alma de Renáta atesora numerosas experiencias que le han mostrado el extraordinario amor de Dios. Ya casada, estaba ad portas de cumplir 19 años cuando padeció de un violento tumor que obligó a extirparle parte de los ovarios y complicó sus posibilidades de tener hijos. Sin embargo, tal como ella explica, la “mano de Dios” estuvo presente hasta en los momentos más bajos de su vida y después de mucha oración, pudo cumplir su sueño. Hoy es madre de Laura, Lea y Samuel.    
 
Fraternidad en la lucha
 
Pero no es Renáta, oriunda de Eslovaquia la protagonista de esta historia, sino Marcela Kernová, una de sus mejores amigas y a quien cariñosamente llama Maca. Valora la fortaleza de su amiga porque cuando se enteró que tenía un tumor cerebral, “juntó todas sus energías y comenzó a luchar”, comenta Renáta.
 
“Cargada de optimismo -prosigue- buscó algún punto de apoyo, pero fuera de Dios. No porque lo quisiera así, sino pues nació en una familia no creyente”. No faltaron, señala, quienes le hablaron de un supuesto sanador que lograría disolver el tumor.
 
Mientras, Renata consultando a su marido que es médico, supo las implicancias de aquél cáncer. El pronóstico indicaba que podría morir. “Muchas veces lloré”, recuerda, sin desconocer que en ese instante su propia fe estaba siendo puesta a prueba. “No lo podía creer… «¿Por qué Dios permite esto?», me preguntaba. Su hija, Hanka, acababa de cumplir seis años solo un mes atrás y Miško, su otro hijo cumpliría cinco en un par de semanas. Junto con mi marido sabíamos que era momento de posibilitar el encuentro de Maca con Dios”.
 
Señales en el camino
Con este fin y temiendo una abierta resistencia comenzó por darle algunos “tímidos” consejos de cómo acudir a Dios para ofrecerle su salud. Renata tenía una fe plena en Dios, pues había sido clave en la recuperación de su propio cáncer. Pero Maca insistía en aferrarse a las sesiones curativas con el sanador, pues “era mucho más visible, tangible y concreto”.
 
Sin embargo y cuando Renáta sufría por su fracaso con llevar a la fe a Maca, el curandero falleció en un lamentable e inesperado accidente automovilístico. El avance de la enfermedad y esta noticia tenían a Maca en un estado de abulia. “Poco tiempo después del cumpleaños de Miško -de acuerdo a los resultados de los últimos exámenes médicos- nos enteramos que nadie sobrevivía más de tres años con este tipo de tumor. Consolé a Maca y a mí misma diciéndole que nada es imposible para Dios. En mi caso, también había sobrevivido pese a tener apenas un par de meses de vida. Habían pasado ya 19 años y así, la sola mención de mi curación, comenzó a significar esperanza, luz para ella”.
 
La oración siempre es escuchada
 
Finalmente, como última alternativa, los médicos dieron luz verde para operarla. Era octubre de 2009 y “nosotros -sus amigos, casi siete familias- acordamos rezar el Santo Rosario todos los días por Maca y su familia”, explica Renata. Al enterarse de este gesto, la enferma consultó cuál era el significado del Rosario y cómo se rezaba. Estando internada, y gracias a una compañera de cuarto que era creyente, aprendió a rezarlo por primera vez en su vida y llamó a su amiga para contarle de la noticia. Interesada en conocer más acerca de la fe, hablaron del sacramento de la confesión y la posibilidad de conversar con un sacerdote. Era una dimensión nueva y desconocida para Maca y como pisando en terreno desconocido dijo que  “quería solamente hablar, sin confesiones”. El martes de la semana siguiente llegó un sacerdote y venciendo resistencias recibió el sacramento de la confesión antes de la operación. Durante ese día, sus amigos oraron desde temprano y ayunaron en señal de solidaridad. Más tarde, los resultados de la cirugía eran alentadores y todos confiaban en que Dios había escuchado las súplicas.
 
La conversión da frutos para una Pascua fecunda
 
Meses después de la intervención, la salud de Maca comenzó a experimentar complicaciones y cuando Renáta la visitó para enterarse quedó sorprendida. “¡Me dijo que Dios se le apareció y que ella le había entregado toda su vida... así de repente! Me mostraba una fe tan maravillosa, que me sentí una cristiana tibia. Un día, vino a verme para que conversáramos sobre la lectura del Evangelio del día y ahí tomé conciencia que después del nacimiento de mi tercer hijo, yo había abandonado la lectura diaria de las Escrituras. ¡Ella me animó a retomarlo!”.
 
Al poco tiempo Maca, cuenta Renáta, quedó imposibilitada de hablar debido al crecimiento del tumor en el centro de la lengua.  “Ya Maca era incapaz de hablar y con la ayuda del padre Branislav tuvo su confesión, recibió la Santa Eucaristía y la Unción de los enfermos. Fue el 15 de septiembre, la Fiesta de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. Al día siguiente la visité a la hora del almuerzo y la única manera de comunicarme era agarrando su mano”. Permanecieron juntas por horas en el lecho de agonía, orando a la Divina Misericordia. Renáta guiaba a viva voz el Santo Rosario que Maca, también orando en silencio, sostenía sobre sus manos.
 
Así, confiada a la Santísima Virgen vivió su Pascua el lunes 20 de septiembre de 2010, a pocas semanas de cumplir 33 años. “En la misa de funeral leyeron el pasaje del Evangelio que habla de la resurrección de Lázaro y cuando oí: «¡Lázaro, sal fuera!», imaginé a Maca de pie y que luego se sentaba. Luego, aquella lectura continuó hasta el final con la frase «Desatadle, y dejadle ir», y exclamé internamente: Maca, aflojo los lazos a través del cual te ato aquí. Te dejaré ir. Ve, por favor, directamente al cielo, que sin duda, está preparado para ti, e intercede por nosotros”.