El charco con su sangre apareció adornado con rosas



Vicente Ballester Far, de 48 años y alicantino de Benidoleig, sacerdote desde 1913, fue durante ocho años capellán del mar (Aduanas) en Jávea, y luego —a pesar de las protestas de los pescadores, que elevaron pliegos de firmas, con rara unanimidad, al arzobispo de Valencia, pidiendo que dejasen sin efecto el traslado— de las agustinas descalzas.

 Vivió siempre pobre, hasta el punto que tenía los MUEBLES prestados, y aun la ropa de su uso se la habían de regalar muchas veces.

Los viernes de Cuaresma comía solamente un pedacito de PAN con un poco de aceite. Usaba disciplinas de sangre dos veces por semana y cilicio.

Permaneció en Jávea hasta el 2 de agosto de 1936, cuando marchó a su pueblo natal, Benidoleig, donde estuvo hasta el día 23 de septiembre. Ese día le llamó el comité de Jávea para declarar sobre el Sindicato Agrícola de Jesús Nazareno, del cual era consiliario. 

El comité de Benidoleig no se opuso a ello y, a fin de que los que habían ido a por él obraran con más libertad, se ausentó del pueblo. 

Los milicianos querían asesinarle antes de llegar a Jávea, pero ante la negativa del conductor, lo llevaron a Jávea y esperaron al día siguiente para matarlo entre Teulada y Benissa. Su cadáver fue encontrado con el rosario entrelazado en las manos. Pidió PERDÓN y misericordia para sus asesinos, principalmente para quien le diera el tiro de gracia. 

Días más tarde, el charco de sangre producido por las heridas apareció adornado de ROSAS, muestra de su fama de santidad.