La 2ª Relatio y la comunión a los divorciados

Por Néstor Martínez-
Respecto del numeral 52, sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar, hay muchas cosas que observar.
Se habla de casos “irreversibles”. En esta vida, lo único irreversible es la muerte. ¿Estamos negando la capacidad de arrepentimiento de los adúlteros y  la capacidad de reconciliación de los matrimonios que han pasado por la desgracia de la ruptura? ¿Estamos negando el libre albedrío y el papel sanante y fortificante del mismo que tiene la gracia de Dios?
Se habla deobligaciones morales para con los hijos”. Sin duda, en el orden de la manutención, por ejemplo.  Pero no puede haber una obligación moral de seguir cometiendo el pecado de adulterio para buscar así el bien de los hijos. Según San Pablo, los que dicen que se debe hacer el mal para que venga el bien tienen merecida su condenación (Rom. 3,8).
Y sin embargo, si no piensan separarse ni vivir como “hermano y hermana”, ¿entonces por el bien de los hijos van a continuar en pecado mortal? Eso sería absurdo.
Se habla de los “sufrimientos injustos” que padecerían los hijos de la unión adúltera en caso de separación de sus progenitores. Ante todo, el hecho de que una acción cause sufrimiento a alguien no puede ser un criterio moral. En muchas situacionesel bien hace sufrir y el mal alivia o elimina el sufrimiento.
Pero se dice que esos sufrimientos serían “injustos”. ¿Por qué? ¿Porque se está en justicia obligado a permanecer en el pecado de adulterio? Eso sería otro inmenso absurdo.
Luego se habla del “camino penitencial”. Si hay camino penitencial, hay pecado. Si hay pecado, es necesario el arrepentimiento, y por tanto, el propósito de enmienda, que es incompatible con la voluntad de seguir cometiendo el mismo pecado y que exige por el contrario la sincera y firme voluntad de no cometer más ese pecado, más allá de lo que la inteligencia pueda prever con mayor o menor fundamento como más o menos probable para el futuro.
Pero es, se dice, uncaminopenitencial. O sea, algo  gradual. Perfecto, entoncesdése la absolución y la comunión solamente al final de ese proceso gradual, cuando se haya finalmente renunciado a seguir cometiendo el pecado de adulterio. Porque sólo ahí tendremos arrepentimiento verdadero, condición necesaria, obviamente, para el acceso a los Sacramentos.
Porque no puede haber “gradualidad” en la recepción misma de los Sacramentos: no puede haber un poco de absolución o un poco de Comunión.
Y tampoco es católica la gradualidad de la ley, como que para Fulano valen solamente algunos de los mandamientos, por ahora, o que por ahora, tal acción no es intrínsecamente mala, para Mengano.
El “camino penitencial”, entonces, debería llamarse con más razón “camino pre-penitencial”, pues sólo al llegarse al arrepentimiento y el propósito sincero de enmienda se da la penitencia propiamente dicha.
De lo contrario, se corre el riesgo de entender como “camino penitencial” un proceso durante el cual, por tratarse presuntamente de un proceso “penitencial”, la persona ya estaría en condiciones de confesarse válidamente y comulgar en forma no sacrílega, aún cuando, por no haber llegado todavía al final del camino, siguiese con la voluntad de cometer, y cometiendo, esos mismos pecados que supuestamente le habrían sido “perdonados” (en realidad, no, porque sin propósito de enmienda no hay confesión válida) por estar embarcada en ese “camino penitencial”.
Pensemos un poco en las situaciones reales y concretas que podrían plantearse en esta hipótesis. O bien la persona se confiesa, sabiendo e incluso manifestando su voluntad de seguir teniendo relaciones sexuales adúlteras, recibe la FALSA “absolución” y comulga sacrílegamente, vuelve a su casa, comete de nuevo el mismo pecado y luego vuelve a hacer el mismo tipo de “confesión” y a comulgar, y así sucesivamente.
O bien, se cansa de ese formalismo que con razón considera como un ritualismo vacío e hipócrita, y deja de confesarse del pecado de adulterio, sin dejar por ello de comulgar sacrílegamente.
¿Se le hace un bien a esta persona acostumbrando su conciencia al sacrilegio eucarístico? ¿Eso es “amor” y “misericordia”?  
Pero se dirá, la clave de todo está en las “circunstancias atenuantes”.
Esas “circunstancias atenuantes” se me ocurre que podrían ser, o la ignorancia invencible, o bien, el hábito inveterado que termina siempre o casi siempre imponiéndose a la voluntad, el miedo, la presión del ambiente.
Pero, como ya ha señalado Bruno Moreno en su “post” sobre este tema, la ignoranciano puede presumirse en estos casos, más bien, debe presumirse su inexistencia.
Después de todo un año durante el cual en toda la Iglesia se discutirá el asunto, no quedará una sola pareja de divorciados vueltos a casar que no sepa que su situación es una situación objetiva de adulterio según la doctrina católica, más aún si están integrados al “camino penitencial” en el cual obviamente se les deberá hablar de su pecado para que puedan hacer penitencia del mismo.
Recordemos, por favor, que no estamos hablando aquí del pecado de haberse separado del  cónyuge legítimo, que eso puede ser sin pecado en determinadas circunstancias,  ni tampoco del pecado de haber tenido relaciones adúlteras por primera vez, o de haber comenzado a tenerlas, sino del pecado habitual de tener esas relaciones que se proponen seguir teniendo con la que ahora se considera su pareja estable.
¿Cuáles pueden ser aquí las “circunstancias atenuantes”? ¿Que la carne es débil? Pero con esa “circunstancia atenuante” pueden confesarse sin proponerse cambiar de vida y después comulgar la gran mayoría de los pecadores en general.
—————————————————————-