Al Papa le replican, o donde las dan, las toman

Este Papa es muy criticado en algunos ambientes de la Iglesia. Cierto que todos los Papas han sido objeto de críticas pero con Francisco se da un caso que me parece inédito. A los Pontífices anteriores les criticaban los enemigos de la Iglesia, de fuera o de dentro. Con el actual, seguramente se molestaría si emplease la forma tradicional del Pontífice felizmente reinante, ocurre extrañamente lo contrario. Son los enemigos de la Iglesia, de fuera y de dentro, quienes le aplauden con entusiasmo mientras que bastantes católicos, amantes de la Iglesia y cumplidores de sus mandatos, quienes expresan su preocupación y hasta sus críticas con dichos y hechos de Francisco.
También se caracteriza el Papa por ser no ya crítico sino hipercrítico con obispos y sacerdotes, en general, y con laicos de determinada "sensibilidad". Lo que casi todos los días les suelta a obispos y sacerdotes, carreristas, príncipes, frecuentadores de aeropuertos, que no huelen a oveja, enamotrados del dinero, etc., etc. etc., sería como para que pensáramos que estamos en manos de unos inútiles cuando no de unos malvados. Y a los laicos no nos ahorra lindezas semejantes: pelagianos, autorreferenciales, contadores de rosarios, apegados a modas incomprensibles...
Lo más curioso es que poniéndonos tan frecuentemente a parir reprueba que en la Iglesia se critique en evidente ejercicio de aquello de que consejos vendo que para mí no tengo. También es cierto que no parece que le hagan mucho caso los criticados que multiplican aquellas y en ocasiones en un tono inadecuado que llega a veces al insulto. Que por supuesto repruebo aunque también se puede comprender que quien se siente herido no tenga la serenidad que sería de desear y responda en ocasiones con exceso.
Lo último, tal vez ya lo penúltimo ha sido una acerba crítica a los aranceles eclesiales que parece no le gustan nada pese a aquello de que quien sirva a la Iglesia viva de ella. Claro que sería maravilloso que todo fuera gratuito y que los donativos de los fieles cubrieran sobradamente la necesidades del culto, el clero y la caridad. Pero como no es así en muchos sitios son necesarios los aranceles. En mi parroquia si alguien encarga una misa, un bautizo, una boda, cuando pregunta lo que debe el cura, cualquiera de los curas, te señala el cepillo y te dice que eches lo que te parezca. Cepillo que, además, está fuera del alcance de su vista. Pero no todas las parroquias son como Caná. Aunque sin duda hay otras como ella. Hay muchos sacerdotes que viven muy pobremente y que sin los aranceles pasarían hasta hambre. Pues como para suprimirlos.
Uno de esos sacerdotes, naturalmente desde el anonimato, critica las palabras del Papa al respecto. No diré que sin razón alguna.
Por mi parte, desde el respeto, humildemente, me atrevería a decirle, por su bien, que se olvide del teléfono y que hable menos. Porque como a los detenidos norteamericanos cabría decirle aquello de que cuanto diga podrá ser utilizado contra Su Santidad. Por unos o por otros. Porque hemos llegado a la tristísima situación de parecer que lo único que interesa del Papa es lo que pueda ser utilizado contra su persona.

FJ de la Cigoña