¡Cuánta vergüenza siento! (María)

Habla La Santísima Virgen María a Javier Viesca, México, oct 2014.
Sobre: ¡Cuánta vergüenza siento de ver cómo vosotros, a pesar de todo el esfuerzo que haceMos desde el Cielo para ayudaros a cambiar, cerráis vuestro corazón y seguís viviendo en el mal!

Mis pequeños, en la Sagradas Escrituras tenéis la Sabiduría Divina. El hombre sigue actuando en el error, pero también en las Escrituras, los Consejos para vencer todo el mal que os aqueja, empezando con vuestro propio mal, el que dejáis entrar en vuestro ser y que produce mal en vosotros y mal en todos aquellos que os rodean.

Si no ponéis vosotros, de vuestra parte, si no tratáis vosotros de venceros a vosotros mismos, reconociendo con humildad, con Sabiduría y con valentía vuestros errores, entonces seguiréis siendo mediocres o almas malas, que Nuestro Dios no acepta.
Mis pequeños, Yo, como Madre vuestra, Me duele el ver vuestro actuar en la Tierra. En una familia, mucho de la educación de los hijos, depende de la madres, porque ella es la que está más tiempo con los hijos y, cuando el padre recibe algún rechazo, alguna mala palabra, algo que le ofenda de parte de los hijos, se va a entristecer con la esposa, porque no los ha sabido llevar sabiamente por los caminos del bien. Ciertamente, el padre tiene una parte muy importante, también, dentro de la educación de los hijos y, unidos los padres, deben llevar a los hijos hacia la perfección, tanto de su educación moral, espiritual, como de relación en familia y en la sociedad.

Por eso, Mis pequeños, Me duele mucho, en éstos momentos de la historia, el ver cómo vosotros, que sois Mis hijos, que así permitió Mi Hijo en la Cruz que se diera, cómo estáis actuando, Me duele y Me avergüenza presentaros ante Nuestro Dios.

Soy vuestra Madre y quisiera hacer de cada uno de vosotros una creatura bella, santa, buena, de la cual, Nuestro Padre estuviera orgulloso de veros a cada uno de vosotros y, sobre todo, que estuvierais dando mucho fruto, más no es así. Pocos, muy pocos de vosotros sois creaturitas en las cuales, Yo Misma Me puedo deleitar y os puedo presentar a Nuestro Dios en Su Santísima Trinidad.

¡Cuánta vergüenza siento de ver cómo vosotros, a pesar de todo el esfuerzo que haceMos desde el Cielo para ayudaros a cambiar, cerráis vuestro corazón y seguís viviendo en el mal!

Tantas, tantas almas que van por el camino del mal y se van a condenar. ¡Un alma es tan valiosa para Nuestro Dios! Y no os queréis dar cuenta que le atraéis mucho dolor a Nuestro Dios cuando os condenáis.

Desgraciadamente os dais cuenta de esto, cuando ya no hay nada qué hacer por vuestra salvación. Causáis mucho dolor al Cielo con vuestra despreocupación, por no buscar la perfección del amor en vuestro ser. Queréis vivir solamente el día, el momento, no os dais cuenta de la trascendencia de vuestros actos. Si obráis en el bien, muchas almas se favorecen, pero si obráis en el mal, también afectáis a muchas almas y hasta se pueden condenar, igual que vosotros.

No alcanzáis a comprender todo el mal que causan vuestros actos, no alcanzáis a ver ni a daros cuenta cómo afectáis a muchas almas, a vuestro alrededor, con vuestro mal ejemplo, creéis que no os miran. Aquellos que vieron vuestro actuar, afectados quedan y ellos, a la vez, siguen reproduciendo el mal que vosotros engendrasteis.
Qué fácil se os hace producir un mal a vuestro alrededor, en vez de dar ejemplo de un bien que pueda ayudar a tantos hermanos vuestros. A lo largo de vuestra existencia, mucho mal habéis causado y Nuestro Dios permite que conozcáis, tarde o temprano, el mal que cometisteis y, muchas veces, ni os disteis cuenta que os estaban observando otros ojos, quizá hasta ojos inocentes y que afectó vuestro ejemplo el rumbo de su vida futura.

Estos son males que no alcanzáis a daros cuenta, ni confesáis, porque no os disteis cuenta de cómo afectasteis a éstas almas, pero tendréis qué pagar por vuestro error.
PedidLe perdón, a Nuestro Dios de corazón, pero desde lo más profundo de vuestro corazón y con un arrepentimiento que os duela, por todo el mal que habéis cometido a lo largo de vuestra existencia, que, indirectamente afectasteis a otras almas y que dejasteis marcadas eternamente.
Llorad de corazón éstos errores tan graves que causasteis en almas que no debieron haber recibido vuestro mal ejemplo.
Gracias, Mis pequeños.