Pide ayuda a una niña desde el Purgatorio

En una ciudad de Hungría, un solado de costumbres sanguinarias, llamado Clemente, había cometido un homicidio para satisfacer la venganza de otra persona, que le recompensó con una gran cantidad de dinero. No obstante, al poco tiempo, le entró a Clemente un temor elevado y profundos remordimientos, hasta tal punto que acudió a un confesor, y poniéndose a su pies, bañado en lágrimas de arrepentimiento, le confesó el crimen cometido. 

Obtuvo el perdón e hizo el voto de emplear los doscientos florines que había recibido por su crimen, para hacer una escultura de Nuestra Señora de los Dolores (como la Pietá), y encargar tres misas y prender 12 cirios delante del Santísimo. Pero tardó demasiado en cumplir su voto y se murió sin hacer las cosas que había prometido, descendiendo al purgatorio para bastante tiempo

Al cabo del tiempo, Nuestro Señor permitió que el desdichado se apareciera a una piadosa niña, llamada Reina. Se presentó a ella y le dijo: “ os suplico, sierva de Dios, encontrad a mi mujer que os dará doscientos florines. Es el precio de sangre. Con ese dinero, realizareis un voto que hice en vida: haréis esculpir una estatua de Nuestra Señora de los Dolores, haréis decir tres misas y prender doce cirios delante del Santísimo; lo que quedare de los 200 florines lo daréis a los pobres. Con esto podré liberarme de los crueles tormentos a los que estoy sometido por mis culpas”. 

La piadosa doncella , por algún motivo incomprensible no quiso cumplir la petición. El difunto se le apareció otras dos veces, conjurándola por el amor de Dios que le hiciera caso. Ella respondió que no lo iba a hacer, que detestaba los asuntos de dinero, y que la dejaran en paz. “Bien, contestó el ánima, pues sabed que no os dejaré tranquila hasta que lo hagáis, estéis donde estéis, pues Dios solo me ha permitido dirigirme a usted”. Al final se corrió el rumor de estas apariciones, llegando al oído de un notable de la ciudad. Este hombre, conmovido por la historia decidió realizar el voto de Clemente por su cuenta. Buscó a un escultor y le encargó la estatua con la petición expresa de hacerla rápidamente, dejando todo el resto de sus trabajos. Este escultor no tenía en su taller la madera adecuada para el encargo, así que fue al bosque para encontrarla. Después de haber buscado mucho, se le acercó un anciano de blanco pelo y bastón, que le dijo: ¿Dónde vais y que buscáis?. Busco una buena madera para hacer una talla de Nuestra Señora de los Dolores, y hasta ahora no lo he encontrado. Ora son demasiado blandos ora son demasiado duros. No busquéis más! Contestó el anciano, yo os conduciré en donde hay esa madera. Id por aquí, en medio de ese claro del bosque, a mano derecha encontrareis un árbol cortado hace cuatro años. Está bien seco, duro y maleable. Es lo que os hace falta. 

Mientras el artesano recogía la madera pensó que ese anciano se parecía bastante al difunto Clemente. Se puso manos a la obra y en poco tiempo terminó el encargo. El notable que había realizado el pedido la encontró prefecta y dijo al artesano de ir a su casa para buscar el dinero del encargo. 

Sin embargo, Clemente se apareció de nuevo a Reina, y le dijo que era necesario que el pago de esa estatua se hiciera con parte de los 200 florines recibidos en pago del asesinato, y que  si la familia hubiera gastado ese dinero, que vendieran lo que fuere para recuperar esa cantidad, pues de los contrario no conseguiría aliviar su pena. 

Esta vez la doncella obedeció, mandó llevar la estatua  a su casa donde la dejo en un altar y a los pies de la estatua los 200 florines. Al poco se apareció de nuevo Clemente a Reina, pero ya radiante y glorioso, dando gracias a todos. Recordó que había que dar tres misas y prender doce cirios a los pies del Santísimo, y desapareció. Los sacerdotes que bendijeron la estatua contaron que durante la ceremonia escucharon una voz llena de alegría que cantaba: “O Dios mío, mi Señor, sois mi consuelo y refugio; sois mi fuerza y esperanza; ahora entro en la felicidad eterna que habéis reservado para los que os aman”. Hermosa acción de gracias, que bien podríamos utilizar nosotros para agradecer toda la clemencia y dulzura que muestra Nuestro Señor con las Animas Benditas.