¡Un sacerdote, por favor! ¡Un sacerdote!

A mí nunca se me va a olvidar una historia que leí de la Guerra Civil Española donde un republicano estaba muriéndose y le pidió a dos soldados nacionalistas que pasaban por ahí: -¡Un sacerdote, por favor! ¡Un sacerdote! Uno de los soldados le gritó: -¡Púdrete en el infierno! Pero el otro soldado, compadecido, buscó un sacerdote y se lo llevó.
Cuando el moribundo vio al cura le preguntó con mucha ansiedad: -¿Usted es el párroco de este pueblo? Y el sacerdote le contestó que sí. Total que el hombre se confesó, recibió los santos óleos y el sacerdote le pidió a los soldados que lo llevaran a un sitio techado para que no muriera en la calle.A mí nunca se me va a olvidar una historia que leí de la Guerra Civil Española en la que un republicano estaba muriéndose y le pidió a dos soldados nacionalistas que pasaban por ahí: -¡Un sacerdote, por favor! ¡Un sacerdote! Uno de los soldados le gritó: -¡Púdrete en el infierno! Pero el otro soldado, compadecido, buscó un sacerdote y se lo llevó.
En el trayecto el hombre decía: -¡Me ha perdonado, me ha perdonado! Y uno de los soldados le dijo: -¡Claro que te ha perdonado, ese es su trabajo! Pero el hombre señaló: -Es que yo no solamente maté 16 sacerdotes sino que cuando llegué a este pueblo para matar al cura me encontré con su padre y su hermano y como no me dijeron dónde estaba, los maté a ellos. Y este hombre, a quien he matado a su padre y a su hermano, me ha dado la absolución ¡Me ha perdonado!
Bueno, así es Dios. Dios perdona todo. Absolutamente todo si estamos verdaderamente arrepentidos. Y eso es algo que a veces quienes guardan rencor por algo grave que le ha pasado a ellos, a sus familiares, etc., no pueden comprender fácilmente.