En el Purgatorio por vanidosa

En un éxtasis, Santa Brígida,  fue llevada al  Purgatorio, y apercibió, entre muchas otras, a una joven señorita de alta cuna, que le hizo saber cuánto sufría, para expiar sus pecados de vanidad: " Ahora, decía, gimiendo, esta cabeza a la que le gustaba a los adornos, y que procuraba atraer las miradas, es devorada por las llamas en el interior y por fuera, y estas llamas son tan agudas que me parece que soy el punto de mira de todas las flechas soltadas por la cólera de Dios; estos hombros, estos brazos, que me gustaban descubrir, cruelmente son estrechados en cadenas de hierro; estos pies, tan ligeros al baile son rodeados de víboras que los muerden y los manchan su baba inmunda; todos estos miembros a los que cargaba de collares, de correas, de flores, de joyas, son entregados a torturas espantosas, que les hacen experimentar a la vez la consunción del fuego y los rigores del hielo

¡ Oh! ¡ Mi madre, añadía, mi madre debería estar en mi lugar! Su indulgencia, peor que el odio, abandonándome según mis gustos de adornos y de gastos vanos me fue fatal. Ella me conducía a los espectáculos, a los festines, a los bailes, a todas estas reuniones mundanas que son la ruina de las almas. Es verdad, le decía a la Santa que mi madre me aconsejaba de cuando en cuando algunos actos de virtud, y varias devociones útiles; pero así como, por otra parte, consentía en mis extravíos, bien se encontraba mezclado y como perdido en el mal que me permitía. 


No obstante, debo dar gracias a la misericordia infinita de mi Salvador, que no permitió mi condenación eterna, al que merecía tan bien por mis faltas. Antes de morir, me confesé, y aunque esta conversión, siendo el efecto del temor, era insuficiente, en el momento de entrar en agonía, me acordé de la pasión dolorosa del Salvador, y llegué así a la verdadera contrición. No pudiendo ya más hablar, exclamé de corazón: Señor Jesús, creo que usted es mi Dios; tened lastima de mí, ô hijo de la Virgen María, en nombre de sus dolores sobre el Calvario. Tengo un pesar vivo de mis pecados y desearía repararlos, si tengo tiempo. Terminando estas palabras, expiré. He sido librada así del infierno, pero para verme precipitar a los tormentos más graves del Purgatorio. " 

El historiador de la Santa nos dice que ésta, habiéndole contado su visión a una prima de la difunta, que se abandonaba también a la mundanalidad, la impresión que le causó fue tal que renunció a todas las vanidades y  se consagró a la penitencia de forma muy austera. (Revelaciones de santa Brigitte, liv. VI, chap. LII.).