Encomendaos a los cristianos que han sido decapitados, quemados, torturados

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Queridos hijos de Mi Corazón Inmaculado, consagrados a Mí, que participáis de Nuestros mismos sentimientos contemplando la enorme ola de impiedad que recorre las calles, padres que se enfrentan a los hijos, hijos que maltratan a los padres, hermanos y maestros… una ola de gran impureza también, no hay almas vírgenes, almas que desde niños hayan vivido la pureza como forma de pertenecer a Dios todo entero, y este ambiente tan envenenado se mete en las familias a través de la televisión, la calle, el colegio… un alma virgen es tan rara y brilla tan de lejos que “van a por ella” como vosotros decís, a aniquilarla, a hundirla en su vida espiritual, tentándola, para hacerla suya…
Una gran falta de fe, de la fe que salva y es necesaria para la salvación, no se cree, abundan las herejías, sobre todo a través de la comunión en la mano y los sacerdotes impíos.
¡Muchos, muchos, rechazaron la llamada, o abandonaron el sacerdocio! Y bastantes de los que se quedan, o no se sientan en el confesionario, o lo hacen con cierto desdén, de tal manera que alejan a las almas de la esencia de tan divino sacramento, propagando, aún más, la falta de fe y la no conciencia de pecado.
Por ello, no os extrañe que Dios Padre, en compensación, por el honor de Su Santo Nombre, para equilibrar, haya puesto en el otro platillo de la balanza a las pocas almas de los justos, de los puros, y la de los sacerdotes santos, sobre todo los que siguen una Regla, una Norma austera de vida, de mucha oración, sacrificio y penitencia. Todos estos tienen tal sufrimiento, tan continuo y prolongado en el tiempo, y de tal intensidad, que muchos serán considerados mártires, es decir, verdaderos testigos de Mi Hijo, aunque no lleguen a la sangre en su lucha contra el pecado. (Hebr. 12, 4)
No os olvidéis y orad mucho por los cristianos perseguidos. Son crucificados como Mi Hijo, decapitados, quemados, torturados, y los medios los ignoran por completo. Encomendaos a ellos.
¡Confiad y no temáis! Dios sabe lo que se hace. Oro intensamente por vuestra perseverancia. Quedad en paz. Así sea.