Razón de ser de los castigos

De los Cuadernos de María Valtorta


 Razón de ser de los castigos: son llamadas de amor para buenos y débiles; ruina para blasfemos, embusteros, profanadores del Santo y del Santuario de Roma, más escogido que el Templo de Jerusalén pues está cimentado sobre la sangre de los mártires.- 

■ Jesús: “He aquí por qué os llegan los castigos. Ellos son cabalmente llamadas de amor para ver de convenceros de que sólo hay un Dios y de que los otros dioses a los que servís con esa fidelidad que a Mí me negáis, no pueden daros sino promesas falsas y seguro mal. De castigo en castigo, que va aumentando en la medida que aumentáis vosotros la idolatría y la fornicación, llego a los grandes castigos de los que éste es uno de ellos y por él, no ya una hilera de mi viña sino toda la viña se encuentra abierta e invadida y desbaratada por el Enemigo al que servís y al que Yo dejo que os persuada con sus dones de muerte. Por esto os digo: «Venid a Dios, llamadme con sinceridad de pensamiento y de corazón y Él se asomará al horizonte teñido de sangre y Satanás, el torturador, huirá dejándoos libres». 


■ Mas vosotros no llamáis a Dios. Os basta con cavilar cómo aprovecharos del mal general en beneficio propio y así aumentar vuestras riquezas, escalar puestos cada vez más altos, gozar y más gozar. Del que sufre —y esto los mejores— ni os preocupáis. De Dios menos aún; antes le retáis, atreviéndoos, ¡blasfemos!, a llamarle en confirmación de vuestros actos y pensamientos satánicos. Le provocáis a manifestarse cuando decís: «No hay Dios. El Dios somos nosotros». Acumuláis con ello sobre vuestra lengua maldita y sobre vuestra alma vendida a Satanás las brasas infernales que Yo avivo con mi furor.

Os maldigo desde ahora, serpientes con apariencia de hombres. Y si los anatemas de mis santos y las execraciones de mis buenos las tenéis vosotros por plumita de pájaro que os viene encima sin causaros mal —porque tenéis un corazón de granito— os penetrará mi maldición dándoos tormento porque Yo soy el que abro los valles, derrumbo montes, separo los mares, hago temblar la tierra con el solo querer de mi pensamiento, pudiendo penetrar en la dura roca de vuestro corazón haciéndola añicos cual si fuera frágil ampolla de liviano cristal. 

¡Profanadores, embusteros, inicuos, seáis malditos por todo el mal que hacéis, por todas las almas a las que lleváis a desesperar de la bondad de Dios, corrompéis con vuestros ejemplos y me las robáis echándolas a perder de mil maneras! Y, con todo, no teméis. Pues bien en la medida que seré justo y compasivo con los débiles a los que con vuestro prestigio indujisteis al mal, otro tanto seré justo e inexorable con vosotros; pero ya desde esta tierra. Vuestro poder, vuestras riquezas provenientes del robo y por destilación del dolor de millares de hombres, se os esfumarán de entre las manos cual humo de paja a la que se da fuego para que no llegue a manchar si se conserva. Y nada habrá que sirva de defensa para vosotros que sobrepasasteis toda medida

 ■ Quien tenga oídos que oiga. No cabe extender la mano manchada de sangre contra el candor del Santo que habla en nombre del Santo de los Santos y contra el Santuario más escogido que el Templo de Jerusalén por cuanto sus cimientos, antes de ser echados, fueron bautizados con la sangre de mis héroes, habiendo recibido sus piedras por lluvia las abluciones purpúreas de infinitos mártires (2). En él se encuentra el lecho donde reposa, a la espera de resucitar al lado de su Maestro, el cuerpo de mi Piedra elegida. Y Yo os juro que aquel lugar es muchísimo más santo que lo fuera el Templo de Salomón; y a los profanadores de este lugar, que es ya el Paraíso, —entended bien su porqué— les acaecerá lo que a todos aquellos que desafiaron la gloria del Señor”. (Escrito el 12 de Noviembre de 1943).