Los que rechazan a mi Madre me rechazan a Mí

Angelitos míos, escuchad mi clamor, abrid vuestros corazones a mi lamento divino. Venid, os espero en el Getsemaní de mi Sagrario, os daré la gracia de verme con los ojos de vuestro espíritu, os daré la gracia de escuchar los latidos de mi Corazón Eucarístico, os daré la gracia de oler mi perfume, nardo purísimo embriagador; os daré la gracia de reconocer vuestra miseria, vuestra nada; os daré la gracia de llorar por un instante todas aquellas veces que azotasteis cruelmente mi cuerpo santísimo, os daré la gracia de reconocer la ingratitud, el despotismo con que muchas veces en vuestro pasado me tratasteis; os daré la gracia de recordar algunos pecados ocultos no confesados, os daré la gracia de reconocer vuestras debilidades, pero también mi sangre preciosa, os purificará, os limpiará por dentro. 


En el Getsemaní de mi Sagrario se encuentra mi Madre, Madre de la adoración y reparación. Ella en ningún momento me dejó solo, caminó conmigo por la calle de la amargura, se mantuvo a los pies de mi santa cruz hasta el momento que exhalé mi último suspiro; y aquí en mi tabernáculo os encontráis con Ella.

Reparad por todas las almas que rechazan a mi Madre, almas que rechazándola a Ella me rechazan a Mí.

Reparad porque muchos de mis hijos no vienen a visitarme en mi Tabernáculo de amor, llamo y mi voz se pierde en el vacío de sus corazones, llamo y muchos acuden a Mí cuando ya están cansados, agotados por las faenas y trabajo del día.

Os pido que os toméis parte de vuestro tiempo para el Mendigo del Amor, Mendigo del Amor que busca vuestra salvación, Mendigo del Amor que os quiere alimentar del Pan Eucarístico para daros salvación y vida eterna, Mendigo del Amor que os quiere abrazar con la llama de su amor divino y hacer cenizas vuestros pecados, destruir en un santiamén vuestro pasado tormentoso y borrascoso.

Ya escuchasteis mi lamento divino en este día, levantad vuestra mirada y ved mi cuerpo extendido en el madero de la cruz. Tengo sed, sed de almas.

Tengo sed, sed de almas aguerridas en la fe, decididas a caminar tras mis huellas de amor y dejarlo todo por el Todo.

Tengo sed, sed de almas eucarísticas, almas que sientan la necesidad de silencio, de encontrarse de corazón a corazón conmigo en el sagrario, en mi nuevo Getsemaní.

Tengo sed, sed de almas, almas reparadoras que se asemejen a la intrepidez de la Verónica y con su lienzo puro y fino, limpien mi divino rostro ensangrentado y maltratado por el desdén y maldad de los hombres.

Tengo sed, sed de almas, almas que se dejen arropar bajo el manto maternal de mi Madre María, y se dejen tomar de sus manos seguros de encontrarse conmigo. 

Jesús a Agustín del Divino Corazón