El amor propio es ingenioso

DADO A CATALINA RIVAS. 

CS-42 13-Ago-97 Jesús
Entro hasta lo más profundo de tu corazón, conozco tu queja interior y la valoro enteramente, sin que se esconda nada a Mi Sabiduría y porque la conozco puedo decirte que esta queja es un estímulo eficaz para el progreso de tu alma. 
Te quejas de que cosas tan vulgares sean un obstáculo a la ascensión de tu espíritu. Niña, todas las cosas, propias o ajenas se vuelven obstáculo cuando ustedes se sirven mal de ellas. En cambio si las reciben en Mi Voluntad, son lo que alimenta el amor divino. Lo que produce confusión es el dualismo interior: por una parte el amor a Mí, pide la aceptación del disgusto o el alejamiento de las cosas placenteras. Por otra parte el amor a sí mismo se opone y más bien quisiera continuar afirmándose. De este modo se prende la lucha; quien pierde y queda vencido se lamenta. 

El amor propio está tan metido en todas las fibras del hombre, que el mismo hombre, ante su insistente llamado, no podría sustraerse sin Mi ayuda y así, caería siempre en el amor a su yo, si no lo previniese. El yo puede ser un ídolo al cual se sacrifica todo sin ninguna consideración. Lucha, niña Mía, estréchate fuertemente a Mí… Cuando sientes la queja de tu yo, es porque se siente subyugado, sino estaría tranquilo y reinaría en ti. 

El amor propio tiene muchas escapatorias, está siempre empeñado en contentar a la persona amada, es decir a sí mismo y revuelve las querellas, sus presuntos derechos hasta que, o logra vencer o cae arrodillado a los pies de Mi Amor. Nunca muere el amor propio, pero eso no importa, basta con no escucharlo. Pero si el amor propio es ingenioso y petulante, el Amor divino está en fuerte contraste con él. Yo pongo en ti Mi Amor, a fin de que tú venzas tu amor propio, es decir para que tengas cómo regularte sirviéndote de la fuerza divina. 

Opónte siempre a lo que hace obstáculo, ten siempre un lazo entre las manos para ponerlo al cuello del amor propio. No muere nunca pero aunque esté vivo debe ser como un cadáver del que haces lo que quieres. Contradícete y somete a ese amor que es Mi enemigo y que no querría sino victorias; él es sutil y a veces impetuoso, pero puede ser vencido. Quédate unida a Mí cuando batallo contra nuestro enemigo, que verdaderamente nos odia y que se las ingenia intensamente para hacerte caer… Yo doy gran valor a quien reconoce su impotencia. Esto es importante y debe ayudarte a comprender tu nada, a actuar con esa persuasión, porque absolutamente nada puedes hacer sin Mí. Tráeme tu yo como un cadáver en las manos. Yo esperaré y te daré el modo de complacerme. ¿Te gusta darme esa alegría que te pido? Siempre y plenamente dime la gran palabra, dame la gran alegría, dime la dulce palabra: ¡Sí!