Primer deber del padre de familia

Fr Broom
¿Cómo pueden los esposos mantener la llama encendida y brillando intensamente? Como en cualquier actividad, deporte o profesión, la relación entre marido y mujer exige empeño y trabajo --- se forja con sangre, sudor y lágrimas.

Primeramente, deben cultivar una relación cada vez más estrecha con Dios. ¿Cómo?  Con la oración en forma individual y en familia, con una vida Sacramental -- Confesión y Comunión frecuente --, devoción a María manifestada por la recitación diaria del Santo Rosario

 Todo esto forma parte integral y esencial para crecer en una relación mutua con Dios.  Esto por supuesto, fomentará la unidad entre ellos como marido y mujer.

Otras actividades que también no se deben excluir son: un retiro matrimonial cada año, un encuentro matrimonial y ¡cultivar buenas amistades con otras buenas parejas católicas!

Tercero, el padre debe amar a sus hijos y verlos como un tesoro precioso que Dios le ha dado.  El primer objetivo debe ser llevar a estos pequeños a su destino final que es el cielo.   Un hijo es un regalo de Dios al padre y a la madre, pero con el fin principal de que los padres sean una escalerilla para que esos hijos suban al cielo.

Un verdadero padre debe primeramente proveer por las necesidades espiritual de sus hijos. Debe enseñarles a rezar desde pequenos porque son como una  esponja.  Una esponja absorbe, ya sea agua limpia o agua sucia.  Igual un niño puede absorber lo sucio del mundo moderno o con la ayuda de un buen padre, absorber lo que es edifica y es puro y noble.

El padre debe ser el maestro del niño especialmente en la oración.  

 En cuanto a este arte, hay tres componentes que el padre debe poner en práctica:

 1) Debe ser un hombre de oración y no tener miedo de manifestarlo públicamente.  Hay un dicho que alaba la oración de la siguiente manera: "¡El hombre es más grande cuando se encuentra de rodillas!"   ¿Por qué?  Porque reconoce que la verdadera grandeza proviene de Dios Padre quien es el dador de todos los dones.  

2) Debe rezar con la familia -- la bendición de los alimentos, el Rosario en familia y un participación activa en la Santa Misa que por supuesto es la más grande de toda oración.  

3) Por último, un verdadero padre debe ser como Moisés quien elevó sus brazos para que los judíos pudiesen ganar la batalla contra sus enemigos.  Un padre debe orar con fervor y frecuencia por la protección de su familia de todo mal ---ya sea un mal físicos, moral o espiritual -- y por la santificación y la salvación de su familia.

Un verdadero padre cristiano debe tener sus ojos fijos al cielo en todo momento y estar consciente del mundo y los peligros que amenazan al rebaño que se le ha confiado, ese rebaño son -- ¡su esposa y sus hijos!


Lo más grande que un padre puede desear para su familia es la salvación de sus almas.  Jesús dijo, ''¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?  ¿Qué podemos ofrecer a cambio de nuestra alma inmortal?"

Hasta que no se restaure a su debido lugar el verdadero papel del padre en la familia, el mundo sufrirá intensamente.  El hombre que es llamado a la vocación del matrimonio asume una responsabilidad inmensamente importante.   ¡El fin de su vocación es la santidad de vida y la recompensa celestial.

El hombre (es decir - el padre) debe primero esforzarse por cultivar una relación más profunda con Dios.  A su esposa la debe apreciar como el regalo más grande en el mundo; en las palabras de Jesús la perla de valor infinito.  Y entonces, con forme Dios mande hijos, se les debe apreciarse como perlas preciosas.  

El padre debe estar dispuesto a aceptar de manos del Creador los hijos que Él le de.  

El padre debe formar a sus hijos emocionalmente, intelectualmente, moralmente, pero sobre todo espiritualmente.  

Efectivamente el padre debe hacer todo en su poder para inculcar en ellos un profundo y santo temor de Dios, pero aún más, una tierna y cariñosa confianza y amor por nuestro Padre Celestial.

Pidamos al mejor de los padres terrenales, el buen san José su poderosa intercesión.  San José, gloria de la vida doméstica, patrono de las familias, patrón de los padres, ¡ruega por nosotros!