Aclaración del Cardenal Sarah

Por Robert Sarahprefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos 


"Toda la Iglesia sostuvo siempre con firmeza que no se puede recibir la comunión si se es consciente que se está en estado de pecado mortal, principio reiterado como definitivo por Juan Pablo II en el año 2003, en su encíclica 'Ecclesia de Eucharistia'", sobre la base de lo decretado por el Concilio de Trento.


"Ni siquiera un Papa puede eximir de esa ley divina".

1. LA DOCTRINA, VOTÉMOSLA POR MAYORÍA


P. – Según uno de mis objetores, la Iglesia Católica "no es sólo la jerarquía de los obispos, incluído el de Roma, sino que es el conjunto de los bautizados. ¿Para decir cuál es la "posición de la Iglesia' sería entonces legítimo asumir la opinión de esta mayoría?".

R. – La primera afirmación es exacta. Pero el pensamiento de los fieles no representa la "posición de la Iglesia" si el mismo no está de acuerdo con el cuerpo de los obispos.
Concilio Vaticano II, Constitución dogmática "Dei Verbum", n. 10: "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo".
Además, no se trata de la mayoría, sino de la unanimidad. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática "Lumen gentium", n. 12:

"La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando, desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos, presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente 'a la fe confiada de una vez para siempre a los santos' (Judas 3), penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en todo por el sagrado Magisterio, sometiéndose al cual no acepta ya una palabra de hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13)".

Por último, esta unanimidad es una condición suficiente para declarar que una aserción está en el depósito revelado por Dios (como en el caso de la Asunción de María), pero no es una condición necesaria, pues puede acontecer que el magisterio defina solemnemente una doctrina de fe antes que se alcance la unanimidad (como es el caso de la infalibilidad pontificia, en el Concilio Vaticano I).


2. LA COMUNIÓN A TODOS, SIN DISCRIMINACIONES


P. – Según un objetor de quien admiro su fidelidad al sacerdocio, miles de sacerdotes no dudan en dar la comunión a todos.

R. – En primer lugar, advirtamos la ausencia de autoridad doctrinal de esta miríada de ministros sagrados, en otros aspectos seguramente respetables.
Además, cualquiera sea la autenticidad de esta "estadística", esta posición mezcla, entre las personas que viven en un estado notorio y habitual de pecado (por ejemplo, adulterio e infidelidad permanente al propio cónyuge, robos frecuentes y graves en los negocios):

a) a un fiel que finalmente se arrepiente con el firme propósito de evitar caer en el futuro, recibe entonces la santa absolución y, en consecuencia, puede acercarse a la santa Eucaristía, y 
b) al fiel que no quiere cesar en el futuro de llevar a cabo actos de una culpabilidad objetiva grave, contradiciendo la Palabra de Dios y la alianza significada precisamente por la Eucaristía.

Este último caso excluye el "firme propósito" definido por el Concilio de Trento como necesario para ser perdonados por Dios. Precisemos que este firme propósito no consiste en saber que no se pecará más, sino en tomar con la propia voluntad la decisión de emplear los medios aptos para evitar el pecado. Sin el firme propósito (y salvo una ignorancia total no culpable), ese cristiano permanecería en un estado de pecado mortal y cometería un pecado grave si comulgara.
En la hipótesis que su estado es conocido públicamente, los ministros de la Iglesia, por su parte, no tienen ningún derecho para darle la comunión. Si lo hacen, su pecado será más grave delante del Señor. Sería inequívocamente una complicidad y una profanación premeditada del Santísimo Sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.