¿Cómo superar la frustración?

La clave está en la aceptación emocional



La frustración aparece cuando no conseguimos realizar nuestros proyectos, sueños, metas, deseos… o simplemente cuando no logramos llevar a buen término una actividad. De hecho, la frustración es común en los niños ya que estos a menudo se encuentran con obstáculos debidos al escaso desarrollo de sus habilidades que les impiden terminar con éxito la tarea en la cual estaban inmersos.

Desde esta perspectiva podemos comprender que la frustración es un sentimiento negativo provocado por el deseo de hacer algo o lograr algo y la imposibilidad de conseguirlo. Comprendida de esta manera, podríamos decir que la frustración es una reacción natural (que no es sinónimo de sana). Es decir, es perfectamente comprensible que nos sintamos frustrados si después de un año de estudio no pasamos el examen.

Sin embargo, el problema no es la emoción en sí sino lo que hacemos con ella. Si no aprendemos a manejar la frustración esta se apodera de nuestras vidas y las convierten en un verdadero infierno de desesperanza, amargura, resentimiento y todas las otras emociones negativas que quieras añadir.
No obstante, lo peor no es tan siquiera que nos sintamos tan mal sino que la frustración genera muchas dudas. Primero comenzamos preguntándonos si“¿lo lograré la próxima vez?”, después pasamos a una afirmación dubitativa “quizás fracase de nuevo” para terminar con una rotunda afirmación que pone fin a nuestros sueños y nos sume en el inmovilismo total “no lo lograré, soy un fracasado”.

De hecho, este es el mayor problema de la frustración: genera una falta de motivación y fomenta una autoimagen negativa y de escaso valor convirtiéndose en una profecía que se autocumple. Es decir, si pensamos de antemano que vamos a fracasar en un proyecto, tendremos más posibilidades de fracasar porque asumiremos una actitud derrotista.

¿Cómo salir de este círculo vicioso? 


La respuesta está en la aceptación, sin contar con que los cristianos sabemos que todo, lo bueno y lo malo, es para bien puesto que Dios lo permite, aunque no debemos caer en el inmovilismo, sino además de confiar en Dios, hacer lo humanamente posible para salir de una situación que genera pesimismo. Básicamente, una persona frustrada es una persona que tiene muchas cuentas pendientes con su pasado y que tiene poco conocimiento de sí misma, o que se conoce, pero no se acepta.

La aceptación a la que me refiero es algo muy profundo, no es una aceptación a nivel lógico y racional sino a nivel emocional. Por ejemplo, de seguro sabes qué pasaría si no consigues terminar lo que te propones, conoces todas las posibilidades pero no las aceptas. Porque una cosa es conocer y otra muy diferente aceptar a nivel emocional.

Por tanto, en vez de preguntarte ¿qué sucedería si no lo consigo?, pregúntate: ¿puedo vivir sin lograr lo que me propongo?, ¿existen otros caminos para encontrar la felicidad? y ¿cómo me afecta emocionalmente no lograr mi meta? Solo entonces comenzarás a aceptar la aparente derrota.

Por otra parte, también es importante que aprendamos a aceptar nuestras limitaciones. Porque es importante esforzarse por lograr un objetivo pero llega un punto en que también es necesario abandonar o, si se prefiere, replantearnos nuestras metas adoptando una perspectiva más realista.