Bautismo digital

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El bautismo digital se produce en el momento en que un bebé es presentado en las redes sociales. Lo suelen hacer los padres que quieren compartir con sus contactos la felicidad de haber tenido un hijo. Cuelgan, entonces, en un blog, en Facebook, Instagram, Twitter o WhatsApp una foto del recién nacido –a veces ya de la ecografía– para que la vean los familiares y amigos. De modo que, antes de cumplir un año de vida, un tercio de los niños y niñas han dejado ya su huella digital en Internet.
Luego continúa el álbum de fotos: dormido, despierto, comiendo, llorando, riendo, en la poltrona, en la bañera, con su primer vómito, su primer susto, su primer diente, su primer día de cole, su primer… Si seguimos así, mostrando la intimidad de nuestros hijos, nos habremos convertido en “padres sharent”, es decir, en padres que practican el “sharenting”, o lo que es lo mismo, que comparten sin pudor la vida de sus bebés en Internet.
El problema del “sharenting”, como resulta evidente, es que la huella digital que dejamos en las redes sociales es imborrable. Por lo que, a partir de su bautismo digital, nuestro hijo pasa a ser, en cierto sentido, patrimonio de la red.
La cuestión no tiene por qué ir a más si somos cuidadosos y tenemos en cuenta que todo lo que digamos o exhibamos de nuestros hijos en la red podrá ser usado en su contra en el futuro menos pensado. Lo hacemos gratuitamente, pero nos puede salir muy caro.
Emma Beddington, colaboradora de The Guardian, advierte de los peligros del “sharenting” y se pregunta cómo afectarán estas acciones de los padres en los niños a medida que vayan creciendo. La foto del niño disfrazado de angelito puede resultar graciosa a los cuatro años, pero quizá pueda ser motivo de intimidación por parte de otros niños años más tarde. ¿Qué repercusiones –se pregunta Beddington– tendrá el comentario de una madre sobre el hecho de que su hijo mojaba la cama, cuando sea primer ministro?
No hay guantes que oculten las huellas digitales. La empresa AVG advierte sobre la dificultad, o mejor dicho, imposibilidad de que una persona controle la información una vez que ha sido digitalmente bautizada.
Debemos considerar las decisiones que tomamos respecto a nuestros hijos y extremar la responsabilidad, porque lo que hagamos con ellos ahora puede tener repercusiones unos años más tarde, repercusiones que les afectarán a ellos directamente y sin haber “hecho nada”. Tendrán que responder sin ser responsables.